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Domingo, 7 de julio de 2013

> EL HOMBRE MENGUANTE, LA OTRA GRAN NOVELA DE RICHARD MATHESON

Una historia sobre el poder

 Por Stephen King

El hombre menguante (1956), de Richard Matheson, es una novela de fantasía rotulada como ciencia ficción en una década racionalista en la que incluso los sueños tenían que tener algún tipo de base en la realidad; y este error de etiquetamiento del libro se ha mantenido hasta el presente, sin más razón que el hecho de que así es como los editores hacen las cosas. “¡Uno de los más increíbles clásicos de la ciencia ficción de todos los tiempos!”, exclama la tapa de la reciente reedición de Berkley, ignorando el hecho de que una historia en la que un hombre se reduce en tamaño a razón de tres centímetros por día realmente excede los límites más lejanos de la ciencia ficción.

A Matheson, como a Bradbury, no le interesa realmente la ciencia ficción pura y dura. Sabemos que el proceso que eventualmente lleva a que Scott Carey sea perseguido en su propio sótano por una viuda negra gigante comienza cuando recibe una lluvia radiactiva y la radiactividad interactúa con cierto insecticida que ha ingerido en su sistema unos días antes. Es esta combinación la que ha desatado el proceso de encogimiento. Es la más mínima concesión a la racionalidad; una versión para mediados del siglo XX de los pentagramas, los pases místicos y los maleficios. Por suerte para nosotros, Matheson, como Bradbury, está más interesado en el corazón y la mente de Scott Carey.

Vale la pena recordar que en El hombre menguante estamos de vuelta en el viejo territorio de la radiactividad, la idea de que el terror nos ayuda a externalizar de forma simbólica lo que sea que nos está consternando de verdad. Es imposible ver El hombre menguante separado de su contexto de pruebas atómicas, los misiles intercontinentales, el estroncio 90 en la leche. Mirada de ese modo, la novela de Matheson no tiene más de ciencia ficción que las películas de bichos gigantes. Pero en El hombre menguante Matheson hace más que poner pesadillas radiactivas, ya su título sugiere pesadillas de una naturaleza freudiana. Es una historia sobre la pérdida de poder y la creciente impotencia de la libre personalidad en un mundo cada vez más controlado por las máquinas, la burocracia y un cálculo terrorífico en el que las guerras del futuro se planifican pensando en un “índice de muertes aceptable”. En Scott Carey vemos uno de los símbolos más inspirados y originales de esta moderna devaluación de la divisa humana.

Por encima de todo, podemos decir que El hombre menguante es una clásica historia de supervivencia; en verdad hay un único personaje, y las cuestiones son elementales: alimento, refugio, supervivencia, destrucción del némesis. No se trata de un libro tremendamente sexy, pero en él el sexo se trata con un nivel de reflexividad que no tiene en los típicos polvos de las ediciones de bolsillo de los ’50. Matheson fue un pionero en lo que respecta al derecho de los escritores de ciencia ficción y fantasía a lidiar con dilemas sexuales de una manera realista y sensible –entre otros enredados en la misma lucha, y era toda una lucha, estaban Philip José Farmer, Harlan Ellison y tal vez el más importante, Theodore Sturgeon–. Tal vez queramos que Matheson hubiera lidiado con el ángulo sexual con algo menos de solemnidad, pero teniendo en cuenta su época, podemos aplaudir el mero hecho de que haya lidiado siquiera con un ángulo sexual.

El hombre menguante lidia con las políticas internas del poder..., o, si les gusta (a mí me gusta), con las políticas internas de la magia. Y el asesinato de la araña, la gran némesis de Scott, tiene por propósito mostrarnos que la magia no depende del tamaño sino de la mente y el corazón. Si este libro se ha mantenido considerablemente más grande que otros del género y muy por encima de otros libros en los que gente diminuta batalla contra escarabajos y mantis religiosas y bichos por el estilo, es porque Matheson estiliza su relato en términos muy íntimos y fascinantes, y porque, en última instancia, es muy persuasivo.

Esta reflexión sobre El hombre menguante fue tomada de Danse Macabre (1981), el libro de ensayos de Stephen King sobre la ficción de horror en la cultura popular de EE.UU., que insólitamente es inconseguible en español.

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El increíble hombre menguante (1957), dirigida por Jack Arnold sobre guión adaptado por el propio Matheson.
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