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Viernes, 9 de julio de 2004

TALK SHOW

Derechas y humanas

Vos pensás que Mecha se va a parecer a su madre dentro de 50 años?”, le pregunta de lo más preocupado Franco a su amigo Ezequiel, que se las da de conocedor mundano: “Todas las mujeres terminan pareciéndose a su madre. Esa es la tragedia de sus vidas”. La escena tiene lugar en la actualizada versión de la pieza de Oscar Wilde largo tiempo conocida en castellano como La importancia de llamarse Ernesto, que Hugo Halbrich, también puestista, ha retraducido con acierto La importancia de ser Franco (en El Ombligo de la Luna, los sábados a las 21.30). La madre infatuada y autoritaria, modelo que Franco teme que a la larga su amada Mecha reproduzca, es la ridícula Augusta Bracknell, una dama de sociedad, desde luego inglesa en el original, pero que resulta totalmente creíble como pituca de Barrio Norte, Recoleta para más datos. Es que este personaje de Wilde es un arquetipo occidental de clase alta (con o sin blasones, con o sin guita), alguien convencido de su superioridad de casta, de su condición de jueza del buen gusto, las buenas maneras, los buenos matrimonios. Obviamente, la señora Augusta no quiere saber nada de que su bonita y pulida hija se case con un muchacho encontrado en un bolso en una estación de trenes (¡para colmo en Constitución!) y somete a Franco a un interrogatorio, divertidísimo para el público, que pone de manifiesto sus insustancial frivolidad y su anhelante codicia. “Es inaguantable”, le comenta Franco a Ezequiel. “Nunca conocí a una gorgona semejante. Es un monstruo sin ser un mito.”
Qué no habría dicho el honesto y sensible Franco de encontrarse con las cinco terroríficas madres de Derechas (foto), la pieza con dramaturgia de Bernardo Cappa y José María Muscari, con puesta del segundo, que se reestrenó recientemente en la Fundación Konex, con montaje adaptado al nuevo ámbito. Porque estas cinco mamitas con traje de luces (lentejuelas, mostacillas, canutillos, etc.) que salen a torear a sus respectivas hijas treintañeras, cuarentañeras que intentan vanamente esquivarlas o hacerles frente, tiene algo de aquellas despóticas y arbitrarias progenitoras lorquianas. De Bernarda Alba, por ejemplo, que tenía a sus hijas en un puño, sofocando cualquier atisbo de rebelión.
Claro que estas señoras que se consideran a sí mismas la crème de la crème del barrio, de una clase media que se cree injustamente exiliada de la alta, con una ideología que defiende los valores más rancios del patriarcado, no alcanzan ni la grandeza de las madres tremendas de Lorca, ni se expresan con la contención tan british de la Augusta de Wilde. Nada que ver: ellas, las diez protagonistas de Derechas, madres e hijas con cuentas por ajustar, secretos por destapar y rivalidades a flor de piel, tardan poco en mostrar la hilacha de la vulgaridad, la cursilería, el patrioterismo como escudo y fachada.
Lo insólito de esta puesta de Muscari es su modo de implicar, de atrapar al/la espectador/a en la trama que van hilando y deshilando estas mujeres en la cena show donde se desarrollan los tragicómicos acontecimientos: el público, en vez de ir a una butaca, se sienta a la mesa. Larga mesa donde humean empanadas cerca del tinto y las gaseosas. Enfrente de la cronista hay una cara familiar al borde del llanto: ¡es la doctora que asistía a Daniel Fanego en Resistiré! Es decir, Armenia Martínez, una de las diezmemorables intérpretes, que merecen ser nombradas: Marta Paccamici (Pocha), Andrea Vázquez (la Negra), Mirta Vieytes (Chiche), Clarisa Korovsky (Cuqui), Hana Fleishman (la de las medias de red), Marta Pugliese (la poetisa), Dina Pugach (la bocasucia), Elsa Bloise (la de rosa, con la pintura corrida) y Elsa Reidl (Nélida, la sargentona). La disputa por la herencia de las joyas de Evita y las relaciones con el juez corrupto actúan como pretexto para que explote la lucha por el poder político dentro del clan y también por seguir manteniendo el poder maternal. Derechas y humanas (pero no humanistas), estas mujeres dejan una intranquilizadora estela.
Derechas, en el Centro Cultural Konex, Córdoba 1235, sábados a las 21, a $ 10, 4816-1800.

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