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Viernes, 16 de abril de 2004

ENTREVISTA

Las elecciones de Aitana

Reconcentrada en su mundo privado –en el que habita como una reina su hija Bruna–, Aitana Sánchez Gijón todavía transmite el temblor que le produjo haber prestado su cuerpo al personaje de Vera en La puta y la ballena, la película de Luis Puenzo. Y da cuenta también de las elecciones que la hicieron ser quien es: una actriz que no les escapa a las definiciones políticas y sabe decir no.

 Por Soledad Vallejos

En medio de una tarde de un calor apabullante, en un living de Palermo el tiempo se ha detenido para que la intimidad indescriptible (y profunda) de dos personas haga evidente lo superfluo de todo lo demás. Aitana Sánchez Gijón amamanta a la pequeña Bruna con toda la serenidad que puede tener esa mujer de ojos inmensos en pleno trance de dar entrevistas y desovillar lo que ha sentido poniendo el cuerpo por Vera frente a las cámaras de Luis Puenzo. Pero por ahora calla, de momento queda claro que, si de serenidad y abstracción se trata, es difícil que alguien vaya a quebrar ese cristal si ella no decide, como sucederá en un instante, mudar ese silencio en palabras y algo de alegría porque todavía no es necesario maquillarse, cambiarse, peinarse para alguna sesión de fotos. Aitana, esa actriz española que con poco más de 30 años supo presidir la Academia de Artes y Ciencias de su país, que ya lleva rodadas tantas películas como años tiene (35), que defiende las (escasas) huellas que la vida y el tiempo van sembrando en su piel y su cuerpo como parte necesaria de su identidad, todavía recuerda lo que pasó un año y medio antes del rodaje de La puta y la ballena, cuando tuvo por primera vez el guión en sus manos:
–Lloré de emoción. La verdad es que siempre he tenido la suerte de poder elegir mis trabajos en esta profesión, lo que pasa es que dependiendo de la edad que tienes te van ofreciendo personajes más acordes con tu momento, con el momento de tu vida. Cuanto más mayores nos hacemos, más interesantes y complejos son los personajes . Tienen otros niveles de profundidad que cuando eres más jovencita. En este caso, yo leí la primera versión del guión (hubo como seis o siete versiones más) y me encantó tanto que lloré. Eso me había pasado sólo una o dos veces, así que no necesité saber más. Fue una emoción intensísima, por un personaje que quizá sea uno de los más difíciles y complejos de mi carrera.
La mujer capaz de olvidarse del mundo por amamantar a su pequeña supo convivir, durante el rodaje en Puerto Pirámides, con una mujer a la que fue construyendo y conociendo a lo largo de meses de investigar sobre la presencia de la enfermedad en el cuerpo femenino. Para poder ponerse al servicio de Vera, Aitana debió acercarse lenta, cuidadosamente, a ese personaje sumido en crisis, una escritora española con una vida cómoda y segura a quien el diagnóstico de cáncer de mama termina por obligar a soltar las amarras de la contención familiar y urbana para buscarse a sí misma en medio de la nada y el viento patagónico, so pretexto de escribir los epígrafes de un proyecto fotográfico. Ese fue el trayecto, entonces, entre más de un año de desmenuzar el guión y vivir un mes de rodaje en Puerto Pirámides.
–Vera es una mujer que aparentemente lo tiene todo en la vida: tiene una familia, una situación económica acomodada, un trabajo, pero cuando empieza la película vemos que está en crisis, una crisis profunda de pareja, y existencial y que, además, se ve agravada por la enfermedad. Y entonces decide emprender un viaje sola, un viaje de búsqueda de sí misma y de afrontación del dolor, de la enfermedad, de la mutilación pero sin ningún apoyo. Ella dice algo como: “En España tengo a mi familia, mi padre se haría cargo de todo, es médico, y tengo a mi marido, a mi hijo... pero estaría tan sola como aquí. Aquí estoy sola igual, pero es más claro todo. No tengo a qué aferrarme, y no tengo más remedio que afrontar que no puedo engañarme más, que no puedo buscarme comodines ni nadie que me arrope, como he hecho toda la vida”. Entonces, esta mujer llega a ese punto en que ya no quiere seguir engañándose, seguir traicionándose, que quiere recuperar aquella que fue en algún momento de su vida, completamente libre, como Lola, el otro personaje femenino que es un poco el alter ego de Vera (N. de R.: y cuya vida, en el film, se desarrolla en unos años ‘30 mentadísimos por el personaje de Sánchez Gijón). Es un poco la búsqueda de esa mujer joven y libre, que hacía lo que le daba la gana, hasta que Vera termina asumiéndose tal y como es en este momento: no pretendiendo ser aquella que era ayer, sino esta mujer que ha sufrido una mutilación por una enfermedad y aprende a luchar por la vida. Eso es lo hermoso.
–¿Cómo te acercaste y cómo te relacionaste con la enfermedad?
–Tuve la oportunidad de hablar con algunas mujeres que habían pasado por el cáncer de mama. Me inspiró muchísimo lo que hizo una artista que murió hace muy poco, Gabriela Liffschitz. Ella es una de las inspiradoras del personaje de Vera. (De hecho, Luis hacía ya tiempo había escrito un cuento sobre una ballena que vara dos veces en el mismo lugar, y luego, mucho después, leyó un artículo sobre el libro de Gabriela, y le impresionó mucho. Entonces, a partir de varias piezas que venían de distintos lugares armó esta película.) Vi los dos libros de Gabriela, el primero, que es posterior a que le sacaran el pecho (Daños colaterales), y el segundo, en el que hay fotos de ella completamente rapada, con unas serpientes pintadas en el cuerpo, una cosa muy bella (Recursos humanos). Es fuerte esta cosa de mostrarse, de buscar a través de la exposición pública, este proceso sanador de ser capaz de ponerse ante la mirada del otro con valentía y queriendo demostrar a los demás, y sobre todo a sí misma, que puede haber belleza en un cuerpo mutilado, que puede haber belleza en la imperfección. Y que también es posible la belleza en lo que resulta desasosegante, y que te puede producir rechazo en un momento dado, porque si vas más allá, ves que hay belleza. De hecho, esas fotos de Gabriela son hermosas. Hay una cosa andrógina, también, en la falta del pecho, una dualidad de lo femenino y de la negación de lo femenino al mismo tiempo. Y eso no sólo está en las fotos sino también en los textos que escribió, que eran como si vinieran directamente del subconsciente. Esos trabajos me ayudaron a armar toda la parte emocional y como de terremoto, el terremoto emocional e intelectual por el que pasaba mi personaje en todo ese proceso.
Desde la terraza del loft, todo alrededor parece puro silencio y cuadras desiertas. No llegan noticias de los autos en la avenida, de la gente en la calle, de los murmullos que anuncian la inminente producción de fotos más abajo. Sólo un tren, de tanto en tanto, se atreve a imponer su presencia pasando al otro lado de la medianera, trayendo con esa inconfundible respiración de máquina los recuerdos de algún campo, algún pueblito, alguna otra existencia. Es solamente en esos momentos que la serenidad proverbial de Aitana puede amenazar con quebrarse, pero no; apenas calla un instante, deja que el estruendo pase, vuelve a mirar con esos ojos enormes y no puede evitar un: “Me gustaría hablarte de Luis Puenzo”.
–Me gustaría decirte que Luis es el hombre con el alma más femenina que he conocido nunca, que ésta es una película de personajes femeninos muy fuertes, muy hermosos, sin ser maniquea con los hombres. Porque a pesar de estar muy dentro de los ojos de estas mujeres, los personajes masculinos que aparecen también son seres humanos complejos con sus sombras y sus luces, como somos los seres humanos. Suena a tópico, pero es que yo trabajaría hasta el día que me muera con Luis Puenzo. El trabaja para sí mismo, y para encontrar respuestas, encontrar belleza, para plasmar dudas, preguntas. Y para mí ha sido una especie de camino de aprendizaje como ser humano hacer esto, porque hemos trabajado a la par, entrando en unas profundidades que me han hecho crecer como persona.

El acento inconfundiblemente español de esa voz suave nada dice del nacimiento en tierra romana en pleno exilio por la dictadura franquista, de una infancia politizada en la que los relatos de su padre antifranquista (profesor de historia, jubilado, traductor del italiano y comunista) se sumaban a los de su madre italiana (y matemática), de ser ahijada de la hija de Rafael Alberti (quien, además, le legó el nombre). Cuenta, en cambio, que sigue deseando hacer comedia pero que la llaman poco para eso (“igual, me gusta sufrir en el cine, me gustan los personajes dramáticos y que pasan por emociones fuertes y por momentos de crisis”), que hace unos meses dio dos representaciones de la ópera-oratorio Juana de Arco, que “he hecho personajes que están muy al límite y me gustan mucho las películas que me hacen llorar”. Y en eso, mientras navega en ese maremagnum de exposición pública que ha sabido controlar con precisión (escapó, hace unos años, del lugar de la-chica-española-en-Hollywood, tras filmar con Keanu Reeves Un paseo por las nubes porque sentía que ese glamour de utilería no le iba cómodo) para no dejarse invadir, también ha demostrado que sabe manejarse en el sector más político de la industria del cine, como quedó en claro tras su gestión como presidenta de la Academia de Artes y Ciencias española. Ahora, en cambio, prefiere ubicarse lejos de esos traqueteos y cerca de su mundo privado, aunque ello no signifique mantenerse al margen ni callar opiniones. No es un detalle menor, especialmente cuando ha pasado apenas un mes desde el atentado a los trenes madrileños que sucedió a sólo un kilómetro de su casa.
–La reacción posterior al atentado es el resultado de un largo proceso. Creo que todos, como ciudadanos, hemos reaccionado. Cuando Aznar apoyó a Bush, se formó una plataforma de cultura contra la guerra –que sigue estando activa–, y la gente está muy en marcha porque es muy fuerte lo que pasó, y mira lo que pasó: el atentado de Madrid, que es algo que ya veíamos venir desde el momento en que se declaró la guerra y nuestro país estaba en medio. Frente a esta guerra ilegítima nosotros hemos estado muy activos, y eso afortunadamente se vio reflejado en las urnas, ese descontento general, la indignación y el agravio. Pero se han rebasado algunos límites de desinformación, de ocultación de la verdad, de censura informativa.
–Algunos mails que empezaron a circular por la Argentina contaban sobre manifestaciones y actos que las cadenas y los diarios no informaban.
–Sí, fue realmente escandaloso. La noche previa a las elecciones hubo muchísima gente, no sé decirte el número, pero fue algo totalmente espontáneo, no convocado por ningún partido político sino por los mensajes que se estaban mandando con los móviles. El 90 por ciento de la población se había manifestado en contra de la guerra, el de Aznar es un gobierno que ha actuado totalmente de espaldas a la opinión pública, por fin era hora de que los echáramos. Yo espero que estemos alerta, que la gente siga manifestándose y exigiendo a nuestros políticos, no votando y olvidándose hasta cuatro años después.

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