Miércoles, 17 de septiembre de 2014 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › SIN CITY, DE ROBERT RODRIGUEZ Y FRANK MILLER
Por Leandro Arteaga
Sin City: Una mujer para matar o morir: 7 puntos
(Frank Miller's Sin City: a dame to kill for. EEUU, 2014)
Dirección: Robert Rodriguez y Frank Miller.
Guión: Frank Miller, a partir de sus novelas gráficas.
Reparto: Josh Brolin, Eva Green, Mickey Rourke, Rosario Dawson y Ray Liotta, entre otros.
Salas: Hoy en Monumental, Showcase, Village.
Ya establecida como un clásico del cómic neonoir, Sin City tiene en el cine una ramificación más, con un desmedido afán protector sobre la obra de origen. En este sentido, puede señalarse el poco énfasis en la transposición de un medio al otro; pero lo que más y mejor sucede es el desafío por tratar de sostener el planteo gráfico de Frank Miller, como si se tratase del cómic paginado sobre la pantalla: intención que el cine esboza en el inicio retro de Superman (1978), con la sola revista como protagonista.
El resultado, de acuerdo con el film de 2005, es el de una mezcla entre storyboard, animación y cine. Lo que confirma el talento narrador de Miller, cuyas páginas son por momentos utilizadas de modo mimético, con personajes que oscilan entre la carnadura de sus intérpretes y el dibujo animado. A su vez, destaca la fusión entre Miller y Robert Rodríguez, a partir de afinidades y puestas de acuerdo para que el film sea lo que debe ser: cine. Acá es donde el diálogo entre las partes (cine y cómic) mejor funciona. En última instancia, los films Sin City son también películas de un realizador de rasgos nítidos: prolífico, pulp, más o menos inspirado.
Nada podía ofrecer una segunda parte de Sin City que no se hubiese planteado ya en la primera: sea a nivel argumental o estético. En todo caso, la invitación de la secuela es a revisitar su mundo de blanco y negro extremos, donde los hombres son muy rudos y las mujeres son muy malas. Sobre el borde de la caricatura, Sin City es el grotesco de la narrativa negra, con todos sus lugares comunes denunciados pero, por eso, ratificados.
De esta manera, lo que Sin City 2 propone es el muestrario habitual: violencia, chicas desnudas (en verdad, una de ellas: Eva Green), diálogos filosos y en off, políticos y policías corruptos, desde ese marco contenedor que es esta ciudad incestuosa, porque es en el cruce de cercanías sexuales y familiares como se tejen las relaciones. Marv (Mickey Rourke) lo deja entender ante el baile hot de Nancy (Jessica Alba).
Así como ya nadie recuerda el nombre de la ciudad, tampoco lo hacen sobre quién había sido padre o madre de cuál hijo/a. Sólo algunos se atreven, maldición que habrán de sobrellevar como puedan, por fuera de cualquier consideración de caballería distinguida. En Sin City ya no hay cabida para un private eye melancólico, sino sólo para el alcohol, las piñas y las balas.
Sobresale, por momentos, la delineación de los intérpretes como despliegue estereoscópico de los cuadritos de historieta. Es el caso de Josh Brolin, esculpido de modo granítico, o el de Mickey Rourke desde las prótesis, pero sobre todo en lo que toca a las mujeres (Green, puntualmente), donde su contorno aparece recortando la oscuridad, entre la miríada de arrugas de sábana, como síntesis de la invitación fatal que nadie osa resistir. Si así no fuera, no habría aventura. O crimen.
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