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Viernes, 31 de julio de 2009

LIBROS

Rescate emotivo

Acunados entre la certeza de que la literatura infantil puede ser una fuente de “felicidad eterna” y la necesidad de seguir aportando a la construcción de la memoria colectiva sobre la historia reciente, Luciana Delfabro montó Planta Editora, un emprendimiento para recuperar libros infantiles escritos antes de la dictadura por autores consagrados en otras áreas. Obras bellamente editadas que prometen multiplicarse en la recuperación de nuevos títulos.

 Por Laura Rosso

El origen de Planta Editora está dado por la sorpresa del encuentro de un puñado de autores cuya obra infantil estaba olvidada o fuera de circulación y que en su mayoría se escribió antes de la última dictadura militar. Sin embargo, aquí, el encuentro está íntimamente enlazado con la búsqueda de esos autores. Y también con un grupo de una generación que quería hacer algo con eso. Apostaron y se propusieron ser el puente entre esa generación de escritores y los chicos que, de otro modo, sin los libros en la calle y en las librerías no tendrían el medio para conocerlos.

Luciana Delfabro fue quien motorizó ese deseo inicial. No se quedó con las ganas. Dejó un trabajo con horarios fijos y se puso a trabajar free lance como correctora de estilo, continuó con el trabajo en editoriales que se fue diversificando con el tiempo y así con un arco amplio de lo que era el trabajo editorial comenzó a hacerse de un oficio para concretar su idea: hacer un sello editorial con cuentos ilustrados para niños y niñas.

“Yo empecé a investigar sobre literatura infantil en La Nube (una gran biblioteca que tiene todo lo que te puedas imaginar sobre libros infantiles) y, al mismo tiempo, me acordé de que Sara Gallardo, mi escritora favorita, había escrito cuentos para chicos. Yo no sabía dónde estaban pero sabía que existían. En esa época estaba leyendo también un libro de Delia Maunás que era una gran entrevista a Boris Spivacow que tenía reseñadas todas las colecciones de Centro Editor y Eudeba y encontré los libros infantiles de Oesterheld. Estos dos encuentros le dieron la identidad definitiva a Planta Editora, al ver que había muchos escritores argentinos súper interesantes e importantes que tenían su obra infantil olvidada. Entonces dijimos, empecemos ese camino de rescate. Una cosa más que puedo vincular con esto es que yo en ese entonces (y hasta ahora) participo en un equipo de investigación vinculado con la memoria, donde siempre se conversaron mucho los problemas de Argentina en relación con la memoria y la cultura. Y bueno con todo esto, las cosas cerraban muy bien y nos pusimos a trabajar.

¿Cuándo aparece tu interés por la literatura infantil?

–Al pasar mucho tiempo leyendo libros infantiles encontré una especie de refugio de felicidad eterna. No podía creer algo que me aportara tanta felicidad y ternura. Pensé también: todos deberíamos leer siempre libros infantiles. ¿No es ésta la literatura más universal de todas?

¿Cuál fue el cuento que más te gustó en tu infancia? ¿Por qué lo recordás?

–Tengo recuerdos separados en dos: por un lado, recuerdos de sentimientos con libros en donde pesaban mucho las ilustraciones. Situaciones dibujadas que no podía dejar de mirar, buscando más detalles, más información o corroborando una y otra vez lo que había ahí. En esta parte, me acuerdo por ejemplo un libro de dragones y animales mitológicos que había en la casa de mi mamá (sobre todo me acuerdo de los unicornios), un libro en colores, de tapa dura que miraba con mucho cuidado y respeto. También me acuerdo de una enciclopedia que había en mi casa con fotos submarinas y alguna información sobre Jacques Cousteau, quien en mi recuerdo era un señor loco sumergido eternamente bajo el agua. Después tengo también muy presentes los cuentos que me contaba mi abuela, que en verdad eran dos que los repetía ad infinitum: uno de ellos era el de una nena buena que hacía todo bien y su hermana, una nena muy mala que terminaba en un pozo devorada por víboras y otros insectos horribles. Este cuento es exactamente el inverso a uno de los cuentos de Saki que publicamos, El contador de cuentos, que narra la historia de una nena que por ser tan buena y tener tantas medallas que premian sus virtudes, termina devorada por un lobo cuando al temblar de miedo sus medallas chocan entre sí y avivan al animal. Después hay una etapa, más de formación e inicio a la lectura, donde me tomaba los libros como cosas muy serias que te daban cierta importancia. Allí me acuerdo como un libro fundamental El banquete de Severo Arcángelo de Marechal y El cónsul honorario de Greene. Ambos libros los leí porque los leía mi hermana más grande. Y aunque yo era muy chica, en aquel momento me acuerdo la fascinación por entender de qué se trataba todo eso. Por eso cuando empecé a hacer libros, pensé siempre en este tipo de situaciones con las que todos nos topamos. Hay que confiar en los chicos, no subestimarlos, hacerles propuestas, que ellos lean, algunas cosas las tendrán a la mano en el momento y otras con el paso del tiempo van decantando. Ese es el camino de formación de lectores.

Planta Editora tiene tres títulos editados: Eran tres amigos de H. G. Oesterheld, del año 1947; Las siete puertas seguido de Dos amigos de Sara Gallardo editados por primera vez en 1974 y El contador de cuentos y otras historias de miedo de Saki. Lo interesante de cómo llegaron a que los herederos de estos cuentos autorizaran su publicación lo cuenta Delfabro, aclarando que es enormemente supersticiosa. “A Martín Oesterheld, le envíe un mail (conseguí su dirección preguntando por todos lados) y él me contestó que cuando hubiera algo más concreto volviéramos a contactarlo. Lo concreto fue que él se mudó debajo de la casa de mi mamá y se hicieron muy buenos vecinos, y cuando se dieron cuenta de que coincidía el apellido le preguntaron a mi hermana y dimos vía libre al proyecto. Para dar con los herederos de Sara Gallardo intenté llamando a la editorial de su tía Marta Gallardo pero no tuve demasiado éxito. Pasó mucho tiempo y ya daba el asunto por perdido. Un día estaba en la Facultad de Filosofía y Letras visitando a Nora Domínguez (profesora de Letras de la Facultad) y ella me comentó que la hija de Sara Gallardo había estudiado filosofía en la facultad, y que podía probar por ese lado. Al otro día, increíblemente, suena el teléfono de mi casa y era Paula. Yo en ese momento no estaba pero cuando llegué y encontré el mensaje no lo podía creer. Se ve que ella había recibido mi mensaje hacía mucho y por cuestiones que desconozco fue posponiendo el llamado y justo decidió concretarlo un día después de que yo supe de ella por medio de Nora.

Las ilustraciones de los cuentos son un punto que has cuidado mucho, ¿por qué?

–Las ilustraciones para nosotros son tan importantes como los textos. Son libros ilustrados y elegimos con mucho cuidado al artista porque nos parece algo central de los libros. En esto trabajo con Julián Gatto, quien se encarga del arte y diseño. En verdad trabajamos de un modo bastante simbiótico, casi por telepatía. Por ahí a mí se me ocurre algo y yo casi se lo sugiero y enseguida entiende perfectamente a lo que me refiero. Sin esta parte Planta no sería en absoluto lo que es.

¿Qué vas a editar próximamente?

–Tenemos en imprenta un libro de Marcel Schwob increíble. Los dibujos los hizo Alfredo Prior, quien es el artista argentino que más admiro. Para mí fue una maravilla tenerlo entre nosotros. Este libro inicia una colección nueva que se llamará Recién Ahora y apunta a chicos un poco más grandes. Pensé mucho en esto del inicio del lector, el acercamiento a esos textos que realmente te cambian la vida y que tienen mucha información, mucha de la cual va a ir decantando a futuro, que tal vez no se pueda entender en el momento pero es decisiva en el nivel de la experiencia. Y en este sentido, Schwob es mágico, es un texto verdaderamente iniciático de un niño que vive en el bosque sin conocer las estrellas hasta que un día, por una tormenta, el cielo se abre, ve las estrellas y sale a buscar la suya. Es una verdadera iniciación en el mundo de la magia, de la literatura con mayúsculas, de la experiencia de un niño que deja de serlo para iniciarse en algo ..., y los dibujos de Alfredo tienen un clima muy conmovedor. Creo que ese texto con esos dibujos es una combinación verdaderamente exquisita y recomendable. Luego estamos trabajando en un relato que escribió Fabián Casas especialmente para Planta Editora. Es un cuento muy lindo, que irá en la colección para más chicos, donde están los anteriores. Fabián es un gran narrador y eso hizo que sea un libro realmente bien contado en clave infantil. También tenemos en preparación un libro de hadas de Laura Palacios, una verdadera especialista en hadas, que cuenta con minucia todo lo que hay que saber sobre las hadas y una adaptación de Las mil y una noches.

¿Tenés frases guardadas en tu memoria de textos infantiles o juveniles que hayas leído y no hayas olvidado?

–Soy bastante desmemoriada en general. Ahora se me viene a la mente aquella frase de Julio Verne que, como yo la recuerdo, era algo así como “todo aquello que una persona puede imaginar, otros lo pueden realizar”. No sé si lo leí o me lo dijeron pero me acuerdo que yo imaginaba a un señor gordo y de barba, con una pipa en la boca como capitán de barco diciéndola, agarrando el timón y manejando con un fondo de mar con peces de colores. Obviamente, no hace falta decir por qué hasta el día de hoy a Verne lo sigo imaginando así.

En Rosario se exponen las ilustraciones
de los libros de Planta Editora:
Cinco colores cuelgan de las cosas: cuentos ilustrados
Centro Cultural Parque de España /
Aecid. Sarmiento y el río Paraná, Rosario
Martes a domingo, de 15 a 20.
Hasta el domingo 9 de agosto
plantaeditora.com.ar

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