Lunes, 20 de agosto de 2012 | Hoy
ENTREVISTAS > BRIAN GREENE: ENTRE STEPHEN HAWKING Y CARL SAGAN
Físico, solitario y nerd, un día decidió escribir un libro para explicarles a sus vecinos lo que hacía. Así, El universo elegante lo convirtió en el tercer autor científico más vendido del mundo después de Carl Sagan y Stephen Hawking, lo volvió una celebridad que se pasea por los talk-shows de Letterman y Conan O’Brian y asesora series y películas. Pero lo mejor de todo es que conduce Más allá del cosmos, una serie fascinante que explica de manera simple las grandes complejidades del universo. A propósito de la serie que se emite acá y de la salida de su nuevo libro, La realidad oculta (Paidós), Brian Greene aceptó hablar con Radar de la teoría que atraviesa todo lo que hace: la de los múltiples universos que existen al mismo tiempo.
Por Federico Kukso
Brian Greene tiene el universo en la palma de su mano. Literalmente. En una escena de su último documental, llamado Más allá del cosmos, este físico teórico estadounidense agarra a la Tierra con la derecha como si nuestro planeta fuese una pelotita de tenis y la corre del centro de un sistema solar en miniatura. “Hubo un tiempo en el que pensábamos que la Tierra era el centro del cosmos y que todo lo demás giraba alrededor nuestro –dice del otro lado del teléfono, desde una oficina en Manhattan–. Entonces, vinieron Copérnico y Galileo y nos demostraron que estábamos equivocados. Luego, nos golpeamos otra vez contra la pared: nos dimos cuenta de que nuestro sistema solar es sólo un pequeño barrio en las afueras de una gigantesca galaxia, la Vía Láctea, una entre cientos de miles de millones de galaxias que constituyen nuestro universo. Muchos físicos creemos ahora que no debemos detenernos ahí. Pensamos que hay algo todavía más allá: un océano de universos. A eso lo llamamos ‘multiverso’.”
Y entonces, se ríe. Sabe que sin observaciones ni apoyo experimental, esta peligrosa idea es duramente combatida dentro y fuera de la comunidad científica. “¿Es esto metafísica? ¿Es filosofía? ¿Es religión? ¿Es esto ciencia?”, se preguntan los más desconfiados. “En el pasado, hubo muchas ideas que parecían igualmente locas cuando fueron propuestas por primera vez –cuenta este profesor de la Universidad de Columbia–. Einstein no creía en los agujeros negros pese a que se desprendían de sus ecuaciones. Hoy nadie los cuestiona. Ahora las matemáticas indican que podrían existir otros universos además del nuestro.”
Hijo de un cantante en bodas y de una oficinista de una veterinaria, en vez de abrazar el enfoque científico tradicional de prueba y error, Greene ha dedicado su vida a esbozar las respuestas que para muchos pueden sonar a charlatanería new age. Con su atuendo habitual –jeans, botas y campera de cuero ecológico (“soy vegano”, dice)–, Greene es uno de los capitanes de una revolución que tiene lugar dentro de la física. Aunque, a diferencia de muchos de sus colegas de orgulloso aspecto nerd –anteojos culo de botella, camisa de mangas cortas con portabiromes, risa rasposa–, este investigador de 49 años logró salir del ghetto científico. Greene rompió con el estereotipo y es hoy una verdadera celebridad. Considerado uno de los físicos más famosos del planeta –después, claro, de Stephen Hawking–, Brian Greene tiene fans.
Así como los autotitulados reyes de la serie Game of Thrones se pelean por ocupar el trono de hierro, en el campo de la divulgación científica los físicos se disputan el trono que Carl Sagan dejó vacío cuando murió en 1996. Como Greene, Michio Kaku (autor de La física del futuro), Brian Cox (presentador de Wonders of the Universe) y Neil deGrasse Tyson (que será la cara en la remake de Cosmos) buscan hacer llegar las ciencias a las masas. “Nuestra misión es la misma: hacer de la ciencia algo excitante ante los ojos del público”, comenta Greene.
Aunque el presentador de Más allá del cosmos es distinto. Tiene una habilidad poco común: descompone ideas profundamente complejas, las presenta con metáforas visualmente explosivas y, además, contagia entusiasmo. “Para la mecánica cuántica, nuestros cuerpos son 99,99 por ciento espacio vacío –dice–. La distancia entre los electrones y el núcleo de cada átomo es, en escala, casi la misma que hay entre la Tierra y el Sol.”
Luego de repartir su tiempo entre el atletismo y la lucha grecorromana, se recibió en Harvard y una beca lo llevó a Oxford, donde finalmente se enamoró. No de otra persona, sino de una teoría: la teoría de cuerdas, con la que convive desde los 22 años. “La búsqueda de las leyes fundamentales del universo es un drama bien humano, que ha hecho que nuestra mente se ensanche –dice–. Siento que la teoría de cuerdas es nuestra mejor esperanza para conseguir una teoría unificada, o sea, hacer congeniar la relatividad general, las leyes que rigen lo enormemente grande, y la mecánica cuántica, que rige en lo enormemente pequeño.”
Profundamente dentro de todo lo que nos rodea –los autos, los árboles, esta página de papel, incluso dentro nuestro–, dentro de los átomos, dentro de sus electrones, sus neutrones, protones y quark, sostiene esta teoría, hay algo más: pequeños filamentos de energía, cuerdas, los constituyentes indivisibles y fundamentales que conforman todo lo que existe. La tinta que James Joyce utilizó para escribir Ulises, los anillos de Saturno, la cama en la que dormimos, todo está hecho de cuerdas. Aunque, en vez de producir notas musicales como las cuerdas de un violín, estas cuerdas de la realidad producen diferentes partículas. Y son ridículamente pequeñas. “Si tomásemos un átomo y lo expandiéramos al tamaño del universo, una cuerda tendría el tamaño de un árbol”, explica Greene.
Como muchos otros grandes físicos teóricos, este científico fanático del judo, hábil en el piano y cuyo escritor favorito, curiosamente, es Graham Greene, se enfrenta a los grandes misterios del universo en solitario. Trabaja en una pequeña oficina estéril y vacía como un cuarto de hotel, de la Universidad de Columbia. Su obsesión por el orden es legendaria entre sus estudiantes.
Hace casi 15 años, en 1996, sin embargo, Greene se distrajo. Sin que sus familiares y colegas se enterasen, comenzó a escribir un libro sobre los pilares conceptuales de la física pensado para sus vecinos y amigos. Sin anticiparlo, aquel proyecto secreto cambiaría su vida. Lo llamó El universo elegante. “Cuando lo estaba escribiendo, pensé que nadie lo iba a leer –recuerda este científico fanático de Star Trek, que tomó clases de actuación e hizo un cameo en The Big Bang Theory–. No anticipé que se convertiría en un éxito. Me alentó a salir de mi pequeña oficina para contarle a la gente sobre lo extraño y a la vez fascinante que es el universo.”
Finalista del Pulitzer en la categoría de non-fiction, su libro rankea bien alto en la lista de libros de ciencias más vendidos de todos los tiempos después de Cosmos, de Sagan, y de Breve historia del tiempo, de Hawking. Pero no fue sólo eso lo que volvió famoso, sino su predisposición para hablar con cualquiera de dimensiones extras y universos paralelos. “Mi objetivo es abrir un mundo maravilloso de exploración a todos –señala este autor que luego de la publicación de su segundo libro El tejido del cosmos recibió diez mil mails–. Todas las grandes ideas pueden ser contadas sin matemáticas.”
Los físicos, obviamente, no fueron los primeros en pensar en realidades paralelas o alternativas. Desde El mago de Oz y “El jardín de los senderos que se bifurcan”, de Borges, a películas como Sliding doors y a episodios de Star Trek, obras de la cultura popular ayudaron a integrar la idea de multiverso, que Greene detalla en su último libro, La realidad oculta, concepto para muchos esotérico en la mentalidad de nuestro tiempo.
Ni verificable ni falsable, sin embargo, esta noción es uno de los conceptos más polarizantes que han emergido en la física en las últimas décadas. De un lado están los que consideran que esta idea es tan poco científica como la existencia de ángeles. Otros, como Greene, piensan que será la próxima revolución copernicana. “No surgió de nuestra imaginación sino de las matemáticas”, se defiende. En algunos universos, dice, el asteroide que mató a los dinosaurios podría haber pasado de largo. En otros podría haber copias de nosotros. Infinitas, con pequeñas variaciones.
¿Pero cómo imaginar lo que no podemos ver? “Me gusta pensar en el multiverso como un gran queso gruyère donde los agujeros son universos –dice Greene–. Otros días imagino que cada universo es una burbuja entre muchas otras dentro de un baño de espuma cósmico.”
En diez, cincuenta o cien años, especula Greene, quizá la gente pueda convencerse de que el multiverso es real. Pero en verdad mucho no le importa. A él, sólo le interesa la opinión de una persona. “Un día estaba sosteniendo a mi hija de cuatro años y le dije: ‘Sophia, te amo más que nada en el universo’ –recuerda Greene–. Y ella se dio vuelta y me preguntó: ‘Papá, ¿en este universo o en el multiverso?’.”
Más allá del cosmos se transmite los jueves, a las 18, en NatGeo. Además, los capítulos anteriores están en YouTube.
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