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Domingo, 7 de septiembre de 2008

TELEVISIóN > CALIFORNICATION: SALIó LA TEMPORADA 1 EN DVD Y EMPIEZA LA 2

EscribienteX

Cuando apareció, el año pasado, Californication fue una alegría para muchos que disfrutan de las historias de hombres solos, rotos pero no quebrados, abandonados pero todavía en pie, vencidos pero no derrotados, todavía en la lucha por recuperar lo que aman. Cuando terminó la primera temporada (que acaba de salir en DVD), después de escándalos y denuncias de ligas conservadoras, sólo quedaban dos preguntas: ¿seguirá? Y, ¿cómo? A partir de este mes, la incógnita se devela en la televisión norteamericana. Mientras, Duchovny deja una vez más el traje de Mulder que se puso para la película de Los Expedientes X y vuelve al set para encarnar al escritor rampante y la bragueta más rápida de la televisión actual (si sus internaciones por adicción sexual se lo permiten).

 Por Rodrigo Fresán

El alguna vez joven escritor Hank Moody odia Los Angeles, odia los blogs, odia a Tom Cruise y odia no poder escribir un libro como esos que hace demasiado tiempo le dieron fama y dinero y prestigio. Lo que significa que Hank Moody está en problemas: vive en Los Angeles (y extraña Nueva York), sobrevive redactando un virulento blog para una revista de moda llamada Hel L.A. y Tom Cruise (y Katie Holmes) ha convertido su admirada novela de culto God Hates Us All en una peliculita de éxito titulada A Crazy Little Thing Called Love.

Para empeorar las cosas, Moody –a quien puede relacionarse cronológicamente con esa de/generación de autores de la que surgieron Jay McInerney o Bret Easton Ellis– no consigue desbloquear su bloqueo de escritor. Y Moody adora a su salingeriana hija de doce años Becca y extraña a su bella ex Karen: próxima a casarse con el opaco Bill, dueño de Hel L.A. y padre de la turbulenta y seductora Mia, una adolescente que no duda en, primero, acostarse con Hank y, segundo, robarle y hacer pasar como propio el súbito e inesperado manuscrito de lo que puede ser la novela que devolverá al escritor a ese sitio que nunca quiso dejar. Y hasta que algo o todo cambie, Moody mata el tiempo protagonizando numerosas aventuras erectas y horizontales (algunas de ellas junto a su fiel escudero y fetichista agente literario Charlie) en un lugar y un estado de la mente conocido como Californication.

Poder o no poder

Y Californication es varias cosas: un término socio-geo-demográfico que se refiere a la voraz capacidad expansiva del californian way of life, el título de un álbum y una muy popular canción de los Red Hot Chili Peppers y –last but not least, desde 2007– una popular y polémica dramedia televisiva, creada por Tom “Dawson Creek” Kapinos para el canal Showtime y protagonizada por David Duchovny, quien por estos días –mientras comienza a grabarse la segunda temporada de Californication– vuelve a ser el agente Fox Mulder en otra adaptación cinematográfica de Los Expedientes X. Pero es una pasajera distracción vacacional: ahora, Duchovny es y seguirá siendo, por encima de todas las cosas, Hank Moody. El Escribiente X. Y aquí la X no tiene nada que ver con la X de lo paranormal y sí con la X de realísticamente X-Rated. Para Moody, la verdad no está ahí afuera sino dentro de una mujer o, mejor, de sus pantalones. Y la saca a relucir todo el tiempo. Moody le ganó un Emmy a Duchovny y –para mí, por encima del escándalo de aquella primera escena del primer capítulo en el que una monja onírica le practica una muy poco sacra felación– consigue una de las cosas más difíciles: mostrar a un escritor.

Y es que el asunto no es sencillo: la puesta en práctica del oficio es más bien estática, sedentaria e inocurrente. Poca cosa menos interesante que ver a un escritor escribir y poca cosa más interesante que ver lo que hace cuando no puede escribir. Y así la profesión suele ser fotogénica (allí están esos inspirados e inspiradores retratos de Henri Cartier-Bresson, Jill Krementz y Daniel Mordzinsinki, entre otros), pero más bien poco filmográfica. Hay excepciones, claro: el escritor de La dolce vita de Fellini, el de Smoke de Wang/Auster, el de Providence de Resnais, el de Una historia de Brooklyn de Baumbach, el de El amor en fuga de Truffaut, el de Una mujer difícil de Williams, el de Betty Blue de Beneix, el de Barton Fink de los Coen, el de El secreto de Joe Gould de Tucci, el de 2046 de Kar-Wai, el de Wonder Boys de Hanson... Y todos ellos tienen parecido y algo en común con Moody: cuando no están trabajando son egoístas, autodestructivos, narcisistas y, también, bastante adorables. Y piensan que, de poder hacerlo, corregirían y reescribirían mucho mejor las vidas –y los orgasmos– de los otros.

Deshacer la cama

Queda claro que a mucha gente no le gusta Californication. Poco y nada importa que Duchovny sea un marido fiel y un padre ejemplar (o al menos eso parecía hasta hace poco, hasta antes de las calientes noticias de su internación en clínica para adictos al sexo). Las asociaciones familiares y religiosas han promovido una y otra vez boicots contra una serie que –debajo de una superficie transgresora que remite más a feroces films como Shampoo y Bob & Carol & Ted & Alice y otras sátiras sexuales de los ’70 que a las cosméticas féminas vibradoras de Sexo en la ciudad– no es otra cosa que una eficaz situation comedy. Para adultos, sí. Pero en el fondo no muy diferente a lo que ya se contó y mostró en tantas otras ocasiones con gente vertiginosa que entra y sale por puertas, aquí con el añadido de poder decir fuck varias veces en media hora. Así, por encima de la surfista en celo o la vendedora de autos con satiriasis o la prostituta expeditiva o la lectora en llamas o la secretaria dominatrix o la novia que te usa para reconquistar a su ex amante y más allá de las drogas y el alcohol y los desnudos y los golpes y las bofetadas y el vómito entre las sábanas, la irresistible derrota de Moody –no en vano y a menudo musicalizada con canciones del triunfal loser Warren Zevon– no deja de ser otro bien probado y eficaz recurso cómico, otro gag serial para serie en serie.

Para colmo, el último episodio de la primera temporada se vale del tradicional recurso de boda-donde-convergen-todos-los-personajes-y-las-líneas-argumentales-de-los-anteriores-once-capítulos para cerrar, por el momento, con una optimista apuesta a la recomposición familiar y a un volver a empezar.

Lo que deja a Californication –su segunda temporada comenzará a emitirse en EE.UU. este mes– con dos opciones: convertirse en una típica sitcom para las masas o transformarse en algo tan revulsivo y perverso que hasta duele (y gratifica) pensar en ello.

Mientras tanto y hasta entonces, David Duchovny (egresado de Princeton con un master en Literatura inglesa y quien alguna vez declaró que siempre fantaseó con “ser una vagina”) y Hank Moody (responsable de la frase “la rehabilitación es para los que abandonan”) saben que en California y sus alrededores no hay nada más libertino que un puritano y más puritano que un libertino.

Pero eso ya lo había demostrado, hace mucho tiempo, otro escritor norteamericano llamado Nathaniel Hawthorne.

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