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Miércoles, 4 de febrero de 2015

DISCOS › VULNICURA, LO úLTIMO DE BJöRK, POR AHORA EN FORMATO DIGITAL

Los sonidos de una ruptura

A los 49 años, la artista islandesa proyectó sobre sus nuevas canciones el momento anímico por el que atraviesa: con el corazón partido y la familia que había formado con su pareja deshilvanada, Björk concibió una obra tan sufrida como fascinante.

 Por Luis Paz

Cuando Björk apareció en la música urbana, las “r” dejaron de ser sólo letras para convertirse en un tremendo instrumento de sentido. En “Human Behaviour”, la apertura de Debut, la islandesa apenas parecía cantarlas como aspiradas cada vez que repetía el título de la canción, tal vez su suspiro por la condición humana. En “Thunderbolt”, de Biophilia, al versar sobre “craving miracles” las rumiaba tanto que esas “r” reforzaban lo irrenunciable de esos ansiados milagros. Ahora, en “Stonemilker”, apertura del flamante Vulnicura, pide “respeto emocional” con dulzura, pero sus “r” se van retorciendo en esos casi siete minutos sin respuesta, hasta volverse geisers de hastío e impotencia. Es la medianera en la que una relación se va al carajo. La suya, por ejemplo.

“¿Quién está abierto de pecho y quién ha coagulado, quién puede compartir y quién clausuró las posibilidades?”, canta ahí. Es una literal cirugía a cielo abierto por la imposición de no cirujear ni cariño ni respeto. “Tal vez él salga de ésta, tal vez no. De algún modo, no me preocupa mucho”, refuerza en “Lionsong”. “Te despierto de noche sintiendo que es nuestra última vez juntos”, dice en “History of Touches”, donde habla de “cada cogida compartida” con un trasfondo tan desgarrador que lo hace arder todo.

Los inmersivos y de a ratos asfixiantes diez minutos de “Black Lake” son la devastación misma, pero hay pocas canciones de ruptura más tremendas que “Family”: “¿Hay algún lugar donde pueda dar el pésame por la muerte de mi familia? Están la madre y el hijo, y después el padre y el hijo, pero ningún hombre ni mujer, ningún triángulo amoroso”. En este momento el disco hace implosión y se produce una lluvia de cristales con decenas de heridos, pero sin analgésicos: “No me quites el dolor, es mi oportunidad de curarme”.

Nada de “Big Time Sensuality” ni de “Declare Independence”: Björk tiene 49 años, el corazón partido, la familia que había formado con el escultor y videorrealizador Matthew Barney deshilvanada y la voz aquejada luego de que se le descubrieran nódulos en la garganta, en abril de 2012. Por esto, de hecho, debió cancelar parte de sus presentaciones en Argentina para mostrar Biophilia, soberbio proyecto conciliador de música, tecnología y biología. En ese disco fue a las bases universales y en el átomo primordial encontró el amor. Pero al volver a casa, ya no estaba ahí. Y bien, historia cantada ahora en Vulnicura, de flamante aparición en digital para iTunes y por ahí.

Este álbum, inmediatamente afectado a la ruptura no sólo por su contexto noticioso, sino por su literalidad, precisó entonces de otra entretela. Las percusiones tecno rotas y los sintetizadores explotados dieron aire a cuerdas dañinas, tubos que succionan y coros de lamento y horror. Quizá no haya registros nuevo ni recovecos inéditos aquí, pero claramente Vulnicura no sería ni el lugar ni el momento de innovar en otra cosa que en su vida.

Ningún disco de Björk es liviano, pero éste no se acerca ni a lo amable. Es de una presencia imponente, la música es incidental pero igualmente notable y tal vez su prosa se revuelque permanentemente en el plano concreto de puertas adentro, pero aun así es un disco fascinante que mantiene a la obra de Björk inasible. Porque es una obra artística sufrida en índices inauditos, pero no es para sufrir. Por su manera de cantar, que hace que parezca que inventa melodías en el aire y por capricho. Y por su modo de detenerse ante cada molécula de lo cotidiano, de disolver sus compuestos e integrarlos en una poesía viva que habla de cogidas como de yuxtaposiciones, siempre encarando las “r” como se le dé la gana, aunque no se le dé la gana.

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Ningún disco de Björk es liviano, pero éste no se acerca ni a lo amable.
 
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