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Domingo, 23 de noviembre de 2003

El as de espadas

A treinta años de su estreno, la Filmoteca Buenos Aires reestrena en el Malba La ira del espadachín manco, la obra maestra de Chang Cheh a la que todos, de John Woo a Quentin Tarantino, le deben todo.

POR HORACIO BERNADES
Se supone que una película llamada La ira del espadachín manco debería estar condenada a un destino tan improbable como el thriller La fuga del paralítico o el film porno El castrado superdotado. Sin embargo, quien se haya dado una vuelta ayer a medianoche por el auditorio del Malba (o quien se aventure por allí el próximo sábado a la misma hora) verificará no sólo que La ira del espadachín manco existe (al revés de sus colegas) sino que es, o debería ser, de visión obligatoria. Aunque la copia esté doblada al inglés y el tiempo haya atenuado sus colores.
Gloriosa por mérito propio, esta producción hongkonesa, rescatada de milagro y pacientemente reconstruida por la gente de la Filmoteca Buenos Aires, explica por sí sola de dónde salen El tigre y el dragón o la obra entera de John Woo (que empezó como asistente del realizador de La ira...), así como las afamadas y supertrilladas patadas levitadas de Matrix. Y también, claro, la mismísima Kill Bill volumen 1. La ira del espadachín manco y Kill Bill empiezan igual, con un logo desplegado a todo lo ancho de la pantalla panorámica en el que se lee Shaw Scope, nombre de una de las compañías de producción que lanzaron el cine hongkonés al mundo a principios de los setenta.
Desde mediados de los sesenta, la especialidad de la compañía de los hermanos Shao fueron las superproducciones de artes marciales en cinemascope y a todo color, dirigidas sobre todo por los dos grandes maestros de la casa, King Hu y Chang Cheh, de los mayores artistas que haya dado el cine hongkonés en toda su historia. La ira del espadachín manco es una obra maestra indiscutible no sólo de Chang Cheh (1923-2002) sino también del género que se conoce como wu xia pian, y que designa a las películas chinas de espadeo.
Conocida en Estados Unidos como The New One - Armed Swordsman, La ira... se estrenó en la Argentina en los años setenta, en pleno auge de Bruce Lee y el kung fu, en una sala pulguienta de la calle Lavalle. El boom de las relecturas y revalorizaciones hizo que lo que alguna vez fue rasca ahora sea cool; vean, si no, la nueva de Tarantino, que vampiriza el catálogo entero de la Shaw Brothers y homenajea a los Five Venoms, grupo de matones inventados por Cheh. Y el mismo boom quiere que lo que antes se veía entre los vahos del Electric, ahora se disfrute en las confortables butacas del Malba y con la música en vivo de los Kung Fu Koncertos, que la National Film Chamber Orchestra conducida por Fernando Kabusacki –con el Mono Fontana en teclados y samplers– improvisa sobre las escenas de acción, tratando de ser insolentemente fiel al aire de Morricone-western spaghetti de la música original del film.
El título inglés –The New One - Armed Swordsman– sugiere que hubo, antes, otro espadachín con un brazo menos. En efecto, lo filmó el propio Cheh en la muy exitosa The One - Armed Swordsman (1967), y poco más tarde en The Return of the One - Armed Swordsman. Curiosamente La ira..., que es de 1971, no guarda la menor relación con esos antecedentes. La historia es distinta, el actor protagónico es otro y son muy otras, sobre todo, las circunstancias que obligan al héroe a espadear para siempre sólo con el brazo izquierdo. En las dos primeras películas, el wu xia perdía su extremidad en combate; en La ira... se la secciona él mismo, por honor. Guerrero joven y soberbio, el aparentemente invencible Lei Li es retado aduelo por un viejo y astuto maestro que lo compromete en una apuesta. “Si pierdo, me cortaré el brazo y me retiraré para siempre”, dice el veterano, encarnación del típico villano chino, sofisticado y perverso. El que pierde es Lei Li, y su amor propio lo lleva a cumplir la promesa del otro. La escena es asombrosa: el héroe se amputa de un solo tajo y en el mismo movimiento, antes incluso de que el brazo caiga al suelo, el rival lanza su espada con tanta precisión que ensarta el miembro en el aire y lo estaquea contra un árbol. Y cuando el espectador empieza a reaccionar, el film le propina una de las figuras retóricas más bestiales de que el cine tenga memoria: ilustrando el paso del tiempo, el brazo de Lei Li, siempre con la espada atravesada, deviene en esqueleto, mientras se secan a su alrededor las hojas del otoño.
Sorprendemos, después, a un Lei Li retirado, que trabaja de mozo en una posada. Antes, guerrero, vestía sólo de blanco; ahora está de negro, de la cabeza a los pies. Hay que verlo amasar pan o batir huevos con una sola mano. La escena de los huevos es un ejemplo inmejorable del formidable impudor creativo del cine hongkonés: como un malabarista de circo (el wu xia pian le debe tanto al circo y la acrobacia como a la ópera china y las artes marciales tradicionales), Lei Li tira un huevo al aire al mismo tiempo que rompe otro, pero los huevos que arroja tardan muchísimo en caer, cosa de darle tiempo al actor para agarrarlos.
Otra escena gloriosa: tres patoteros provocan a Lei Li, que se niega a pelear para no romper su promesa. Al final, harto, pega un tirón al mantel y levanta por el aire platos, cubiertos y botellas que, enseguida, caen juntos, perfectamente parados, en la misma posición que antes. Un ejemplo clave de la superioridad de lo inaudito sobre la lógica, flor y la nata de un cine que le declaró la guerra a la fuerza de gravedad. De ahí que, en las escenas de batalla (porque Lei Li termina rompiendo su juramento y deja un tendal de enemigos desmembrados, como Uma Thurman en Kill Bill), los combatientes salten como langostas, floten en el aire, correteen sobre la nada y queden como colgados del vacío. En el film de Tarantino no hay nada que se parezca siquiera a la muerte de Feng Junjie, el “amigo” del héroe, a quien los malos tensan entre unas cuerdas y cortan de un solo tajo, como si fuera un pollo.

La ira del espadachín manco inaugura el ciclo estable Kung Fu Koncerto y podrá
verse en el Malba el sábado 28 de noviembre a la medianoche.
El ciclo continúa en diciembre con El regreso del dragón, con Bruce Lee.

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