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Domingo, 26 de febrero de 2012

Si no reza, por lo menos medite

En La Salpêtrière (la exposición que realicé en el hospital) había muchas obras, pero la exposición estaba sumergida en la oscuridad y todas las piezas se mezclaban para hacer una sola. En arte, el gran secreto es no tener miedo y ahí, no sé por qué, me atreví. Me atreví a no burlarme más, me atreví a afirmar que soy religioso, que soy serio, algo muy importante... Mucha gente consideró que mi trabajo de antes era bueno y éste malo porque, justamente, me tomé en serio, porque me atreví a afirmar que el arte es algo muy, pero muy importante, algo cercano a la religión, a una búsqueda del conocimiento, que yo mismo estaba cercano a la religión y que una exposición no es un sitio de diversión o de placer, sino un lugar donde uno debe, sino rezar, por lo menos meditar. El hecho de afirmar esto provocó una verdadera ruptura, por un lado, respecto a la mayoría de los artistas de mi tiempo, especialmente frente a los artistas conceptuales, que tenían una forma de pensar completamente distinta, sin emoción, y por otro lado, con respecto a todos aquellos a quienes les gustaba el lado divertido, amable, conceptual de mi trabajo.

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