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Jueves, 12 de enero de 2012

TEATRO › CANDELA CIBRIáN Y LUNA PéREZ LENING, LAS DAMAS DE EXCALIBUR

Nuevos rostros para un género con historia

Debutaron el año pasado en la versión de Drácula, de Cibrián-Mahler. Candela Cibrián tenía 20 años y fue Mina, mientras que Luna Pérez Lening, de apenas 15 y cursando el secundario, encarnó a Lucy. Antes, tuvieron que pasar las pruebas que los directores proponían durante los dos meses y pico que duró el proceso de audición. Después fueron cinco meses de funciones en el Teatro Astral y otros cinco de gira por el interior del país. “Nos curtimos mucho. Fue pasar de la nada a estar arriba del escenario de miércoles a domingos, sosteniendo papeles fuertes, y hacer una gira con ese ritmo tan intenso. Viajás mucho, dormís poco, un día en un lugar, otro día en otro, comés rápido. Aprendí lo importante de la relación con el público: el afecto y la fuerza que te transmite te ayudan a seguir adelante”, comenta la sobrina de Pepe Cibrián, que se siente ya más confiada para este segunda experiencia profesional.

Las damas llegaron al musical por vías diferentes. Luna lo tenía claro desde muy chica. “Siempre supe que quería dedicarme a esto. A los 8 empecé a estudiar canto y a los 12 entré a la escuela de Pepe, donde sigo hasta hoy”, cuenta. Candela, en cambio, estudió música en la UCA y en forma paralela tomaba clases de canto y de teatro. El escenario la atraía en su vastedad de posibilidades expresivas, pero recién cuando su tío le propuso audicionar para Mina se conectó en forma más consciente con el género.

Entre ellas se dio una suerte de cruce de roles. Si Candela primero dio vida a un personaje inundado de bondad, en Excalibur será Morgana, una hechicera ambiciosa e inescrupulosa. “En esta versión, ella tuvo un romance con Merlín hasta que algo se rompió y cambió su esencia. Es rencorosa, quiere arrebatarle el poder de la espada, para lo cual trata de hacerlo caer en trampas”, adelanta. Pero no se trata del típico personaje femenino maligno: Morgana tiene muchas caras, es irónica, divertida, “por momentos parece un macho y por otros es una hembra”. En el caso de Luna fue al revés. En Drácula interpretó a Lucy, el personaje maligno; ahora la espera Guenevier, casi su opuesto. “Aunque tampoco es la típica princesa”, se ataja. “Es una mujer con un carácter muy fuerte a pesar de ser buena y tierna. Es pensante e inteligente, le da fuerzas a Arturo cuando decae, lo acompaña siempre”, asegura.

En una escena del final, ambos personajes se enfrentan, se desa-fían. ¿Cómo encarnar personajes tan contundentes siendo adolescentes? Para Luna, el apoyo del director es clave: “Pepe te ayuda a no estancarte, a dar más y más. Es un aprendizaje que te sirve a nivel personal y también te viene bien para encarar un personaje”. Candela se detiene en las dificultades. “Arriba del escenario estás tan expuesto que hace falta estar preparado, con las herramientas que a uno lo ayudan a sentirse bien plantado. Terapia, respirar bien... Si no, podés sentirte muy frágil”, desliza. Durante diez años tomó clases de canto con Clara Terán, mientras que Luna se formó con Mirta Arrúa Lichi: “Trabajamos con una base lírica pero no nos quedamos ahí, la intención es poder abarcar distintos géneros”.

Pese a su juventud, tienen un alto grado de reflexión sobre su actividad. “El musical tiene un estilo y un código propios. No es ni lírico ni popular. Hay una manera de cantar, de decir un texto y de bailar propios del género”, reflexiona Luna. Y Candela remarca la importancia de estudiar teatro: “No basta con saber cantar y bailar. Si no sabés actuar, es muy difícil darle todo el peso y la densidad al personaje”.

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