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Domingo, 1 de agosto de 2004

La infancia de la humanidad

ESCRITOS SOBRE LITERATURA
Karl Marx y Friedrich Engels

Trad. Miguel Vedda
Colihue
Buenos Aires, 2004
272 págs.

POR JONATHAN ROVNER

Hoy en día la literatura es algo muy parecido al entertainment y muchas de sus obras se producen, de hecho, bajo su misma lógica. Pero no siempre fue así. Hubo épocas en las que la literatura era leída muy en serio y se la trataba, prácticamente, como si fuera una cuestión de Estado. Así lo deja oír el joven Engels, cuando defiende a un crítico y periodista contemporáneo suyo, proclamando: “Börne fue el abanderado de la libertad alemana, el único hombre en la Alemania de su época”.
La obra de Karl Marx y Friedrich Engels en torno a cuestiones de arte y literatura es abundante, crucial y dispersa; la edición que en lengua alemana reúne el conjunto de escritos sobre esos temas abarca más de mil páginas y reúne todas las intervenciones, de manera más o menos indiscriminada. El libro Escritos sobre literatura, recientemente publicado por editorial Colihue, en cambio, reúne una selección de los pasajes más significativos y controversiales de esa obra, con una prolija introducción del profesor Miguel Vedda y cinco artículos complementarios (dos de Eduard Bernstein, uno de Franz Mehring y dos de Gyorgy Lukács).
Aunque no falta quien, a veces sin siquiera haberse asomado, desestima el pensamiento marxiano por considerarlo una doctrina obsoleta, la obra de Karl Marx, en su conjunto, es un completo y complejo sistema de pensamiento, que sirve para entender todo lo que es social desde una perspectiva histórica y materialista. Curiosamente, tanto en el caso de Karl Marx como en el de Friedrich Engels, los primeros pasos de ese camino que los llevó a entenderlo todo fueron los que hicieron en torno a preocupaciones de índole estética. Cuenta Vedda que “Marx, tal como lo testimonia la correspondencia juvenil, abrigó durante un tiempo la esperanza de
convertirse en poeta; y Engels comenzó su labor intelectual como crítico literario. Los conocimientos de ambos en materia de literatura, según el testimonio de quienes los conocieron, y tal como se deduce de sus obras, eran considerables”.
No obstante, las posiciones y preocupaciones literarias de los dos fundadores del materialismo histórico no eran convergentes en su origen. Porque, al menos en un principio, mientras que Engels se comprometía en discusiones con la nueva generación de escritores neohegelianos y antigoetheanos llamada “la Joven Alemania”, Marx leía a Shakespeare, Balzac y Homero, buscando allí la sustancia universal para sus concepciones sociales. Marx intentaba explicarse, sin soslayar la historicidad de sus lecturas, la vigencia de los textos llamados clásicos. Dice Marx: “¿Por qué no debería ejercer un eterno encanto la infancia histórica de la humanidad, allí donde aparece desarrollada del modo más bello, como un estadio que nunca ha de volver? Hay niños mal educados y niños que actúan como mal educados. Muchos de los pueblos antiguos entran dentro de esta categoría. Los griegos fueron niños normales. El encanto que su arte ejerce sobre nosotros no está en contradicción con un estadio social poco desarrollado en el que se gestó. Es, más aún, su resultado, y se relaciona, antes bien, de modo indisoluble con el hecho de que las condiciones sociales inmaduras en las que surgió, que eran las únicas en las que podía surgir, no pueden volver”.El libro incluye dos trabajos completos, ejemplo de la contundencia crítica del discurso marxiano. Uno es el despiadado análisis de Los misterios de París de Eugene Sue, en el que, literalmente, Marx despedaza la lectura que de ese libro hizo el crítico Szeliga; y el otro es el debate epistolar entre Marx, Engels y Ferdinand Lasalle, a propósito del Franz von Sickingen de este último, el cual se deja leer como un esbozo para una teoría marxista sobre el drama.

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