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Domingo, 5 de julio de 2015

THE DUKE OF BURGUNDY

La naturaleza de la relación entre Cynthia (Sidse Babett Knudsen) y Evelyn (Berberian’s Chiara D’Anna) puede no ser del todo sencilla de discernir en un principio. A simple vista, la primera es el ama de la casa y la otra su aparentemente sufrida mucama, a quien Cynthia humilla con encargos domésticos. Pero si las seguimos un rato veremos que a veces el orden de mando y dominación se invierte, o vacila. Tardaremos un poco en comprender las reglas de esta amistad/ sociedad/ amorío sadomaso, entre dos que llevan un tiempo indefinido pero en apariencia de largos años juntas, en la misma casa, y que Evelyn no sólo no es una víctima de este juego erótico de sumisión sino que es de hecho la que lleva las riendas, la que escribe (literalmente) el meticuloso guión por el que ambas guían sus juegos. Alguien ha definido la convivencia entre las dos protagonistas de The Duke of Burgundy, tercera película del inglés Peter Strickland (el de Katalyn Varga y Berberian Sound Studio) como un “paraíso de perversión”, y aunque la definición parece cargarla de negatividad, toda la crueldad y el sufrimiento que marcan su dinámica son a la vez muy cercanos al placer y la pulsión sexual. “No estoy interesado en el hecho de que Cynthia y Evelyn sean gays, me refiero a como contrapunto a los heterosexuales. Son todas mujeres en la película, así que no hay contrapunto. No estoy interesado en saber por qué Evelyn es como es; es una película acerca de cómo funciona esta pareja, cómo encuentran su común acuerdo”, ha dicho Strickland. “He intentado crear un mundo. Un mundo en el que puede ser increíblemente erótico para Evelyn que le ordenen que frote la espalda de su amante, pero que cuando Cynthia necesite de verdad que la froten por razones médicas, Evelyn simplemente no estará interesada en hacerlo. Creo que hay que cierta similitud entre los masoquistas y los cineastas en lo que hace a los niveles de control (que se detentan en ambas especialidades), y en cómo, cuando todo se está desmoronando, ellas aún se aferran a sus guiones.” En otras palabras, otra película de Strickland sobre el cine (como Berberian), y también sobre mariposas muertas coleccionadas como fetiches, sobre ropa interior sucia, lluvias doradas (en el sentido más porno de la expresión) y homenajes a Jesús Franco y al erotismo del cine europeo de los ’70, que nos mete literalmente entre las piernas de sus protagonistas, en lo más profundo y lo más oscuro.

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