¿Cómo es su primera experiencia en un esquema de trabajo de ficción diaria?

–La tira es un formato muy generoso. Uno puede depositar allí mucha cosas: puede ser extremadamente pasional o extremadamente melodramática, o trágica... En sí mismo, la tira no es un género. Es un dispositivo donde todo puede ser contado. Desde los cuentos de hadas hasta los hechos más trágicos, como las telenovelas mexicanas, brasileñas o venezolanas, que pueden hasta incluir violaciones y otros problemas sociales. Incluso las hay con mucha pulsión erótica. Lo que a mí me alegra es que el formato me haya permitido pensarme y articular en su interior. No hice esta experiencia pensando en modificar algo, sino que lo hice probando si podía encajar en el formato. No relegué nada. Estoy muy agradecido a la tira, porque me exige una velocidad y una obligatoriedad de estar despierto muy grandes. Por supuesto, tengo que trabajar. Siento que muchas veces los humanos depositamos en los espacios que nos albergan los problemas. Yo no culpo a los espacios, porque no soy un esclavo de ellos. Puedo ser un fracasado, pero no un esclavo.