libros

Domingo, 6 de noviembre de 2011

Historietas

Tres muestras del comic local donde las aventuras iniciáticas conviven con el recuerdo de la historia reciente y esfumados personajes infantiles.

 Por Martín Pérez

Comida de madre rápida

Mc Kosher. Brian Janchez Llantodemudo 64 páginas

Apenas una semana. Eso fue lo que duró la experiencia de Brian Janchez en el Mc Kosher del Abasto, pero le alcanzó para construir una pequeña épica laboral en ocho entregas, subdivididas en cuatro capítulos al ser compiladas en un libro. De formato apaisado, como las tiras de los diarios, Mc Kosher se editó originalmente en su blog (aún se la puede encontrar en brianjanchez.blogspot.com), y luego se serializó durante casi un año en la revista La Mano. Pero su merecida edición completa por la editorial cordobesa Llantodemudo le hace honor a este pequeño hito en la carrera del joven Janchez, que ya había incursionado en la historieta autobiográfica con Shloishim (2009). En el prólogo de Mc Kosher, el guionista Diego Agrimbau celebra que Brian, cuando comenzó a relatar sus recuerdos laborales en el shopping, ya no necesitó ir en busca del absurdo, como supo hacer en sus primeras historietas. “El absurdo había ido hacia él, a través de la fusión insólita entre los preceptos ancestrales del kosher y los mandamientos corporativos del trabajo chatarra”, escribe Agrimbau. “Para Brian fue un suplicio. Para nosotros, una verdadera delicia.” Lejos de tomar el camino de la denuncia anti-fast food, con jefes malvados y empleados sufridos, Mc Kosher es una comedia sobre la nada y la burocracia, con personajes a los que sólo les alcanza una breve aparición para ser memorables. Lejos de ser un héroe, su protagonista es quejoso y enclenque. Pero, antes que sus experiencias, es su mirada sobre el proceso de conseguir un trabajo y luego renunciar a él dentro del universo laboral menos formal de todos, lo que convierte en atractivas sus no-aventuras. Y una rutina que parece disfrutar sólo durante el breve momento en que toma conciencia de que su hasta entonces insignificante presencia ha pasado a ser indispensable –por ser judío, ya que es el único que puede cocinar la comida kosher– para que pueda funcionar un local de una empresa multinacional de alimentos.


La primavera vuelve

Dos estaciones. Terranova-Reggiani La Máquina Infernal 84 páginas

Tal como lo sugiere su título, Dos estaciones es un volumen dividido en dos partes independientes, unidas apenas por un breve eslabón, un personaje testimonial que aparece en ambas historias: el mendigo que fuma desde su portada. Sus autores –Federico Reggiani y Rodrigo Terranova– son dos experimentados protagonistas de la escena historietística local, pero éste es su debut (ciertamente prometedor) como dupla de guionista y dibujante. La primera de las estaciones del libro es una lluviosa primavera, en que la muerte de Alfonsín es la excusa para enterrar toda la década del ’80, de la que evidentemente sus autores –a juzgar por el desfile interminable de referencias políticas de la época, y también anteriores– han sido testigos presenciales. Su protagonista se entretiene, cómplice, en revisionismos (“Pensar que desperdicié mi adolescencia escuchando a Spinetta y nunca vi a Sumo en vivo: mucho ‘Ludmila’ y poco ‘Virna Lisi’”) y, como la Alicia de Carroll siguiendo a su conejo, se perderá en un mundo onírico, intentando seguir el camino hacia el velatorio del líder radical, sin dejar de tararear viejos jingles y cantitos de campaña por el camino, e intentar recordar el apellido y doble nombre obligatorio de los políticos de antaño. Pese a estar anclada aparentemente en una narrativa más tradicional, El invierno –la otra historia del libro– recurre también a un elemento onírico. Ambientada una década atrás en el tiempo, cuenta la historia de un ejecutivo de una empresa textil con problemas gremiales y contactos con la dictadura, que enloquece dialogando con la mascota del Mundial ’78 –“El gauchito ese con cara de puto”, se burla uno de sus colegas–, estampada en un lote de remeras que nunca podrán vender. Obras de diferente textura, La primavera aparece como más lograda, pero más etérea, mientras que El invierno resulta más compacta, aunque de resolución un tanto forzada. En conjunto, sin embargo, componen un volumen contundente y original.


Con V de Valizas

Valizas. Santullo-Vergara Estuario 80 páginas

Junto a su inseparable perro Rufo, Felipe es un niño aún en edad escolar que vive junto a su padre en un rancho perdido en las playas de Valizas, hoy un balneario popular entre los que veranean en las costas uruguayas. Pero en la época en que está ambientada la historia de esta segunda obra conjunta del guionista Fernando Santullo y el dibujante Marcos Vergara –un frío invierno de los conflictivos y sangrientos ’70–, Valizas es apenas un pueblito de pescadores aislado, donde súbitamente regresará buscando refugio la hermana del padre de Felipe. Acompañada de su pareja, la tía militante llega huyendo de la brutal represión militar y su aparición alterará una rutina infantil de paseo por las playas y visita al faro junto a Rufo cuando su padre necesita de intimidad en el rancho junto a su pareja, la maestra de escuela de Felipe. Es entonces cuando ese amague de comedia de lo cotidiano con que arranca Valizas deja paso a las varias capas de un drama que se irá desarrollando en cámara lenta, a tono no sólo con el entorno sino también con el dibujo preciosista de Vergara, que utiliza una variedad de grises, lápices y registros admirables, pero siempre al servicio de la trama y sin caer nunca en el virtuosismo. Además de ser una pequeña anécdota dentro de los desencuentros y las derrotas de la década, Valizas es también una historia llena de otras historias, entre ellas las que cuenta el viejo del faro que visita Felipe, que terminará siendo protagonista fundamental de una narración que muestra la misma sutil maestría que demostraron los autores en la previa Cena con amigos (2009), galardonada en su momento con el premio Solano López al mejor guión, entregado en la Feria del Libro porteña. A pesar de ser un relato de personajes más que de acción, su devenir se irá cargando con un suspenso sabiamente construido. Un condimento esencial para terminar de dar forma a una obra extraordinaria, con una puesta en escena llena de melancolía, pero que acompaña y arropa al ocasional lector con una sabiduría y calidez difíciles de conseguir dentro del género.

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