Jueves, 7 de agosto de 2008 | Hoy
CINE › OPINIóN
Por Pablo Pozzi *
Hace años me encontré en una reunión con varios antiguos “perros”. Se hablaba de la revolución, la lucha armada. Todos insistían en su voluntad de continuar. Uno tenía problemas del corazón, diabetes otro, otro artrosis en las manos, ninguno podía correr una cuadra ninguno había visto un arma en veinticinco años. Me pareció patético, emocionante y maravilloso al mismo tiempo. Había un abismo entre la realidad y los deseos, pero era una reafirmación de su pasado y la reivindicación de que no había sido en vano. Gaviotas Blindadas III me recordó esto. Ahí estaban, con las huellas de su sacrificio en las caras, en los cuerpos y en la condición humana, levantando sus banderas. De momento pensé que en este país, donde a veces parece que todo se compra y todos se venden, quedaba esperanza.
Este es el tercero en la serie de documentales sobre el PRT-ERP realizados con notable solvencia. El documental tiene una realización compleja, que a veces se presta a confusión. Hilvana cuatro temáticas luego del golpe de 1976: el partido, el exilio, la cárcel y la revolución nicaragüense. La trama combina testimonios, material de época y una muy buena banda sonora. Mascaró presenta un material fílmico de archivo que es sencillamente maravilloso. Pero lo mejor de todo son los testimonios.
Estos documentales son “historias del PRT-ERP”, personales e individuales, que reflejan realidades colectivas y muestran a personas comunes que se han tornado excepcionales. Leticia Souriguez relata que, en medio de la tortura, tenía que elegir entre entregar a sus compañeros o volverse loca... y enloqueció; o Felisa Lemos que, ya derrotada la organización, continuó en la lucha, pero ahora como médica en la montaña nicaragüense. El testimonio que más me emocionó fue el de Turido Peruggi y su esposa, de Italia. Estos dos viejos partisanos dicen que “vivimos el segundo momento más bello de la vida” cuando pudieron dar refugio a los exiliados del PRT-ERP. “Combatimos ayer como ellos combaten hoy.” Eso sintetizó la experiencia de dos generaciones: los irredentos, los que no olvidan. Eso los muestra bien: todos ellos fueron lo mejor de nosotros, no porque fueran excepcionales, sino porque siendo gente común supieron estar a la altura de los mejores ideales del ser humano.
* Doctor en Historia, profesor de la UBA, y autor de El PRT-ERP La guerrilla marxista (Eudeba e Imago Mundi).
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