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Martes, 2 de abril de 2002

ASí NOS VEN

“Escribo porque busco la verdad”

Rodolfo Fogwill no necesita presentación para nuestros lectores. En la siguiente entrevista, publicada originalmente por el diario El País, el polémico escritor se refiere a la situación actual de la literatura argentina.

Por JOSÉ ANDRÉS ROJO desde Madrid
Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, 1941) pasea por las calles de Madrid y pregunta delante de un coche un tanto destartalado: “¿Cuánto cree que costará aquí tal como está?” Y barrunta una cifra en euros. Sí, podría ser. Cuenta que hace poco vendió en Argentina el último de los coches que le quedaban. Un deportivo. Lo hizo por la cuarta parte del valor de las distintas piezas que había ido incorporando en su interior. Es su manera de ventilar la catastrófica situación que atraviesa en estos momentos su país. Fogwill es un cajón de sorpresas. No sólo su literatura es una de las más originales de cuantas se escriben en estos momentos, aquí y allá, en ésta y en otras lenguas. Es que él mismo desborda las coordenadas dentro de las que, para cualquier mortal, se mueve un escritor. Comenzó siendo sociólogo, y luego se convirtió en investigador de mercados, audiencias y opinión pública. Había estado un tiempo enredado con la guerrilla, y luego pasó una larga época enganchado a la cocaína. Ha hecho mucha publicidad. También estuvo en prisión. Tiene cinco hijos. Vivió con varias mujeres. “Trabajo actualmente de asesor en una empresa chilena de golosinas”, explica. “Aunque, la verdad, ahora hago de actor en un reality show que ha montado Random House Mondadori sobre literatura latinoamericana. Me han traído a España como una atracción exótica en un país que ya no tiene literatura.”
Así es Fogwill, contundente en sus diagnósticos, infatigable conversador sobre las cuestiones más variadas de este mundo y absolutamente preciso cuando calcula los precios de los coches (y de otro montón de cosas). El reality show sobre el que bromea lo ha traído a Madrid para presentar En otro orden de cosas, la novela que acaba de publicar en Mondadori. Literatura inclasificable, más que novela en un sentido decimonónico. Cada uno de sus capítulos está titulado con un año, de 1971 a 1982, y podría leerse como una crónica atípica de la historia argentina de esos años. Fogwill comenta: “La escribí de un tirón, y luego la dividí en capítulos”. Se le pregunta entonces sobre el sentido de esa división, sobre su estructura, sus resonancias históricas, su estilo y sus obsesiones. “No me importa nada de todo eso”, dice rotundamente. ¿Entonces? “Sólo me importa escribir. Cuando uno está follando, no anda preguntándose sobre diversas cuestiones, simplemente disfruta.”
En otro orden de cosas pone en escena distintas relaciones humanas sobre el telón de fondo de una ciudad, Buenos Aires. Las referencias concretas a la historia argentina son mínimas y, por tanto, la ciudad adquiere una condición abstracta que la convierte en un paisaje familiar para cualquier habitante de este tiempo. Las actividades clandestinas de un grupo de izquierdas, los proyectos megalómanos de una gran obra, la trama de una empresa impersonal: una sucesión de ámbitos, con sus personajes y sus historias, propios de esta época desbocada.
¿Hay, tal vez, algo de Jünger en este libro? “Seguramente”, dice Fogwill. “Está, por lo menos, esa idea que desarrolló el autor de El trabajador, y que revela que basta con convencer a la gente de que lo que hace tiene sentido para que la tengas atrapada.”
“Todo queda dividido entre los fuertes, gozosos de su fuerza, una suerte de capitanes de la industria salidos de un sueño de los nazis, y los débiles que se entregan a vivir como budistas extasiados en la adoración de su propia insignificancia”, escribe Fogwill en este libro (anteriormente ha publicado en España Cantos de marineros en La Pampa y La experiencia sensible, ambos en Mondadori).
Y de vuelta al oficio de escribir. Fogwill coge uno de sus libros de poesía, abre cualquier página. Recita unos versos en los que dialogan unos peces: “y nadaremos siempre/ en nuestro todo/ sin saber nada/ sin poder nada/ sin querer nada/ puro nadar,/ nosotros?”. Y comenta: “Sí, tal vez escribo porque busco la verdad. Pero eso no lo ponga, que en estos tiempos suena conservador”.

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