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Domingo, 4 de octubre de 2009

Tucumán hable

Con una puesta en apariencia neta –una pantalla, un fondo de diarios y unos pocos objetos–, el dúo de chicas tucumanas que formó parte de la última edición de Currículum Cero presenta una videoinstalación en la que procesa de manera intrépida y magistral una serie de problemas contemporáneos que los medios clásicos acallan y las nuevas tecnologías todavía no terminan de apropiarse: la contaminación, la incomprensible sociedad de producción y destrucción que rige el capitalismo actual, el derroche de lo extinguible. Todo, desde una pantalla y mostrando de manera muy concreta cómo la prosperidad del Jardín de la República lo convirtió en un infierno sanitario y ambiental.

 Por Claudio Iglesias

¿Se imaginan una mezcla de Cumbio con Actitud María Marta? Un grupo de acción cultural y musical que busque afirmar una agenda política orientada a los jóvenes (como Actitud María Marta, en sus buenos tiempos), pero que actúe a partir de las redes sociales, incorporando características de las culturas web contemporáneas, como supo hacer Cumbio: el resultado sería una combinación de vestuario flogger, iconos pop-trash como Bob Esponja sometidos a toda clase de vejaciones, líricas con un alto nivel de compromiso y estímulo, vida nocturna capturada en cámaras de baja resolución, ritmos de reggaetón apurado y consignas con muchas malas palabras. Esa mezcla explosiva es la que encarna Pan Duro, el dúo de activismo y performance integrado por las tucumanas Belén Romero Gunset y Soledad Alastuey, que formó parte de la última edición del premio Currículum Cero y ahora presenta una videoinstalación en el gabinete de arte y política de la galería Arcimboldo como primera muestra individual en Buenos Aires. El pasaje de un premio orientado a tendencias jóvenes hacia una de las vidrieras más reconocidas del arte político local habla de la peculiaridad estética de Pan Duro y, en alguna medida, de la vigencia de su agenda y sus planteos, basados en la temática ambiental de la contaminación, el impacto del consumo y la falta de sustentabilidad del capitalismo contemporáneo: un gran problema global del cual el paisaje tucumano constituye algo así como la prueba de laboratorio. La muestra (que incluye apenas un videoclip y unos pocos elementos de desecho reciclados como soporte) reúne así un posicionamiento político respecto del mundo de hoy y una actitud humorística, liviana incluso, ideal para abrir un canal de comunicación con los principales destinatarios de cualquier forma de activismo: los jóvenes.

En el comienzo del video, disfrazadas de hadas, las Pan Duro recorren un basural tucumano. La letra de la canción culpa al desarrollo económico (la “civilización material”, diría Joaquín Torres García) que hizo del Jardín de la República un infierno sanitario y ambiental. El paisaje local funciona como disparador para una larga sucesión de consignas y denuncias: una enumeración de ríos contaminados, un diagnóstico de los efectos del desmonte (el tono es duro, pero no solemne: “Si 5 millones de tarados plantaran un árbol, ni harían falta aires acondicionados”) y una permanente crítica al consumo (con ilustraciones anecdóticas de la dilapidación de recursos, como “la tarada de mi prima se baña dos veces al día”). Las estrofas se correlacionan con cambios de set y de vestuario: un río tapado de basura deja paso a un mural callejero, los trajes de amianto alternan con ropa negra y maquillaje fluorescente a medida que las dos performers recorren la ciudad en una bicicleta y el texto avanza impulsado por los insultos frecuentes y un patrón rítmico sencillísimo. Romero Gunset y Alastuey aparecen rapeando en una terraza, haciendo movimientos de hip-hop o de karate levemente amenazantes, que acompañan el contenido doctrinario de la canción. En algún momento particularmente dramático, un perro asustado se cruza detrás de las performers. La espontaneidad estudiada remite a las coreografías domésticas hechas frente a la cámara, que no sólo definen la estética del contenido audiovisual generado por usuarios sino que posiblemente hayan sido extraídas de YouTube, donde pueden encontrarse clases y cursos sobre temas tan variados como tenis de mesa, baile electro y expresiones regulares, así como infinidad de demostraciones caseras de todo tipo de destrezas.

En algún punto, las Pan Duro devuelven a la red lo que toman de ella: en su MySpace (panduropanduro) se encuentran sus videos y un tendal de comentarios de amigos y seguidores de aquí y allá. Pero en su forma de conjugar la cultura de Internet con la problemática ambiental confluye también una lectura muy sutil de los problemas del arte argentino contemporáneo. Pues, por un lado, la incorporación de la indumentaria flogger y el repertorio de actitudes y sensaciones sociales que se le asocian parece natural en un contexto en el cual los artistas visuales fueron usuarios pioneros de plataformas como Fotolog (en el arco de edad e intereses que va de Andrés Aizicovich a Magdalena Jitrik, y mucho antes de que apareciera el iPhone y los canales de noticias ampliaran sus aburridos suplementos de tecnología hasta hacerlos casi permanentes). Por otro lado, la eclosión de problemas estéticos ligados con el consumo cultural y el carácter icónico de las mercancías en la economía actual condicionaron buena parte de la producción artística argentina de los últimos quince años. Artistas como Diego Bianchi, Fernanda Laguna y Nicanor Aráoz, en medios que fueron de la pintura al objeto y la instalación hipersaturada, han insistido en un aspecto crucial que puede datarse retrospectivamente en el Rojas de los ‘90 o incluso en León Ferrari: vivimos hundidos entre mercancías, envases y plástico. Pan Duro recoge la posta y nos lleva un paso más allá, a la emergencia, en contextos específicos, de cuestiones ambientales y sociales que en la agenda de la política nacional y en los grandes multimedios siguen sub-representadas: temas como el boom del monocultivo, la minería transnacional y la proliferación de rellenos sanitarios que no aparecen en los canales de noticias de Buenos Aires, pero que forman parte, del modo más directo, de la vida de muchas comunidades o incluso de ciudades enteras como San Miguel de Tucumán. El sentido y el valor de usar plataformas “alternativas” (léase web 2.0 en adelante) es indisociable, en este punto, del silencio que una sociedad sabe darse sobre aquellos problemas de los que prefiere no saber.

El trenzado de pliegues de hojas de diario que cubre las paredes, en su misma trama, hace hincapié en este aspecto comunicacional del problema: las noticias y los avisos que pueden leerse en las páginas extraídas de diarios tucumanos nos hablan de internas partidarias locales, de la moda Del Potro, de eventos musicales de alto perfil, de carreras de autos, de vedettes, entre muchas publicidades de equipamiento electrónico e indumentaria. Ni noticias del impacto que tiene la soja transgénica en la provincia, dejando de lado que fue la bonanza agroexportadora de los últimos años lo que permitió que muchas cadenas de ropa y electrónica abrieran sucursales enormes en ciudades medianas del interior. Los recortes reconstruyen una agenda social que parece hecha a medida de las “bolas de grasa poco inteligentes” de las que habla Pan Duro. Y es por esto que su gesto trasciende el revival de buena conciencia ambientalista que acusa actualmente una fracción del arte internacional, y que a menudo se traduce en esculturas hechas de polímeros reciclables o en la promoción de la moda bio. Las Pan duro dan un paso más allá al situarse en los problemas reales de un contexto crítico como el tucumano, en el que desarrollo productivo es sinónimo de destrucción. Precisamente (según dicen John Thackara y otros teóricos del diseño industrial contemporáneo), el gran paso que hay que dar en favor de la sustentabilidad reside en entender que las condiciones de producción, transporte y residuo de las cosas y los sistemas que nos rodean forman parte del problema: romper hacia dentro la interfase de marcas, iconos y deseos que definen al consumo en la sociedad contemporánea para acercarse a los procesos que se encuentran antes y después de abrir un paquete: “La gomaeva contamina, tus gomas nuevas contaminan”, dice el tramo final del videoclip, y propone una ética radical en consonancia con este paradigma.

Imaginemos por un momento que Cumbio, antes de hacerse famosa, de que le hicieran muchas notas y un libro, hubiera tenido la idea de enviar carpetas a los premios de arte contemporáneo. Imaginemos que hubiera entrado, por ejemplo, en la selección anual de Currículum Cero, con un proyecto artístico consistente en operar en la cultura desde redes sociales, trabajando con temáticas relacionadas con la sociabilidad de los jóvenes, el consumo y el género, a partir del uso de textos e imágenes (que es, esencialmente, lo que hizo Cumbio). ¿Qué arco de recepciones tendría hoy? Lo llamativo es que, efectivamente, Cumbio hubiera podido ser seleccionada en un premio de arte contemporáneo. Y esa Cumbio de un universo paralelo no sería la que fue: una celebridad de corta vida que adorna fiestas con su presencia cada día más devaluada; no hubiera tenido la oportunidad de increpar a Mirtha Legrand, pero sí hubiera dado que hablar a los críticos hasta marearlos, su base de seguidores contaría con coleccionistas e instituciones prestigiosas, sus palabras y actos tendrían un peso diferente. Que el sistema artístico actual pueda incorporar con naturalidad los fenómenos culturales de naturaleza ambigua e innovadora que circulan en las redes sociales no debe sorprender a nadie, pero la articulación que puede darles a esos fenómenos, en cambio, resulta una herramienta relativamente nueva para pensar formas de accionismo y comunicación política, en un contexto en el cual ni el arte contemporáneo ni la misma dinámica de la interacción cultural en Internet terminan de conformar ámbitos muy definidos o totalmente comprensibles: en los intersticios de las recetas y las soluciones adquiridas, hay lugar para que aparezcan dos chicas a hablar de problemas bien urgentes, “rapeando, cantando, de frente, mal o bien”.

Pan Duro
(Belén Romero Gunset y Soledad Alastuey)

En Arcimboldo
Reconquista 761 PB 14
De 14 a 20
Hasta el 13 de octubre

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