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Lunes, 14 de abril de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › ESTRENO: "RANCHO APARTE", DEL ARGENTINO EDI FLEHNER

El empapelado que no esconde la humedad

 Por Leandro Arteaga

Rancho aparte 7 puntos. Argentina, 2007

Dirección: Edi Flehner.

Guión: Edi Flehner, a partir de la obra teatral de Julio Chávez.

Música: César Lerner.

Montaje: Guillermo Grillo.

Fotografía: Javier Julia, Hernán J. Bouza.

Intérpretes: Leandro Castello, Luz Palazón, Mercedes Scápola.

Duración: 90 minutos.

Salas: Monumental, Del Siglo, Village, Showcase.

El empapelado está tapando algo. La humedad se trasluce y amenaza con despegar el color que cubre y adorna. Es una habitación de Barrio Norte. Con todas las comodidades. Mundo extraño al que la joven Susana, el tío Tulio y su silla de ruedas, han ido a parar. Clara es la dueña de casa, hermana de Tulio, tía de Susana. Luego de ser desalojados de su rancho de campo, tío y sobrina buscan asilo. Clara no lo sabe. Así las cosas.

La voz en off con la que abre el film nos introduce en un falso cuento de hadas. Porque las cosas no serán como aparentan felizmente ser. El casamiento inicial no es consecuencia del amor campestre almibarado. Hay una apariencia que mantener. Y para ello, también, un rancho que recuperar. Por ello el desalojo. Son ahora los recién casados los que tienen privilegio. Los otros, Tulio y Susana, a la búsqueda de algún techo.

Y cuando el trío familiar finalmente se reúne, tras sorpresas y miradas desconcertantes, en pleno barrio de alcurnia bonaerense, no parece haber augurio de acuerdo feliz. Menos aún cuando los parientes del campo insisten en iluminarse con velas, comer chorizo con mate a las tres de la mañana, llenar con migas de pan el piso, chorrear el parquet con el pulóver lavado en la oscuridad del baño, y dormir en los sillones.

Clara se desespera. El letargo de televidente se le quiebra en mil pedazos. Intenta llenar de gusto refinado a los familiares, pero no logra nada. Sólo una creciente mirada de sospecha -de parte de ellos, también de parte suya-. Mientras intenta ordenar el despimplume que la caja de su hermano deja tras suyo, mientras pierde los diferentes elementos que atesora. Lo único que le queda.

Es allí cuando Rancho aparte evidencia su deuda teatral. Cuando el argumento se clarifica y los diálogos son lo que importa. También desde la caracterización de Leandro Castello como Tulio: tullido, divertido, iracundo. Con primeros planos que evidencian la diferencia de edad entre personaje y actor (pero que no menguan su capacidad interpretativa). La película de Edi Flehner -alguien volcado preferentemente al cine publicitario, aquí con su primer largometraje- reelabora la obra teatral escrita por Julio Chávez. El desarrollo de la trama, sus diálogos -cercados por las paredes de la habitación de huéspedes de Clara-, dan cuenta de esta tarea originaria. Pero que, de todos modos, no deja de ser resignificada desde un concepto cinematográfico. Más aún cuando lo surreal inunda el ambiente, cuando los recuerdos se fusionan con el desarrollo de la acción.

La visita de los parientes del campo a la gran ciudad no puede menos que evocarnos otras historias. Rancho aparte tiene algo del clima humorístico de Historias mínimas (2002, Carlos Sorín), aunque también comparte el tono de desamparo que nos ofrecieran tanto El bonaerense (2002, Pablo Trapero) como El cielito (2003, María Victoria Menis). En el cruce de culturas, cercanas pero distantes, radica en parte el espíritu del film. A veces algo maniqueo, pero con cierta dosis de certeza, capaz de sustentarse desde el deambular solitario -de afectos y de bienestar- de tantos y tantos por las calles concurridas de la ciudad.

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Las cosas no serán como aparentan felizmente ser.
 
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