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Domingo, 24 de abril de 2016

TELEVISIóN > EL POLéMICO Y DESAFIANTE HUMOR ABSURDO DE LA SERIE UNBREAKABLE KIMMY SCHMIDT

DECIRLO TODO

 Por Andrea Guzmán

“¿De verdad podemos decir esto?” Según revela su elenco, esa es la frase que más se cuchichea entre los integrantes del equipo durante las lecturas de guión de Unbreakable Kimmy Schmidt, la polémica serie que acaba de lanzar su segunda temporada directamente vía Netflix. Se trata del regreso de la dupla conformada por la inigualable Tina Fey y su partner de siempre, Robert Carlock, responsables de la súper aclamada 30 Rock. Muy a la manera que Tina ha tenido a sus fans acostumbrados –delirante y exprimiendo los niveles del absurdo a niveles cuasi insoportables– su historia se dispara luego de que la protagonista es liberada de un larguísimo secuestro por un fanático religioso. Aunque le han llegado críticas desde algunos flancos, ya sea por el desparpajo y la poca emotividad con la que aborda este tema, como varios otros asuntos sensibles respecto a la raza y el género, en el lanzamiento de la serie Fey comentó que la idea nació de ver las noticias todo el tiempo, de la necesidad de representar a las mujeres capaces de continuar con sus vidas y esperar lo mejor, aun luego de vivir tragedias horribles.

Es verdad que su premisa puede resultar un tanto críptica y poco cómica. Cuatro mujeres de Ohio, bien distintas entre si, son liberadas luego de permanecer encerradas en un búnker durante quince años como parte de una delirante secta postapocalíptica. Su heroína, Kimmy, es la más joven de estas mujeres, –Ellie Kemper, mejor conocida por su papel de Erin en The Office– que se niega a considerarse a si misma como una víctima, a pesar de que en la TV se empecinen en llamarla “mujer topo”. Kimmy decide iniciar una nueva vida en Nueva York, sin familia, ni dinero, en la frialdad de la gran manzana. Además, claro, de tener que aprender a vivir incómodamente y todo de nuevo, en una realidad impersonal y digitalizada, aunque su vida ha quedado estancada en un mundo sin Google, durante los años 90, junto a los Hanson y Friends. Sin duda esa generación disfrutará la serie especialmente, algunos de los pasajes más efectivos tienen que ver con todo tipo de links nostálgicos, chistes referenciales y cultura pop de aquellos años.

Encargada por NBC y posteriormente rechazada por la misma cadena, la serie es otro de los eventos de Netflix, que a estas alturas ya parece posicionarse decididamente como el futuro de los comediantes de televisión y el lugar donde ponen el ojo para estrenar sus nuevas producciones. Ahí mismo, donde es posible el milagro de una escena donde una joven adicta a las sectas consuma cocaína con un tipo en disfraz de Elmo, por ejemplo. Y de ahí para adelante. Un desfile de humor incorrecto y muy negro, que desafía sus propios límites, inalcanzables para la televisión por cable, y que ha desatado una cadena de discusiones fuera de la serie, incluyendo algunos capítulos metadiscursivos sobre la misma. La historia continúa de una forma bastante delirante. Por supuesto, está el sacerdote líder de la secta interpretado por John Hamm, que ya había demostrado sus habilidades como actor de comedia en varias oportunidades –Saturday Night Live mediante– y venía necesitando un guionista sensible que le diera un papel serio en este género, aunque su personaje sea la versión absurda pero igualmente charlatana y encantadora que el Don Draper de Mad Men. Está también la estrella indiscutida de la serie, el roomate de Kimmy, un afroamericano gay aspirante a cantante llamado Titus Andromedon (Tituss Burgess), una casera alcohólica llamada Lillian Kaushtupper (Carol Kane) y un interés amoroso vietnamita cuyo nombre “significa pene” (Ki Hong Lee). Y está la muy rubia y muy blanca jefa de Kimmy, Jacqueline Vorgees, acá la actriz Jane Krakowsky, básicamente haciendo un personaje similar y tan al borde del colapso como el que interpreta como la Jenna Maroney de 30 Rock. Una nerviosa y no muy brillante millonaria del upper east side, que inesperadamente mantiene un secreto impenetrable: su ascendencia nativo americana.

A diferencia de la tendencia de las nuevas comedias norteamericanas que se han animado a mezclar componentes cinematográficos y dramáticos priorizando conflictos de sensibilidades humanas, en esta serie no hay que esperar encontrar ni un gramo de naturalismo, de sentimentalismo o de empatía emocional con ningún personaje. Aunque desde el principio queda claro que todos ellos son seres desadaptados y solitarios que están huyendo de personas y situaciones de su pasado, la representación finalmente es a la manera clásica que Tina ya había empleado en 30 Rock, la serie hermana tanto en sus características como en su equipo. Esta comedia es 100% absurdo, chiste tras chiste tras chiste –algunos más efectivos que otros– casi sin ningún respiro, personajes caricaturescos, exageraciones, desparpajo e imitaciones ofensivas sobre absolutamente todo. También logra reflexiones muy agudas y muy divertidas sobre temas muy violentos. Como cuando Titus es contratado para actuar en un restaurant temático de terror, y descubre sin mucha sorpresa que en la calle recibe un trato decididamente mejor como hombre lobo que como hombre afroamericano.

En su segunda temporada, con algunos invitados estrella como Dean Norris de Breaking Bad, David Cross o Fred Armisen, la serie comienza a encaminarse cada vez más polémica y empujar hacia todos los flancos. Mientras Kimmy trata torpemente de adaptarse y asimilar las reglas del siglo XXI y la frialdad de las nuevas relaciones sociales, la serie revisa algunas consignas sobre la cultura de internet. Y parte preguntándose acerca de los reaccionarios de las redes sociales que se empecinan en odiar todo sin verlo o sin interpretarlo correctamente, en lo que parece ser una respuesta a una seguidilla de críticas que la serie recibió en internet por la representación de los pueblos nativos norteamericanos que propone en la subtrama del personaje de Krakowsky. Algunos usuarios se preguntaban por qué, si Fey que es una feminista declarada podía ser tan aguda con sus observaciones sobre género y entonces ser tan poco sensible con otros temas como el de la discriminación racial. Que no quedaba del todo claro si era una burla al racismo, o directamente chistes que lo eran demasiado. En este capítulo, Titus Andromedo monta una obra en la que se representa a si mismo como una Geisha. Y por esto, en los foros de internet lo han incluido en un ranking de los cinco peores Hitlers (¡Y ni siquiera Hitler está incluido!). El guionista Robert Carlock admite que al escribirlo dudaron, sin embargo querían desafiar un poco los límites, jugar con el tema de la percepción y la apropiación, asegurándose de que fuera más desde el costado de lo respetuoso que el de los tortazos en la cara. Ésta parece ser la principal consigna de la serie, la reflexión sobre su propia época y la hiper provocación. Abandonando el tema específico de la violencia del secuestro y los quince años a la sombra, como si quisiera evidenciar más precisamente la violencia que hay allá afuera del búnker, en el mundo en que vivimos.

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