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Domingo, 11 de septiembre de 2016

YO SOY GILDA

 Por Diego Brodersen

Entre la intensa actividad profesional que incluye sus participaciones en tiras y novelas televisivas y los viajes a Israel, Rusia, la República Checa y otros países de Europa del Este –donde su popularidad como cantante es igual o mayor que en el Río de la Plata–, Natalia Oreiro encontró finalmente el que parece ser su rol consagratorio en el cine. Consagratorio en un sentido profundo y más allá de la notoriedad del personaje encarnado: a pesar de que su carrera como actriz cinematográfica no es precisamente breve (supo actuar a las órdenes de Adrián Caetano, Ariel Winograd y Lucía Puenzo, entre otros directores), la película no sería la misma, no tendría la misma intensidad ni la misma paleta de matices sin su participación, que además ocupa un porcentaje elevadísimo de fotogramas. Finalmente porque, luego de un puñado de tentativas por llevar la vida de Gilda a la pantalla grande (en varios de esos proyectos con la misma Oreiro como candidata a encarnarla) ese deseo es ahora una realidad. “Durante estos veinte años que transcurrieron desde la muerte de Gilda leí dos guiones terminados. Y hubo, al menos, tres directores diferentes involucrados”, detalla Oreiro. “Para mí la premisa siempre fue que se tratara de un hecho cinematográfico, porque más allá de que siempre me gustó Gilda, tenía que ser una historia que valiera la pena, que no fuera simplemente una película hitera. Me parece poco interesante la idea de ver una simple imitación de ella en el cine. Esos guiones no eran necesariamente malos, pero sí un poco obvios, con una mirada enfocada excesivamente en el aspecto de la santidad. Esos dos primeros guiones los rechacé y el tercero de esos proyectos, cuyo director me gustaba mucho, nunca llegó a la etapa de escritura porque no se habilitaron los derechos. El dato interesante es que Lorena Muñoz es la primera mujer que quiso contar la historia y no creo que ése sea un detalle menor. Fabricio, el hijo de Gilda, nos dio una entrevista después de recibir la carta que le escribimos juntas. Y accedió a aprobar la película incluso sin leer el guión. Confió. Sucedió algo energético.”

No existen versiones definitivas de una vida. No se puede conocer la totalidad de un ser humano, se trate de alguien famoso o de un completo desconocido. Es imposible. Mucho menos a partir de una versión cinematográfica. “Siempre me interesó contar quién era ella como mujer, cómo era Miriam. En eso coincidimos por completo con Lorena. Y que además fuera una película que se pudiera ver en cualquier país, que funcionara como historia en cualquier lugar. Soy fan de Gilda pero lo que me interesa de los personajes es que les ocurran cosas reales, contradictorias, que no sean de una sola manera. Personajes que se confundan, que la van remando.” Respecto de la directora, Oreiro confiesa que “es una mujer con mucho coraje, que no se achicó nunca. Ella fue la que quiso trabajar con María Laura Berch en la dirección de actores y eso es algo que muchos realizadores no aceptan. Y para mí fue fundamental porque un director tiene que tener un panorama de 360 grados de la película. Hay muchas situaciones que se te pueden escapar y la dirección de actores es esencial. Para mí no hay malos actores, hay malos directores. Con eso me cubro, claro (risas). Entre las tres encontramos a Gilda y eso habla de la inteligencia y la generosidad de Lorena como realizadora.” Respecto del tema de la santidad, que a esta altura es para los medios periodísticos una suerte de lugar común iconográfico, Oreiro afirma sin dudarlo que “es algo que le pasa a la gente, que ocurría cuando estaba viva y que luego de su muerte se magnificó. Pero es algo de lo cual ella no se hizo nunca cargo; realmente no se adjudicaba ningún tipo de poder, ni ella ni su música. Sí sentía que la gente depositaba en ella mucho amor, porque con las canciones se metía en sus casas y era parte de su vida cotidiana. Ella siempre decía que, si la música servía para algo, bienvenido sea. Pero jamás se adjudicó una santidad, es algo que la superaba por completo. Desde ese lugar a nosotros no nos parecía bueno puntualizar en ese aspecto. A pesar de ello, está presente en la película, porque es algo que sucedió y que no podemos obviar; al fin y al cabo, no ocurrió con otros artistas”.

A pesar de que se lo han preguntado y se lo preguntarán infinidad de veces hasta que la película baje de cartel e, incluso, mucho tiempo después de que eso ocurra, la chica que llegó desde Montevideo siendo una adolescente y que dio los primeros pasos de su carrera como una paquita de Xuxa, afirma rotundamente que no hay muchos paralelismos que enlacen su vida con la de Gilda. “La relación con mi padre o con mi pareja o la manera de encarar el trabajo son muy distintas. Pero la identificación con el personaje de la película es universal: a quién no le dijeron, en algún momento de la vida, que no servíamos. Y, ante eso, tener que optar por una de dos posibilidades: resignarse o seguir peleándola. Me pasó muchas veces y soy de dar batalla. Cuando me encasillan en algo, corro para la otra punta. Y a ella le costó mucho, desde el principio. Más allá de eso no encuentro similitudes. Aunque ella era muy cercana con su público y reconozco eso en la relación con la gente que me sigue. Es algo natural, no lo concibo de otra forma. Luego está el tema de la maternidad: agradezco realmente que no se haya dado antes porque, a partir del momento en el que fui mamá, pude comprender lo que sufre una madre cuando tiene que dejar a su hijo y salir a trabajar de noche. Con la película, por ejemplo, fueron ocho semanas de rodaje, de las cuales cuatro fueron nocturnas. Y de día tenés que estar despierta para ser mamá, para llevar a tu hijo a la escuela. Había hecho de madre en otras películas, pero era una interpretación de oído. Ahora lo padezco, alejarme de mi familia y de mi hijo por trabajo. Ese costado maternal de Gilda, que no es demasiado conocido, es algo que la película también expone.”

¿Cómo fue el trabajo de elaboración del personaje, teniendo en cuenta que el espectador iba a estar muy atento a las similitudes físicas con Gilda, pero también a lo que se conoce de su vida personal?

–El trabajo de investigación previo de Lorena, muy profundo, fue indispensable, me allanó el camino. Nunca antes había interpretado a alguien que hubiera existido y que fuera tan reconocido. Eso era un desafío. Pero como no soy imitadora –soy intérprete–, el desafío más grande era encontrar la esencia de Gilda, esa energía que ella emanaba. Para eso fue importante ese trabajo de investigación y, además, me sirvió mucho encontrarme con gente que la conocía, sus mejores amigas, sus músicos, que son parte de la película: tres de los sobrevivientes del accidente se interpretan a sí mismos como parte de la banda. Ellos fueron los que me contaron quién era Miriam, esa maestra jardinera que se transformó en abanderada de la bailanta, viniendo de un entorno familiar muy prejuicioso en ese sentido. Después está la parte física: cortarse el pelo, entrenar para parecerse físicamente. Por otro lado, el fraseo de ella era muy especial y eso llevó bastante preparación: tuve que desandar mi propio estilo para lograr un color de voz parecido, lograr los yeites que ella tenía al cantar, su forma de respirar. Me llevó unos cuatro meses.

La banda de sonido de Gilda, no me arrepiento de este amor, que será lanzada en simultáneo con el estreno de la película, es el primer álbum de Natalia Oreiro en muchos años. Exactamente catorce. Lógicamente, todas las canciones fueron grabadas antes del rodaje, de manera de poder utilizarlas como referencia en las escenas musicales. “Esa fue una etapa en la que sentí que me estaba convirtiendo en lo que otros querían que fuera. En 2002 rescindí el contrato con la discográfica. Por supuesto que cantar es mi manera de llegar a otros públicos y nunca dejé de hacerlo. ¡Incluso en las películas, casi siempre me piden que cante! Pero no quería grabar discos. En este caso, todo se dio de forma natural y tuve que desdoblarme en dos: por un lado, la actuación y, por el otro, acercarme a su forma de cantar.” Además de las versiones de la película, el disco ofrece tres pistas inéditas: un cover de “God Only Knows”, el famoso tema de los Beach Boys, una versión de “Corazón valiente” cantada a dúo con Rubén Rada y una versión de “No me arrepiento de este amor” diferente a la que suena en el film.

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