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Domingo, 25 de abril de 2004

El retorno de lo reprimido

Televisión Los Roldán ya tiene quien lo acompañe: inmediatamente después, Telefé acaba de estrenar El Deseo, la telenovela que tiene todo (incluidas las ganas) de erigirse como la heredera de Resistiré. Y casi como un lujo de programación, todo lo que en la tira de Miguel Angel Rodríguez y Florencia de la V es chichoneo y picardía, en la vuelta de Natalia Oreiro se transforma en sutileza y erotismo. Como si fuera poco: Natalia no tiene uno sino tres galanes.

 Por Claudio Zeiger

El punto culminante de la ficción costumbrista se llama Los Roldán. Imposible imaginar más rating y más populacherismo para un producto enormemente eficaz y astuto, el heredero más legítimo de Gasoleros y Campeones. Los Roldán es una aplanadora, un tanque en horario central. La novedad –desde el lunes pasado– es que una vez que la barra bullanguera de los Roldán se va a dormir hasta el otro día, se abre el espacio de El Deseo. ¿Por qué, entonces, empezar hablando de Los Roldán en una nota sobre la nueva tira del dúo Gustavo Belatti-Mario Segade? Porque además de la continuidad horaria –dato nada menor en términos de rating— creemos que los deseos inconfesables de Los Roldán encuentran amplio cauce en ese pueblo llamado El Deseo. El amor de Uriarte (Goity) por Laisa (Florencia de la V) –que no se resuelve ni se disuelve– pasaría como un episodio más en la enrarecida sexualidad de El Deseo, donde el primer acoso que sufre Natalia Oreiro apenas empezada la tira es por parte de un gay con ínfulas bisexuales. Lo que amenaza ser el gran escándalo en el universo de Los Roldán es refinada transgresión una hora después. Lo que es picaresca desemboca en erotismo, y lo que es desopilante se pasa a tomar bastante más en serio. Y esto parece ser así porque mientras Los Roldán se ha asentado decididamente como una comedia de costumbres sobre las diferencias, El Deseo parece apuntar hacia una telenovela de asunto clásico pero donde las diferencias –sexuales, sociales, estéticas– han sido naturalizadas y aceptadas como moneda corriente. La notable decisión de multiplicar por tres (Daniel Kuzniecka, Claudio Quinteros y Mauricio Navarro, debutante charrúa) a los galanes de Natalia Oreiro apunta en el mismo sentido: aires de transgresión y libertad sexual. El Deseo es decididamente la telenovela de los nuevos tiempos.
¿De qué trata? Esta semana, la tira planteó dos frentes. En Buenos Aires –una ciudad filmada de forma espectacular y con una estética cercana al comic apocalíptico, muy cargada–, Carmen (Natalia Oreiro) es una artista de varieté a la que las cosas no le van bien. Más allá de que no es muy verosímil que a alguien con esa cara y ese cuerpo las cosas no le vayan al menos un poco mejor, lo que pronto se entiende es que ella tiene que abandonar la ciudad y llegar al pueblo para que la telenovela arranque al ciento por ciento, algo que sucedió entre jueves y viernes. El otro frente, superpoblado, se llama El Deseo, un pueblo que no figura en los mapas (aunque tenga micro directo desde Buenos Aires, en fin) y que gracias a Dios no es un barrio. Ahí la gente es distinta... a todo. No son fieritas como los vecinos de los Roldán, no son comunes y corrientes como los chicos de Los pensionados, ni siquiera buena gente como la familia de Pablito Echarri en los comienzos de Resistiré.
¿Pueblo chico infierno grande? Todo parece apuntar en esa dirección bajo la idea central de que en el núcleo duro de la telenovela hay uno o varios secretos del pasado, y que aquello que fue reprimido retornará con más fuerza. El catalizador, ya se ve, es la irrupción de Carmen y sus relaciones con los tres seductores. Hay unas aguas termales, un spa y un pantano, tres posibles alusiones a lo Sano, lo Corrompido y lo Oscuro. Mientras Natalia Oreiro debutó erigida en icono de la independencia femenina al ritmo de “A quién le importa lo que yo haga”, altiva y orgullosa, en el pueblo, las actuaciones de Soledad Silveyra en su esperado retorno a la ficción, la notable Susana Campos, los sólidos Alicia Bruzzo, Daniel Fanego y Luis Luque entre otros, fueron apuntalando un producto que se presenta compacto, quizás algo frío pero directo, sin vacilaciones.
Lejos de desentenderse de Resistiré (un cameo de Celeste Cid y un cierre con el tema I Will Survive cantado por Andrés Calamaro así lo hicieron notar) da la impresión de que el camino es similar pero con algunas variaciones seguramente fruto de la experiencia. Por decirlo así, es como que amputaron de entrada los restos barriales de Resistiré, que a la tira de Echarri-Cid le terminaban jugando en contra una vez que habían logrado instalar el núcleo de suspenso e intriga en la recordada “casa de allado”. Por eso, desde el arranque, El Deseo es un pueblo con una ley propia y donde la verosimilitud sui generis fue instalada con mucha autoridad por los guionistas. El regodeo visual ha sido acotado; ya la bala no tarda un siglo en salir del revólver y llegar a su destino, pero a cambio, la filmación tanto de exteriores como de interiores es realmente muy superior al promedio de lo que suele verse por tevé.
A una semana del inicio quizá sea criticable cierta dificultad para manejarse con tantos personajes y nudos al mismo tiempo. Hay que decirlo: si el espectador no está totalmente atento y absorto en lo que está pasando –como en una película de suspenso– probablemente se pierda en las subtramas. Pero es lógico que esto se vaya ajustando y el espectador también se acostumbre a los códigos que plantea El Deseo.
¿Será El Deseo una telenovela “para los que no ven telenovelas”? Si se recuerda, dicha etiqueta fue creada al calor de Resistiré, sindicada como telenovela fashion o palermitana, muy lejos del culebrón, y si bien esa idea de telenovela-antitelenovela terminó en parte cuestionada por la propia realidad (el híper éxito de los capítulos finales, por ejemplo), en el caso de El Deseo es bastante clara la vocación de tira más clásica en sus tópicos (ya se dijo: una telenovela sobre el secreto y lo reprimido) aunque avanzando en la estética bizarra y fashion del siglo XXI. Un producto que de la mano de Natalia Oreiro y la excelente factura tiene un potencial público en mercados del exterior. A El Deseo, a sólo una semana del comienzo, esa discusión sobre lo popular versus lo elitista en tevé ya le queda chica.

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