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Viernes, 23 de octubre de 2015

VIOLENCIAS

Nuestros sueños, sus pesadillas

A poco más de diez días de la represión que se desató contra las manifestantes frente a la catedral de Mar del Plata, al cierre del XXX Encuentro Nacional de Mujeres, Rossana Annessi, una de las tres detenidas dentro de la Catedral y Ruth Zurbriggen, de Socorristas en Red, detallan las agresiones sufridas por parte de la Policía Bonaerense y de grupos fascistas que ven en la presistencia de las mujeres para organizarse y resistir las violencias y el tutelaje patriarcal sus peores pesadillas. Además, desde el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) se analiza por qué la represión fue completamente ilegal.

El domingo 11 de octubre la marea de mujeres que colmaban las calles de Mar del Plata, en el XXX Encuentro Nacional de Mujeres, sentían la potencia de ser muchas, de estar juntas, de las voces alzadas, de la sororidad en fiesta, de la valentía potenciada por los lazos, de los pasos juntas y del camino de la palabra en los talleres volviéndose grito, furia y caricia. Pero el final de fiesta trajo señales de advertencia. Por un lado, un grupo de Socorristas en Red fue agredida con golpes por un grupo de jóvenes autodenominados fascistas durante el recorrido de la marcha central. Y, en un grave antecedente para la vulnerabilidad de la concepción de seguridad democrática, el sector de mujeres que se manifestaba –o incluso pasaba simplemente por la calle– frente a la Catedral de Mar del Plata fue reprimido por la Policía Bonaerense en un operativo sin organización previa para evitar el conflicto con sectores nacionalistas convocados en la sede eclesiástica, intervinieron agentes de civil sin identificación, se dispararon balas de goma a corta distancia con heridas hacía reporteros gráficos y manifestantes y hubo tres detenidas que se sintieron intimidas y sufrieron problemas de salud en el Pasaje Catedral.

Rosana Annessi es integrantes de la agrupación H.I.J.O.S. Resiste de Mar del Plata. Ella participó del Encuentro. Pero no fue a la marcha del domingo porque tenía entradas para ver la película “Indio y los fundamentalistas del aire acondicionado”. Su plan estuvo en el cine hasta que salió del Teatro Auditorium, a las 21:50, y se encontró con mensajes en su teléfono alertándola sobre la represión en la Catedral. Fue a ver que pasaba y, con una campera de cuero negra y un jean con el que se la puede identificar en las imágenes tomadas de forma profesional o casera, terminó detenida. No la llevaron a una comisaría, sino al Pasaje Catedral, dentro de la propia sede eclesiástica, donde se encontraban uniformados, personal de civil y también militantes de Carlos Pampillón, el nacionalista que convocó a defender la Catedral frente a la protesta de las mujeres por la complicidad eclesiástica con la dictadura, la obstrucción a los derechos sexuales y el encubrimiento de abusos sexuales.

–¿Dónde está Rosana? –preguntó una amiga suya a quienes se encontraban dentro de la Catedral.

–Está detenida –le respondieron.

–¿Por qué está detenida?– intentó averiguar cargos su amiga.

–Por puta –le respondió una voz no identificada que pone de manifiesto la violencia de género institucional perpetrada durante el operativo de fuerzas de seguridad.

Rosana tiene 44 años y un inmenso historial de marchas, pero ni bien llegó a la Catedral se puso a filmar porque nunca antes había visto una represión comparable.

–Me agarran dos policías y un tercero, de civil, me rompe el teléfono, lo estalla en el piso y me meten adentro del Pasaje Catedral. Ahí veo gente de Carlos Pampillón, que es la fuerza de choque de Carlos Arroyo, que es candidato a Intendente (de Mar del Plata, por Cambiemos) que interactuaba con la policía. Tuve una discusión con uno de los policías de civil (con campera azul y un jean gastado) que me apunta a la cara y les decía cosas a la gente de Pampillón. Yo estuve detenida con otras dos mujeres y fueron tres privaciones ilegítimas de la libertad. Me mantuvieron esposada, nunca me pidieron documentos, nunca me dijeron porque estaba detenida y no sabían que hacer con nosotras. Un chico de 19 años, me dijo “Jodete” con un odio increíble. Hasta que yo no vi a Juan Pablo Gelemur, que es abogado de Patria Libre, no sabía que iba a pasar conmigo.

La situación fue intimidante. Rosana estaba retenida, sin libertad corporal, ni cargos, dentro de una Iglesia con policías que le habían apuntado y destruido su cámara, muchos sin identificación y con militantes que se habían enfrentado durante casi dos horas con manifestantes feministas. Al lado de ella también estaba una chica que pasaba caminando por la catedral, con el marido y el hermano, integrante del Movimiento Evita. Ella se había intoxicado con gases lacrimógenos y estaba descompuesta ya que padece de hipertensión y necesitaba medicación. Tardaron una hora y media en traer un médico para que las atienda a pesar de sus pedidos. Apenas le alcanzaron un balde como todo gesto de atención o, incluso, piedad dentro de un centro religioso. Y, finalmente, el control de salud fue en sede eclesiástica.

–Utilizaron el Obispado de Mar del Plata de comisaría de facto, parecía que estábamos en un centro clandestino de detención– explícita Rosana.

Ella se lamenta que, en la ciudad balnearia, el run run se quejó más de la basura acumulada después del Encuentro que de la represión y de las detenciones, como si el “algo habrán hecho” siguiera acusando con un dedo largo y autoritario.

El abogado Ignacio Bollier, integrante del equipo de seguridad democrática y violencia institucional del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), explícita que las irregularidades en la actuación de las fuerzas de seguridad en la represión a la concentración en la Catedral de Mar del Plata comenzaron antes de la noche del 11 de octubre: “Hubo serios problemas a la hora de organizar el operativo por parte de la policía bonaerense de distintas sectores que estaban bajo las ordenes de Marcelo Di Pasqua, de la departamental de Mar del Plata. Por ejemplo, no tendrían que haber permitido el ingreso de Pampillón. Una de las buenas prácticas –cuando hay manifestaciones encontradas– es prevenir que se junten (grupos antagónicos), poner vallas de protección y hacer un cordón de seguridad reforzado”.

Todas esas medidas de distancia entre las mujeres y grupos ultra conservadores no existieron. Y si bien en la mayoría de los Encuentros hay grupos de fieles rezando frente a las catedrales, en este caso, no se trató de creyentes, sino de sectores fundamentalistas católicos. Las contravenciones al paradigma de seguridad democrática se plasmaron en la utilización a corta distancia y al cuerpo de las balas de goma y en las condiciones de detención. Pero no fue un final inevitable, sino que no se quiso evitar. “El caso tiene mucho que ver con el uso excesivo de la fuerza con la policía tirando balas de gomas pero el problema empieza antes permitiendo que un grupo de personas se posicionen en las puertas de la catedral y se podría haber evitado poniendo vallas, negociando para que se retire antes de que llegue el núcleo de la marcha de mujeres. Hay falta de planificación y, después, hay varias irregularidades como policía de civil con escopetas y haciendo disparos perpendiculares al piso que es algo que está prohibido”, subraya Bollier.

–¿Qué se tendría que haber tenido en cuenta antes de reprimir la manifestación en la Catedral?

–En el 2011, el Ministerio de Seguridad de la Nación, a cargo de Nilda Garré, a través del Consejo de Seguridad Interior, creó un protocolo en materia de actuación de protestas sociales y uno de los puntos importantes es que prohíbe que los policías tengan armas de fuego, aunque sí se permite portar escopetas con cartuchos de goma, pero en ningún caso dispararlas a corta distancia porque pueden generar lesiones graves o hasta la muerte. Esa también fue una orden verbal de Néstor Kirchner. Pero, además, todos los policías que participan en manifestaciones públicas tienen que estar debidamente identificados y no estar de civil porque, sino, no hay registro ni de la chapa, ni del número de legajo. Y las balas de goma no pueden ser usadas para disparar, sino para dispersar. Ni el gas lacrimógeno puede apuntar al cuerpo”, explica Bollier.

–Sin embargo, los testimonios de reprimidas/os el 11 de octubre describen balas que les apuntaban a los ojos hasta nublarles la mirada.

–Me disparan en la pierna y siento que me está quemando. Veo a un policía de civil y cuando levanto la cámara para hacer la foto me dispara a la cara, a aproximadamente, a siete metros. Si yo no tenía la cámara me hubiera bañado el ojo de sangre. Tengo tiros en la cámara y en el filtro y doce perdigones en el cuerpo: en el dedo, en el cuello, en el mentón y en la clavícula. Yo vi caer gente a mi lado y las comencé a levantar para sacarlas del área donde estaban disparando. El mismo tipo de civil estuvo disparando a discreción, se arrodillaba a disparar ala altura del abdomen y las piernas para quebrar gente. Si la policía quiere disuadir dispara al aire y si quiere quebrar gente dispara a las piernas. Esto era como el 2001, pero con balas de goma, si le ponían balas de plomo iban a quedar chicas tiradas muertas –advierte el reportero gráfico Rolando Andrade, que fue al XXX Encuentro de Mujeres a filmar un documental y actualmente trabaja en Clarín y es colaborador de AP y Reuters.

La nieta recuperada Victoria Montenegro y titular de la Unidad de Coordinación Nacional para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres del Consejo Nacional de las Mujeres crítica: “La represión a las mujeres en el XXX Encuentro Nacional de Mujeres es un hecho repudiable. Si la finalidad era impugnar el hecho político contundente que significó una marcha de más de 60.000 mujeres no lo lograron. El Encuentro de Mujeres es una práctica que trascendió y seguirá trascendiendo toda coyuntura. Es importante que los hechos se investiguen. Este gobierno no tuvo en la represión la salida al conflicto social. Menos aún reprimir la protesta o cualquier forma de expresión política, en cambio sí, es la conducta violenta de los agentes de las fuerzas de seguridad la que está prohibida por la ley: se llama violencia institucional y se encuentra enmarcada en la ley 26.485 de protección integral a las mujeres”.

La abogada feminista Nina Brugo, pionera y exclusiva participante en todos los Encuentros de Mujeres analiza: “El 3 de junio demostramos que somos las mujeres protagonistas de nuestra historia, bajo la consigna Ni Una Menos. Reunirnos luego, durante tres días, en Mar del Plata, es un triunfo que no perdona la cultura patriarcal. Tienen miedo a nuestros avances, por eso, en Mar del Plata, se vieron autos semejante a los famosos Falcón verdes, con personajes que amedrentaron a mujeres. En el 2009, en Tucumán, hubo hostilidad policial. Pero ningún hecho fue como la reacción frente a la Catedral de Mar del Plata, custodiada por la infantería policial bonaerense, grupos neo nazis y cantidades de policías de civil (muy pocas veces visualizados tantos, además de los infiltrados), con uso de drones ante una marcha mujeril, la represión desatada con balas de goma que dejaron profundos moretones, gases lacrimógenos que hicieron a enfermar o vomitar a algunas y a todas ahogar y llorar. Pero lo más grave fue utilizar un templo religioso como centro de detención para tres jóvenas arrastrándolas hasta adentro de ese santuario”.

Pero las agresiones comenzaron antes que un grupo de la marcha decidiera trasladarse hasta la Catedral. Todavía no había caído el sol, la tarde resplandecía aún con viento frío y las calles se llenaban de mujeres abrazadas en los mismos cantos, cuando la violencia dio su primera alerta. A las 17 horas, entre Mitre y San Martín, las Socorristas en Red fueron agredidas.

– Un joven neo nazi me atacó, intentó arrebatarme el megáfono y me empujó. Vinieron los tironeos y mi defensa del megáfono. Muchas compañeras respondieron rápido ante el ataque. Con él había otro joven, encapuchado, con un escudo con la esvástica. Mientras seguíamos nuestro andar un grupo de jóvenes, encabezado por una chica, seguía gritándonos y provocándonos. Nos amuchamos y nos alertamos sobre la importancia de estar cerca – relata Ruth Zurbriggen, activista feminista de La Revuelta, de Socorristas en Red y de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Ella resalta que el lugar del conflicto enmarca el conflicto entre Iglesia y derechos de las mujeres que, todavía sigue siendo central, para limitar derechos y deseos:

–Estimo que se organizaron y planificaron los ataques en connivencia con la policía, para el momento de la marcha y amparándose en la excusa de cuidar la Catedral del mentado ataque de las herejes que siempre vamos y seguiremos yendo por cierto. Defendemos el derecho a manifestarnos en ese espacio porque es uno de los lugares donde se concentran ataques cotidianos desplegados desde hace siglos contra nuestros cuerpos y nuestras existencias. Defendemos manifestarnos ahí porque estamos dispuestas a señalar cómo las jerarquías de la iglesia católica se alza contra nuestras existencias y dignidades y de todas aquellas personas que no se avienen a las dicotomías sexuales y de género. Más aún, lo hemos aprendido, se levantan contra nosotrxs en íntima relación con intereses capitalistas racistas y colonialistas.

Por eso, Zurbriggen propone: “Lo sucedido nos obliga a proyectar más nuestras autodefensas. Estamos generando autodefensas subjetivas, porque resistimos a sus mandatos, porque gozamos con lo que hacemos, porque nos armamos vidas activistas y feministas; pero nos faltan otras formas, para que aprendamos también a devolver los golpes y no sólo a cubrirnos de ellos. Está claro que estos sectores fundamentalistas, represores y conservadores no están dispuestos a perder los lugares de poder que han logrado imponer de manera brutal y por la fuerza. También está claro que hay una fuerza activista que avanza y avanza, una fuerza desde la que sabemos que nuestras vidas dignas dependen de la persistencia de nuestro hacer capaz de enfrentar las guerras cotidianas que el heteropatriarcado capitalista genera a cada paso. En eso andamos. Y eso les genera terror, porque lo saben: nuestros sueños son sus pesadillas.

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Imagen: Juana Ghersa
 
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