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Domingo, 17 de enero de 2010

VALE DECIR

La vida imita al arte

En mayo del año pasado, Rodrigo Rosenberg fue asesinado en las calles de Guatemala. En su funeral se dio a conocer un video filmado apenas cuatro días antes. “Si están viendo esto –decía Rosenberg, desde la tumba–, es porque me asesinó el presidente Alvaro Colom.”

Explotó el escándalo en Guatemala. La derecha conservadora, que se oponía al presidente por la rampante corrupción en el gobierno, tomó a Rosenberg como estandarte. La clase alta, con camisas blancas para simbolizar una lucha contra la política sucia, salió a la calle a exigir la renuncia del presidente. Tras décadas de militares deponiendo gobiernos, los civiles en Sudamérica parecen haber hecho suya esa tarea.

“Nadie podía entender qué estaba pasando”, dijo Fernando Barillas, uno de los asesores del presidente. “Estábamos en medio de la gripe H1N1, viendo si era una epidemia o no, y de golpe aparece este video... Parecía algo salido de una novela o de una película.”

Durante las dos semanas posteriores a la muerte de Rosenberg, la presidencia de Guatemala tambaleó. Colom tuvo una entrevista en la CNN en donde no le fue bien, y si hubieran sido todavía las épocas de Bush, arriesga Jonathan Franklin en su artículo en The Guardian, el presidente latinoamericano habría tenido sus días contados.

Ocho meses más tarde, al finalizar la investigación de las Naciones Unidas, se sabe la verdad: Rosenberg planeó su propia muerte. El plan era casi perfecto, pero el asesinato sucedió en una esquina que resultó estar llena de cámaras de seguridad. Fueron esas imágenes las que permitieron identificar el Mazda en el que escaparon los asesinos, y así empezó a desentrañarse el misterio.

La ex mujer de Rosenberg se había ido a México hacía ya tiempo, llevándose a los chicos. El vivía solo, sin más compañía que su guardaespaldas. Antes solía dar largos paseos en bicicleta, pero de a poco fue dejando que se oxidara en el balcón.

En abril, un par de sicarios asesinaron a uno de sus clientes, el industrial Khalil Musa, cuando viajaba en auto. Los seis disparos que se lo llevaron de este mundo, al atravesar su cuerpo, también se cobraron la vida de su hija Marjorie, quien manejaba.

No fue tanto la pérdida del cliente sino el perderla a ella: Rosenberg estaba teniendo un amorío con Marjorie y el crimen le resultó devastador.

“Se sentía culpable del crimen”, dijo Carlos Castresana, director de la investigación. “Comenzó una búsqueda desesperada para encontrar a los asesinos, pero no tuvo éxito.”

Entonces Rosenberg urdió su plan para finalmente inculpar a Colom, a quien eligió como responsable de su pérdida. Su guardaespaldas, sin saber el propósito, se encargó de los detalles: a su pedido, le compró dos teléfonos celulares y arregló su bicicleta. Con uno de esos celulares, Rosenberg se dejó amenazas de muerte a sí mismo, que luego mostró a sus amigos más cercanos.

Con el segundo teléfono celular se reservó el mismo destino que le había tocado a Marjorie: el abogado contrató asesinos a sueldo y se designó como víctima.

El día que lo iban a matar, Rodrigo Rosenberg se subió a su bicicleta por última vez y pedaleó hasta el lugar convenido para su asesinato. ¿Qué habrá pasado por su cabeza mientras esperaba, en la Segunda Avenida, a que llegara el Mazda trayendo consigo finalmente la muerte y, con ella, su despiadada venganza?

Cualquier excusa es buena

Nada más divertido que sacar el tren de juguete del ropero, armar los tramos de vías y hacerlo andar, en forma interminable, para entregarse a la fascinación por los trenes que tiene casi todo el mundo.

En el laboratorio de Física de Plasma, en Princeton, los físicos y los ingenieros armaron un trencito de juguete y lo hicieron correr durante tres días dentro de un reactor de fusión.

“Necesitábamos refinar la técnica de calibrado para asegurarnos de que las medidas de neutrones eran lo más exactas posibles”, se justificó Masa Ono, el líder del proyecto, al diario The New York Times.

El experimento, llamado Toro Esférico (“toro” en el sentido de la figura tridimensional que se parece a un neumático de auto), es un pequeño reactor diseñado para probar nuevas técnicas de fusión: los átomos de hidrógeno se fusionan a temperaturas extremadamente altas, como sucede en el Sol. El proceso genera una enorme cantidad de neutrones, lo cual es un indicador de si la reacción está llevándose a cabo con éxito.

Al principio probaron generando neutrones desde un punto fijo para calibrar el reactor; pero eso no sirvió mucho, ya que las partículas subatómicas rebotan de aquí para allá. Al poner el material radioactivo de calibración (californio) en movimiento, las mediciones mejoraron hasta diez veces más.

La misma técnica fue utilizada, veinte años atrás, en otro de los reactores de la universidad. Se ve que en Princeton, a la primera de cambio sacan el trencito y se vuelven niños, enfants terribles jugando con las energías más poderosas del Universo.

Vida de perros

Parece una estación de servicio como cualquier otra. Está situada en Clearwater, en Florida, Estados Unidos, y al aproximarse a la ventanilla para comprar algo, aparece el empleado. Lo primero que se ven son sus dos patas marrones, y enseguida el resto de Cody, un labrador color chocolate, la sorpresa y la atracción del negocio.

Todo empezó a mediados de 2009, cuando Karim Mansour, el dueño del local, empezó a llevar a su perro al trabajo. No lo pensó como una estrategia de venta, ni de nada: simplemente quiso tener a su mejor amigo como compañía durante las aburridas —y a veces peligrosas— primeras horas del día.

Cody andaba suelto por el negocio y además Karim le puso un uniforme de empleado; hasta le agregó el cartelito con el nombre. “Cuando está acá, es un trabajador más, y la regla es que todos usan el uniforme.”

En diálogo con el St. Petersburg Times, Karim cuenta que los negocios como el suyo reciben a un público impredecible. “La gente viene borracha, fumada, enojada, lo que se te ocurra. Cody los tranquiliza. Los animales tienen esa habilidad de aplacar el alma.”

Una vez, una mujer llegó al negocio luego de una discusión con su marido. Entró llorando y a los gritos. Cody fue con ella y se sentaron juntos, en el piso y, luego de durante varios minutos, la mujer se calmó.

La prensa, sin embargo, no fue buena para el empleado canino. Un par de semanas después de que la fama de Cody se difundiera por Internet, un inspector de salubridad se pasó por el negocio y dejó en claro que el animal no puede estar en donde se venden alimentos.

La solución ofrecida fue tenerlo a Cody en el fondo, pero es un animal tan sociable que siempre terminaba volviendo al mostrador.

Hasta que encuentre una forma legal de tenerlo en el negocio, Karim dice que su perro tendrá que volver a casa. Cody, víctima de la incomprensión y de la burocracia, quizá sea el primer desempleado canino.

Inventando la realidad

“¿Quién vigila a los vigilantes?”, es una de las preguntas más viejas del mundo. Se plantea en La República de Platón y la respuesta es que se vigilarán a sí mismos.

La semana pasada, en Moscú, quedó claro que es una respuesta incorrecta. En esta ciudad se encuentran más de 80 mil cámaras de seguridad que vigilan los lugares públicos. Según la cadena de noticias Russia Today, una auditoría descubrió que muchas de esas cámaras no mostraban la realidad.

“De mayo a septiembre de 2009, varios distritos de Moscú mostraban imágenes grabadas previamente en vez de imágenes en tiempo real”, declaró Olga Dumalkina, vocero de la policía, el martes pasado.

La vigilancia electrónica se halla a cargo de varias compañías. La compañía privada que cometió el fraude se llama StroyMontageService y su director, Dmitry Kudryavtsev, fue detenido por la policía. El dice que todo esto es un escándalo pergeñado por sus rivales para sacarlo del negocio.

Según el contrato con la ciudad, la compañía recibe dinero por cada cámara en operación, lo cual explica la necesidad de inventar imágenes. La auditoría que sacó todo esto a la luz también descubrió que StroyMontageService hacía circular un virus informático para complicar las actividades de sus competidores.

Nadie descarta que en el futuro, para asegurarse un negocio próspero e interminable, las compañías de vigilancia procedan a realizar ellos mismos los crímenes, no sea cosa que baje la inseguridad y se les termine el negocio.

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