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Viernes, 18 de marzo de 2016

VIOLENCIAS

La herida sigue abierta

A un año del femicidio de Suhene Carvalhaes Muñoz, la joven que falleció tras una agonía de ocho meses por las trompadas que le dio su novio, familiares, amigos y organizaciones sociales y políticas se movilizaron este miércoles a los Tribunales porteños en reclamo de justicia y para que la causa por “lesiones agravadas”, en un claro enmascaramiento del crimen de género, se recaratule como femicidio.

 Por María Florencia Alcaraz

Un día Fran dejó de preguntar por su tía Suhene: cada vez que juega con sus dinosaurios, agarra el cartel con su foto en una pancarta y habla con ella. Completa su ausencia. Fran tiene cuatro años. Es la forma que encontró para explicar el crimen de su madrina. Suhene Carvalhaes Muñoz murió hace un año. Su lento femicidio se extendió por 241 días. Empezó la madrugada del 19 de julio de 2014 cuando su pareja, Damián Loketek, la golpeó e intentó ahorcarla en el departamento que compartían en el barrio porteño de Belgrano. Ella nunca pudo recuperarse de las heridas que le dejó la violencia machista en forma de piñas: una trombosis del seno venoso cerebral, hidrocefalia y un edema en el nervio óptico que le desvió la mirada. Falleció ocho meses después, el 16 de marzo de 2015.

Los familiares y amigos de Suhene, junto a organizaciones sociales y políticas, se movilizaron a los Tribunales porteños el último miércoles. Reclamaron que la Justicia llame a las cosas por su nombre: femicidio. La investigación, que está en manos del Juzgado de Instrucción 31, a cargo de Susana Mabel Castañera, está caratulada como “lesiones agravadas”. El expediente enmascara el crimen de género desde su portada.

Catalina, la madre de Suhene, y sus hermanos Sarah -mamá de Fran- y Savik, están al frente de la búsqueda de Justicia. Como Suhene, todos nacieron en Río de Janeiro. Vinieron al país cuando ella tenía 5 años. Migraron por el padre, quien siempre tuvo una presencia intermitente en sus vidas.

Decidieron convocar a una movilización después del último movimiento en la causa. El 29 de febrero una Junta Médica compuesta por peritos del Cuerpo Médico Forense, dependiente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y un perito de parte del acusado descartó la vinculación entre los golpes y la muerte. Y lo que es peor: trasladaron la responsabilidad a la propia víctima. En ese informe enumeraron causas de trombosis y entre ellas incluyeron el consumo de anticonceptivos. Ese mismo argumento esgrimió la defensa de Loketek para eximirlo de responsabilidades, quien dijo que Suhene se había caído de la cama.

Los peritos de la Junta Médica omitieron el dictamen de la médica forense Virginia Creimer. En la autopsia, después de un exhaustivo trabajo frente al cadáver y ante un análisis de cada una de las internaciones, la experta encontró el nexo de causalidad entre la golpiza que le dio Loketek y el desenlace fatal.

Creimer fue convocada para intervenir por la Dirección General de Políticas de Género de la Procuración General de la Nación. En ese entonces era subdirectora de la Dirección de Apoyo Técnico a las Investigaciones Fiscales. Para ella es importante entender este tipo de casos en su contexto. “Cuando las mujeres llegan a hacer la denuncia a veces pasa mucho tiempo desde que empezó el maltrato. El derrotero que tienen que seguir para conseguir que se respeten sus derechos lleva a que muchas desistan y vuelvan al hogar donde están siendo maltratadas. Es interesante tener en cuenta que las lesiones que sufren las víctimas van dejando distintos tipos de marcas. Los traumatismos sufridos por una mujer, por ejemplo encéfalo craneanos, pueden tener manifestaciones que duren meses, incluso hasta su fallecimiento”, desarrolló.

En particular sobre el caso de Suhene, Creimer dijo: “El consumo de anticonceptivos tiene consecuencias adversas. En general producen efectos trombóticos, un aumento de la coagulación, no de la hemorragia. Entonces el argumento que el anticonceptivo pueda haber producido la hemorragia cerebral por traumatismo en la víctima es irrisorio. Es una contradicción científica que no admite análisis. El único objetivo que tiene es derivar la responsabilidad a los profesionales médicos que atendieron a la víctima. En lugar de otorgársela a quien produjo las lesiones”.

“Mi hermana dejó de tomar anticonceptivos el mes de la golpiza. Ni siquiera comprobaron químicamente que haya sido el anticonceptivo. Es absurdo el argumento. Por eso presentamos una impugnación”, dice Sarah. El abogado que representa a la familia coincide: “Hasta estos hechos de violencia, ella no tenía ningún problema de salud. El traumatismo y la compresión yugular son causales de la trombosis”.

En la vida de Suhene todo era futuro: tenía 26 años, estudiaba Veterinaria en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), quería tener hijos y abrir un refugio para mascotas. Todo se puso en pausa después del ataque. Aquella noche, Suhene y Damián salieron a comer para celebrar su aniversario. Se habían conocido trabajando en IBM, y hacía dos años que estaban juntos. El estaba un poco borracho y cuando volvían caminando empezó a insultar a las mujeres que se cruzaban: puta, trola, le gritaba a las que llevaban minifalda o shorts. Entraron al departamento y siguió con ella. Cuando Suhene comenzó a armar las valijas para irse a dormir a lo de su madre empezaron los golpes. Eran las dos de la madrugada. Los vecinos escucharon gritos y llamaron a la comisaría. Damián había arrancando el teléfono de línea y le había sacado la batería al celular de su novia. Una hora después llegaron los policías. “Esto se termina acá. Fue una pelea entre ustedes. Los problemas de pareja se resuelven en la casa”, les dijo uno de ellos.

Suhene denunció la paliza en la comisaría 33ª. Damián tenía una mordida en el brazo, los policías escribieron: “lesiones de orden recíproca”. Ese mismo día, fue hasta la Clínica Adventista. Cuando el radiólogo le preguntó qué había pasado, la chica no dudó: “Me golpeó mi novio”. El médico anotó: “consulta por dolor de muñeca”. La violencia de género otra vez solapada, ahora bajo el lenguaje médico.

Con el tiempo, los moretones desaparecieron, pero el dolor de cabeza fue in crescendo. En el Fleni le hicieron una tomografia pero no detectaron la trombosis. El 21 de agosto de 2014 quedó internada por 21 días en el Hospital Alemán, en terapia intermedia. Los médicos le diagnosticaron una “trombosis vascular con hidrocefalia de carácter traumático”. Fue la primera institución que puso el caso en contexto: “Ingresa por traumatismo, relata violencia de género”, escribieron.

Durante la internación, Suhene pidió custodia. Cuando le dieron el alta dejó de trabajar y estudiar. Tenía miedo de salir a la calle y cruzarse con Damián. Los medicamentos, los anticoagulantes y las visitas médicas se volvieron rutina. Vivía para calmar el dolor. En marzo del año pasado se descompuso y la internaron. Entró en coma y aquello que había empezado ocho meses atrás se volvió irreversible. “Todos colaboraron un poco para que todo saliera mal”, dice Sarah con su acento brasileño.

En todo el proceso judicial, Damián siguió en libertad. “Creemos que hay peligro de fuga porque él tiene familia en el exterior”, dice Sarah con preocupación. La hermana de Suhene lleva a todos lados el botón antipánico que pidió cuando se enteró de que su ex cuñado amenazaba a Suhene con su sobrina, Fran. La misma nena que juega con la pancarta de su madrina muerta. Esa que conoce que los contornos de la violencia machista son difusos y amplios. Y que hoy le escribe cartas con corazones y se las manda al cielo.

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