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Viernes, 9 de julio de 2004

MODA

Reina Rojo Shocking

Rival de Coco Chanel en el elegante ring del salón de té del Hotel Ritz de París, Elsa Schiaparelli fue pionera en eso de tender lazos entre el arte y el diseño de indumentaria. Zapatos por sombreros, labios convertidos en sillones rojo shocking –un color que lleva su firma– o insectos que mutan en joyas son algunas de sus creaciones en las que se puede advertir tanto la huella surrealista como una imaginación fértil al servicio del glamour.

Por Felisa Pinto

Hasta agosto se puede ver en París una muestra necesaria, sobre las creaciones y estilo de Elsa Schiaparelli, italiana radicada en París, en las décadas del ‘30 y ‘40 y pionera en el siglo XX de esa unión que hoy denominan arty, tanto los modistos como los artistas plásticos. Sus diseños formaron parte de los primeros atisbos de la interrelación insuperable de su talento y su genio con los célebres del surrealismo como Dalí, pero también con los movimientos de los pintores cubistas, y toda la vanguardia parisina, entre los que se destacaban Cocteau y Christian Berard, para citar a sus laderos preferidos.
Una multitud de víctimas de la moda y de seguidores arty de su etiqueta, que recién ahora se difunde con fanatismo, se congregó en el Museo de la Moda y el Textil, donde se realizó la ineludible muestra. La curaduría y la organización fueron un esfuerzo de dicho museo y el Museo de Filadelfia. Entre la multitud, de famosos, la espléndida presencia de Marisa Berenson, nieta de Elsa, y emblema de Andy Warhol, en su momento. Berenson alternó ese día sus apariciones públicas no necesariamente mundanas, pues además de ser embajadora extraordinaria en la UNESCO –en el área de ayuda a la infancia en dificultades– preside la fundación que lleva el nombre de su hermana Berry Berenson, desaparecida en la catástrofe de las torres, el ll-09, en Nueva York, y se ocupa de la misma área de necesitados. La prensa francesa, que acosó a la ex luminaria, recogió sus opiniones sobre la muestra del genio de su abuela. Dijo Marisa: “Lo que me maravilla es que esta artista de la ropa ha dejado ideas y formas que hoy son ponibles y actuales. Se percibe la sensibilidad extraordinaria de alguien con carácter muy fuerte que amaba a los artistas y sus proyectos y detestaba la mundanidad. Infortunada en el amor, amó locamente a un aristócrata cosmopolita como mi abuelo, quien la abandonó para irse con Isadora Duncan, otra gran artista de la vanguardia de la danza y un peso pesado en el mundo del arte. Todo eso se percibe en esta exposición”.

La Italiana
A pesar de que la vida de Schiaparelli modista fue dedicada a la fusión con el arte, Coco Chanel no pensaba lo mismo. La irritó siempre la llegada de “la italiana”, como denominaba despectivamente a Elsa, la igualmente grande Coco. En el mismo territorio de la rue Chambon, donde Chanel perpetuaba sus geniales y muy diferentes creaciones, Schiaparelli abrió su boutique de la Place Vendôme, ambientada por Jean Michel Frank –la última palabra en decoración vanguardista de los años 30–. La guerra se declaróentre ellas, en ese barrio chic. Y, a la hora del té, el ring elegido eran los salones del Hotel Ritz, donde competían las elegantes cosmopolitas vestidas por una u otra etiqueta. Por un lado el estilo “pobre de lujo”, como supieron clasificar los críticos al estilo de Chanel, y por el otro, la ropa audaz, muy sensual y artística de Elsa Schiaparelli.
Nacida en Roma, hija de aristócratas italianos y su padre anticuario de alto nivel, supo codearse con el arte más refinado de Oriente y Occidente, y, sin dudas, eligió el exotismo para expresarse en la ropa, que hoy puede apreciarse en el Museo de la Moda y el Textil. Entre sus elecciones más inesperadas para la época, eligió el surrealismo, que fue la huella más clara y visible en todos sus vestidos y accesorios. Los artistas de vanguardia entre los que sobresalió Dalí solían imprimir sus trazos en telas especiales para ella. Elsa se animaba a usar materiales inusuales en la costura, como también coloridos y combinaciones insólitas. Como por ejemplo la inclusión de papel celofán transparente en detalles de alta costura, cuando se avecinaron aires de la Segunda Guerra Mundial.
Cansada de los vestidos y túnicas de Vionnet y los drapeados de Gres, Schiaparelli reformuló nuevamente la silueta femenina. Marcó la cintura casi con exageración, devolviéndola a su lugar, ensanchó y dio volumen a los hombros con hombreras y ornamentos y detuvo el dobladillo a la mitad de la pantorrilla, rebajando, a su vez, el contorno de las caderas mediante faldas tubulares de caída estilizada.

Militante del glamour
Elsa recuperó el glamour, evitando el look andrógino de décadas anteriores, como los años ‘20. Fue audaz y a través de su moda la imagen de una mujer llamativa y sexy, con grandes dosis de transgresión, empezó a tentar a las celebridades tanto francesas como de Hollywood, una clientela situada entre las divas elegantes de la pantalla hollywodense. Katharine Hepburn, Claudette Colbert, Merle Oberon, Lauren Bacall, Marlene Dietrich y Norma Schearer, fueron sus más fanáticas seguidoras.
Dentro de los modelos más memorables, para las que buscaban lo diferente, se encuentran los casi escandalosos sombreros en forma de zapato, colocados en forma invertida sobre la cabeza. O también los cascos con forma de cucurucho de helado que Elsa lanzó con éxito en l937.
Igualmente espectaculares son los motivos que hizo bordar por Lesage sobre pulóveres tejidos, para usar de noche sobre una falda de crêpe, hasta los tobillos. O los diseños inspirados en tatuajes de marineros como anclas, serpientes o esqueletos, amén de corazones atravesados con flechas.
Sobre los trajes de baño, toda una novedad, hizo estampar siluetas de langostas rojas de mar, tomadas de un diseño de Dalí para una cartera y un cubre-teléfono.
En sus salones también se advertía la mano y la imaginación de Dalí en el gran sofá diseñado en forma de labios rojo shocking, como se llamó el color creado por Elsa, y seguramente, el ícono que más copiaron los diseñadores de muebles hasta hoy. Aún más que su ropa. Shocking se llamó, igualmente, su perfume de l945, cuyo frasco era una réplica de las formas excitantes del cuerpo de Mae West, y fue diseñado por otro peso pesado de las artes, Leonor Fini.

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