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Lunes, 16 de agosto de 2004

FúTBOL › MUY BUENA ACTUACION DEL DELANTERO

Pipino salió de la cueva y se iluminó con el gol

Por Juan Jose Panno

Nelson Cuevas jugó como casi nunca antes lo había hecho en River, y en los ochenta y pico minutos que estuvo en la cancha logró marcar un gol, algo que no había conseguido en los últimos tres campeonatos: el Clausura 2004 (5 partidos), el Apertura 2003 (1 partido) y el Clausura 2003 (1 partido). En el medio se había ido por una cortita temporada a China, pero volvió con una mano atrás y la otra adelante, pidiendo permiso para una chance que finalmente decidió otorgarle Leo Astrada.
Queda la sensación de que el técnico decidió darle una oportunidad (seguramente la última) después de explicarle una y mil veces que él puede resultarle muy útil al equipo si se desprende más rápido de la pelota, si deja de ser un morfón, si deja de pensar que en cada pelota que recibe está obligado a meter un gol como el de Maradona a los ingleses.
A favor de su extraordinaria velocidad y de una destreza notable, Cuevas marcó algunos tantos sensacionales en la selección paraguaya y también en River, aunque por cada saludo de un compañero por esos goles se ligó mil reclamos por no dársela a un compañero mejor perfilado; por cada grito de aprobación de los hinchas, una montaña de insultos. Morfón, egoísta, ciego o caprichoso, según miradas confluyentes, Nelson Cuevas parecía destinado a terminar su carrera en un cuadro chico, pero la venta de Fernando Cavenaghi le abrió una puertita y el paraguayo entró en el corazón de los hinchas.
Ayer, cuando fue reemplazado por José Sand a pocos minutos del final, se llevó la mayor ovación de la cancha. Los hinchas le reconocieron su esfuerzo, el gol y, por sobre todas las cosas, el positivo cambio en su forma de juego. En el esquema diseñado por el entrenador le tocó compartir el frente de ataque con Maxi López, pero con la obligación (y el derecho) de tirarse unos cuantos metros atrás y colaborar en el armado. A las espaldas de Moreno y Fabianesi y de Romagnoli, encontró siempre el espacio para manejar la pelota con criterio a un toque a ras del piso en sintonía con la melodía que intentaban ejecutar la Gata Fernández, Guillermo Pereyra y Rubens Sambueza. Entre ellos cuatro –sostenidos por Cristian Ledesma, quien impuso su presencia en el círculo central– se armó el baile que padeció Colón en buena parte del partido.
El aporte ofensivo de Cuevas fue también vital. A los 11 minutos se aprovechó de un grosero error del arquero Tombolini y clavó un impresionante derechazo a media altura, que pasó por entre varias piernas, y se clavó en el segundo palo. Dos minutos antes había metido un violento cabezazo que no fue gol de milagro: la pelota, después de pegar en el travesaño, picó en la mismísima línea; casi sobre el final de la primera etapa, otro cabezazo suyo salió junto a un poste cuando Tombolini ya estaba vencido. En el arranque del segundo tiempo estuvo en el origen de la jugada que terminó con el gol de Maxi López.
Le dieron una chance importante y hasta ahora la viene aprovechando. River y el fútbol se lo agradecen.

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