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Viernes, 18 de marzo de 2016

EL MEGáFONO

Una política de apariencias y simulacros

 Por Cora Gamarnik (*)

Macri acostado con su mujer en una reposera, con su familia feliz, recibiendo a su hija en el despacho presidencial, pintando con témpera junto a su hijita (el vaso de agua está limpio pero bueh... algunos detalles se escapan). Todas están construidas como fotos casuales pero son operaciones de prensa planificadas, piezas de un gran rompecabezas comunicacional, (puestas en) escenas de actos cotidianos como si fueran auténticos. Usan la condición de verdad de la fotografía para plasmar una política de apariencias y simulacros. El vestuario, los chistes, la amabilidad con los fans, nada se deja a la improvisación. La naturalidad es construida.

Macri es todo él un medio de comunicación. Frente a la imposibilidad de satisfacer demandas se busca crear un lazo comunicacional afectivo y de identificación que actúa en el terreno de la empatía. Incluso de las imperfecciones hay que sacar ventajas (si se da marcha atrás con una medida es porque son reflexivos y humanos). La falta de precisión, la lisa y llana ignorancia, las idas y vueltas son parte del dinamismo macrista. Todo está guionado salvo breves momentos en los que se salen del libreto, la amabilidad se difumina cuando se cuela una cuota de espontaneidad. La verdadera cara surge allá donde no hay montaje.

Esta nueva forma de comunicación política, con dosis de intimidad y espectacularización, no es un fenómeno nuevo. Mostrar el costado humano de un presidente fue un recurso utilizado en muchas otras oportunidades. Hay fotos de Perón en el supermercado, de Videla yendo a misa con su familia, de Keneddy con su hijo en el despacho presidencial, de Obama jugando con su perro en el salón oval. Pero el macrismo la está utilizando en nuevas proporciones y con renovada estética.

Frente al conflicto social hay buena onda, diálogo y trabajo en equipo. Se trata de despolitizar pero también de reemplazar los (viejos) símbolos por un nuevo tipo de identificación. Lo que se entierra debajo de la grieta es la reconstrucción del Estado y el discurso político de revalorización de la política.

Pero ni los globos, ni el perro en el sillón, ni el short de Vidal pueden evitar que se vea la violencia represiva, los despidos masivos, la pérdida de derechos, la acelerada reducción del poder adquisitivo de sectores medios y populares, la destrucción de la libertad de expresión, el vaciamiento de programas sociales, el remate de la cultura pública, la subordinación a los fondos buitres, el reendeudamiento que pagarán nuestros nietos y los nietos de nuestros nietos, el desprecio por el funcionamiento democrático.

Las imágenes como los discursos tienen el poder de producir poder performativo. Durante un tiempo puede funcionar pero por más fotos del perro en el sillón que se publiquen nadie puede, durante mucho tiempo, sostener un gobierno que empobrece y reprime tras un discurso de diálogo y amor.

(*) Doctora en Ciencias Sociales y especialista en Historia del Fotoperiodismo en Argentina.

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