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Domingo, 1 de agosto de 2004

ANTICIPO

La traducción y sus metáforas

La constelación del sur (Siglo XXI) de Patricia Willson es un imprescindible estudio de la traducción en la Argentina donde no sólo se plantean aspectos políticos de la tarea de traducir y democratizar las literaturas escritas en otras lenguas sino que se analizan algunos textos emblemáticos resultados de esa práctica. A continuación, Radarlibros reproduce algunos fragmentos de las conclusiones del libro.

POR PATRICIA WILLSON

El período de auge de la industria editorial entre mediados de la década de 1930 y fines de la década de 1950, cuando Buenos Aires se convirtió en el centro editorial de América latina, fue particularmente activo para la traducción. Hasta ese momento, circulaban traducciones españolas –muchas veces anónimas, realizadas entre fines del siglo XIX y principios del XX– en las que las referencias culturales son aclimatadas y en las que, por transparencia, pueden notarse los casos de interferencia entre la lengua fuente y la lengua meta. Las colecciones que publicaron literatura extranjera a principios del siglo XX y en la entreguerra tenían, en general, una intención pedagógica; el valor literario hallaba su fundamento en la posibilidad de ampliar y entrenar a un público lector.
Por el contrario, en el período estudiado estuvieron presentes dos elementos fundamentales: la intervención como traductores de escritores importantes de la literatura nacional, o de traductores con una sólida y a veces sofisticada formación literaria, y una renovación en la elección de textos extranjeros a traducir. La traducción, en ese período, se convirtió en uno de los modos de elaborar un nuevo repertorio de modelos literarios; a través de los textos extranjeros traducidos se difundieron en la literatura argentina nuevos modos de representación y también nuevos materiales y patrones compositivos.
El hecho de que las traducciones publicadas entonces ya no fueran traducciones españolas sino que tuvieran como autores agentes reconocibles dentro del campo literario argentino permite analizar algunas de ellas como ejercicios de escritura en los que se manifiestan concepciones de la literatura, de los géneros literarios, de la traducción como práctica discursiva que opera entre dos lenguas, de las relaciones entre literatura extranjera y literatura nacional.
Victoria Ocampo, Jorge Luis Borges y José Bianco, elegidos como ejemplos emblemáticos de la intervención de traductores-escritores, presentan concepciones diferentes de la literatura y de la práctica de la traducción. Ocampo fue una traductora atenta a la inscripción del autor y sus peculiaridades en los textos a traducir; el atributo de “traductora romántica” –tomado del texto de Borges Las dos maneras de traducir– sintetiza esa tensión hacia el polo de la producción. Las estrategias de Ocampo como traductora en las versiones analizadas (de Camus, de Dylan Thomas, de T. E. Lawrence) tienden a la literalidad, por una parte, y a la intervención paratextual, por otra. Las notas al pie son el lugar de visibilidad máxima del traductor; en Ocampo, funcionan también como el lugar en que su propia enunciación como traductora “se toca” con la palabra en lengua fuente del autor.
Borges intervino conceptualmente como vanguardista, sacando la traducción de un lugar de ancilaridad respecto del texto fuente y de fidelidad debida a su enunciador o a su potencial receptor. En las traducciones estudiadas, sus notas al pie de traductor dirimen cuestiones como la lengua literaria y la migración de motivos a través de las fronteras lingüísticas. Su intervención crítica sobre los textos analizados –la última hoja del Ulises, el Orlando y Las palmeras salvajes– marcan una lectura en disenso respecto de otras concreciones críticas nacionales y extranjeras, que deja huellas en sus procedimientos como traductor.
Bianco, por su parte, fue particularmente sensible al polo del lector y al hecho de que sus traducciones circularan en un ámbito que excedía las fronteras nacionales. Escritor atravesado por una poética que tenía en Henry James su epítome, Bianco también defendía una poética precisa de traducción: “Las traducciones no deben notarse”. Esa máxima alcanza su plenitud en su versión de The Turn of the Screw, se cumple, aunque con matices, en su versión de Malone meurt y encuentra un obstáculo insalvable en su versión de Les bonnes.
A pesar de las diferencias, estos traductores deben ser pensados en el marco del grupo Sur y el vasto proyecto de incorporación de literatura extranjera que entrañó, y que se irradió intensamente a otras editoriales contemporáneas. Esa irradiación comprendió diversos aspectos; entre ellos, la elección de autores extranjeros a traducir, la lectura crítica de autores extranjeros traducidos por otras editoriales y, a través de la circulación de sus miembros en el campo editorial, la creación y perduración de colecciones donde nuevas formas genéricas pudieran desplegarse.
Las prácticas traductoras de Sur se irradiaron no sólo a algunas editoriales afines (Losada, Sudamericana, Emecé) sino también a otras, como Santiago Rueda, que pueden ubicarse en un lugar de tensión estético-ideológica. Con respecto a las primeras, varios agentes vinculados con el grupo Sur circularon como directores de colecciones que publicaron profusamente literatura extranjera, o como prologuistas, o como traductores. Santiago Rueda, Imán y otras editoriales publicaron traducciones de autores cuyas primeras lecturas críticas aparecieron en Sur en la década de 1930; D.H. Lawrence, Sherwood Anderson, John Dos Passos, William Faulkner.
Si en algo el grupo Sur contradice el estigma de “extranjerizante” es en su rasgo traductor. En realidad, la traducción es intensamente democratizante. Esta definición general de la traducción señala una dimensión que suele olvidarse frente al carácter restringido del saber de lenguas extranjeras, y a la discutible idea de que, por ser la traducción un producto “degradado” del original, el traductor sería alguien que se reserva para sí la primicia de una lectura plena en la lengua del autor, para luego distribuir los “desechos”. En todo caso, la traducción no es extranjerizante sino al contrario: vuelve legible en la literatura receptora un texto antes inescrutable en su extranjeridad.
La irradiación de las prácticas traductoras en el período estudiado puede pensarse como una red o, también, como una constelación, cuyos puntos refulgentes son algunas traducciones que siguen reeditándose hasta hoy. El estigma que quiere que las traducciones envejezcan es desmentido por esas versiones que han circulado y brillado en los países de habla hispana desde un preciso lugar de enunciación: el Sur.

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José Bianco y Silvina Bullrich
 
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