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Después de Batán, la historia de un preso vista a través de la mirada fascinada de su hermana menor, Débora Mundani (Buenos Aires, 1972) publicó una novela corta en la colección Exposición de la Actual Narrativa Rioplatense, titulada Por cuarenta mil años. En 2016 finalmente publicó El río, que había recibido una mención en el premio Casa de las Américas 2015. En un viaje a la vez espacial y temporal ambientado en el delta del Paraná, la novela sigue el curso de una genealogía anónima de personajes a la intemperie, acechados por la selva, las crecidas del río y la explotación laboral. Rodeada de personajes masculinos, Helena ilumina las vidas de su padre y sus hermanos, la de su hijo y la del padre de su hijo, un trabajador adolescente que huye de un feroz yerbatal de Misiones. Mundani atiende como pocos el mundo del trabajo de los personajes, de modo tal que la narración detiene su curso para observar con cuidado y respeto lo que la intriga podría pasar por alto.

Desde el epígrafe (“El río es memoria”), en la novela fluyen imágenes de la obra de Haroldo Conti. La autora es concluyente al respecto: “Si vale la expresión, El río existe porque leí a Conti. Hay lecturas fundamentales de las que no alcanzamos a tener registro en el momento que se producen, pero con Sudeste me pasó algo muy distinto: mientras avanzaba en el texto supe que Conti me devolvía a un mundo que conocía, al que de alguna manera, habiéndolo dejado atrás, seguía perteneciendo. Y fue en ese pasaje de la lectura a la conciencia de un encuentro que surgió la escritura como una posibilidad de diálogo”. En El río Mundani hace posible esa conversación entre su literatura y la del autor nacido en 1925 y desaparecido en 1976. “Como en toda conversación, aunque sabía que hablaba con alguien que no tenía posibilidad de respuesta, tomé de sus palabras todo lo que pude con la intención de crear, en un mismo universo, otra historia.”

En dos tiempos que más adelante convergen, El río narra la historia de una familia separada y unida por la pertenencia al Paraná. Horacio encuentra muerta a su madre, luego de unos días en que la había notado desorientada. Aunque se avecina una tormenta, insiste en llevar su cuerpo a Trinidad, río arriba. Carga el ataúd en la lancha y emprende el largo y lento viaje, que es también un viaje a su pasado, ceñido a la convivencia casi fraternal con Helena. La atención de Horacio se centra en las circunstancias del viaje, en los vecinos que encuentra en los muelles, en la naturaleza y sus estragos. Sorprenden en la novela los personajes masculinos que Mundani construye. “Me crié rodeada de hombres: mis hermanos, mi viejo, mis tíos, mis amigos y los de mis padres. Me dedicaba a mirarlos. Qué hacían, qué no. Cómo hablaban. Ante qué callaban. Cuándo y frente a qué reaccionaban. Así, sin querer, fui (y aún sigo) armando mi colección de personajes”, dice la autora.

Drama proletario de cámara, con pocos personajes y un mismo entorno, El río describe una filiación delicada y melancólica, en el escenario más brutal que romántico de las islas del Paraná. Materiales valorizados de nuevo por la narrativa local –como el abandono de los pobres a su suerte y la persistencia de una solidaridad callada entre ellos– tejen una red de relaciones, vínculos y parentescos no sólo temáticos, sino también verbales: “Les resultaba difícil empezar una conversación. De lo que más sabían no querían hablar, el río los había empujado hasta ahí, pero tampoco podían evitarlo. Ellos mismos eran el río esa noche”. Una poesía enunciada en frases contenidas y de poco aire impregna la historia de tres seres aislados que se salvan y se protegen unos a otros, a destiempo y sin mucha fortuna.

El río
Débora Mundani
Corregidor