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Sábado, 13 de julio de 2002

El periodismo travesti

por Ariel Schettini

La historia del periodismo argentino encuentra en el travestismo como uno de sus momentos fundacionales. De 1821 a 1823 circuló en Buenos Aires un periódico cuyo autor, el fraile Francisco de Paula Castañeda, firmaba como Doña María Retazos. Precisamente Doña María Retazos era el título del periódico y también el de la edición facsimilar de la serie completa de dieciséis números que acaba de incorporarse a la colección Nueva Dimensión Argentina dirigida por Gregorio Weinberg.
El periódico prometía, desde su número inicial, reunir en sus páginas los textos y perfiles más sobresalientes del pensamiento moderno. Nada más alejado de su verdadero propósito: informar a la sociedad de la época de los avatares políticos del momento, denunciar la degradación de las costumbres y escribir unas obras literarias en las que los sucesos del presente quedaran plasmados bajo la mirada piadosa o irónica del arte teatral y de la poesía.
El autor del periódico, tal como informa el interesantísimo “Estudio preliminar” de Néstor T. Auza, era casi más notable que sus propios artículos. El Padre Castañeda había nacido en Buenos Aires hacia 1776 y, una vez consagrado a la religión, se dedicó a distribuir numerosos periódicos (unos veinticuatro, muchos de ellos simultáneos), escritos e impresos por sus propias manos. La tarea artesanal y pionera de Castañeda sólo es comprensible si se leen sus escritos colmados de afirmaciones idiosincráticas: a veces verdaderas intervenciones, a veces comentarios pueriles, pero siempre rotundos e indubitables como quien afirma verdades sagradas.
El travestismo de la firma, en el caso de este periódico, no tiene un propósito meramente lúdico porque se trata de encontrar, justamente, la posición a partir de la cual desenmascarar la verdad (otro de los periódicos de Castañeda se llamaba La verdad desnuda), de modo que menos que un encubrimiento, o un escondite, el cura travestido hace de su voz femenina un arma de combate.
Desde su artículo inicial, Doña María Retazos nos avisa que su escritura es plagio, con lo que no sólo se ubica en el lugar de lo ya conocido, sino también, en el lugar de la verdad incontrastable, porque siempre se habla copiando a alguna autoridad. Su argumento le permite, a partir de allí, denostar políticos rioplatenses, burlarse de caudillos provinciales, interpelar los modos corruptos en los que se constituía el Estado argentino, mediante pactos espurios, y ateísmo creciente.
Aparte de esa tarea de patriota político, el periódico se ocupa de temas más mundanos: la necesidad práctica de la educación de las mujeres; o la vergüenza que debería provocar a un hombre el estado de soltería, porque exhibe su status de haragán. Al mismo tiempo, en algunas notas de su periódico, Doña María, una matrona de la sociedad, como ella misma se define, propone planes de poblamiento de la Patagonia y discute con su correo de lectores. Esta es otra característica notable del periódico, que constantemente se embarca en relaciones epistolares (totalmente fraguadas por la redactora), que le otorgan a la escritura un dinamismo digno de la lengua oral, tal como lo hace notar el prologuista.
En otros de sus periódicos, Castañeda polemizó con Hidalgo (uno de los fundadores del género gauchesco) sobre el concepto de igualdad que se debería sostener luego de la Revolución. Las intervenciones públicas del padre Castañeda no se detenían en la literatura porque su vida era tambiéndigna de relato irónico sobre el destino latinoamericano. Luego de haber actuado como capellán durante las invasiones inglesas y a raíz de su participación en la vida pública, fue desterrado en varias oportunidades a lugares tan alejados de su ciudad natal como Catamarca. De esos exilios siempre retornó con nuevos énfasis, para fundar nuevos periódicos.
Finalmente, mientras estaba en su último exilio de Montevideo, fue invitado por el caudillo de la provincia de Santa Fe, Estanislao López, con quien había tenido alguna disputa (pero también una intensa relación epistolar). De esa morada en Santa Fe se fue a vivir a la frontera, donde murió en convivencia con la tribu del lugar.
Borges, en algún escrito, llamó al padre Castañeda “un periodista estrafalario de hace cien años (que) es ahora enternecedor”, lo que puede ser verdad. Aun así, sus extravagancias no pueden menos que ser imaginadas como parte de la historia del periodismo en nuestro país. ¿Qué menos que Doña María Retazos necesita nuestra realidad y nuestra historia para ser convertida en hechos verdaderos?

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