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Lunes, 27 de agosto de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › "TOCAR EL CIELO" DE MARCOS CARNEVALE

El cielo, sólo para algunos

 Por Leandro Arteaga

Tocar el cielo 3 puntos

Argentina/España, 2007

Dirección: Marcos Carnevale.

Guión: Marcos Carnevale, José Antonio Félez, Andrés Gelós, Lily Ann Martin.

Fotografía: Juan Carlos Gómez.

Música: Lito Vitale.

Montaje: Nacho Ruiz Capillas.

Intérpretes: Facundo Arana, Verónica Echegui, Betiana Blum, China Zorrilla, Chete Lera, Raúl Arévalo, Alberto Jiménez.

Duración: 109 minutos.

Salas: Monumental, Village, Showcase.

Curioso el género de las co-producciones. Películas financiadas por dos o más países que deben ver representada su cultura, su idiosincrasia. Éste es el caso de Tocar el cielo. También ocurrió con Elsa y Fred (2005), anterior largometraje del mismo realizador, Marcos Carnevale. Y parece que Carnevale sabe cómo oscilar entre dos mundos que parecen ser uno, que no comparten más desemejanza que la entonación de los idiomas. Y uno ya no sabe si lo que pasa, pasa en Madrid o en Buenos Aires, porque son tan similares las familias, y tan rápidos los vuelos que los llevan de uno a otro lado del Atlántico, que España y Argentina se han vuelto dos barrios muy cercanos.

Ahora bien, habrá que pensar en el tipo de barrio del que estamos hablando, porque si puntualizamos en que la comunión entre ambas partes sucede desde globos que vuelan al cielo, todos los fines de año, junto con los deseos de sus dueños, magnates de clase media acomodada, a quienes el dinero les resbala, no sé a ustedes, pero lo que es a mí, dichos deseos poca estima me generan.

Comienzan entonces las atribulaciones de estas familias decadentes. El profesor de Letras, bohemio de antigua época, cuyo hijo -¡Fidel!- vive encerrado en su habitación búnker, mientras estudia -aparentemente- una carrera administrativa, que desata la ira del padre, padre que entona amores adolescentes a los que luego sabrá renunciar por el amor mayor a su hijo, hijo que se encarga de solicitar compostura, mientras esconde fotos colgadas del Che, porque en verdad él es revolucionario como lo fue su padre, pero envuelto por paredes y empapelados de rebelde de bolsillo forrado, realidad pacata y lamentable que, allí si vamos a coincidir con el film -aunque no sea éste su propósito-, parece ocurrir tanto en España como en nuestro país.

También hay un casamiento por conveniencia. El propósito, parece, es ser la mueca de una institución que, reaccionariamente, la película se encargará de restituir. Porque si alguna virtud persigue Tocar el cielo, es la de ser una película puritana. Y perversa. Porque cuando se adopta al recién nacido, ¿a que no saben de dónde se lo saca? Adivinaron. De la realidad cruel y mísera que vive el tercer mundo argentino. De algunos de esos barrios de periferia, donde la palangana está en su justo lugar y la brisa conmueve. De todos modos, allí está la posibilidad para el elegido, irse para Europa, ser parte de una familia -que el pésimo Facundo Arana sabrá cómo conformar-, y naturalizar, de paso, la ¡donación! de un niño al viejo mundo, porque el nuevo está derruido.

La historia más pequeña, y tal vez mejor, es la del papel compuesto por Betiana Blum, cuya enfermedad le hará recorrer un itinerario de vida apresurado. Lo único que brilla en una película que resulta un mamarracho y una hipocresía.

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Una película puritana.
 
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