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Lunes, 26 de octubre de 2015

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE. DOS DíAS, UNA NOCHE, DE JEAN PIERRE Y LUC DARDENNE.

Reflexiones éticas de un gran film

Con un particular concepto de realismo, que se sostiene en el concepto de honestidad, los directores trazan una topografía de nuestro tiempo a partir de diferentes voces, que nos acercan a lo más profundo de una gran crisis.

 Por Emilio A. Bellon

Dos días, una noche: 10 puntos

(Deus jours, une nuit. Francia/Bélgica/Italia, 2014)

Guión y dirección: Jean﷓Pierre y Luc Dardenne

Fotografía: Alain Marcoen

Montaje: Marie﷓Helene Dozo

Intérpretes: Marion Cotillard, Fabrizio Rangione, Catherine Salée, Batiste Somir, Pil Groyne, Simon Caudry, Olivier Gourmet.

Salas de estreno: Cines Del Centro, Monumental, Showcase.

Duración: 95 minutos.

Cuando mencionamos a los hermanos Dardenne, nacidos en una ciudad de Bélgica, pensamos inmediatamente en tantos otros hermanos que llevaron a cabo, juntos, la vocacional labor de escribir y dirigir para el cine. Asoman en nuestra memoria los tan reconocidos hermanos Paolo y Vittorio Taviani, quienes desde los años 60 redefinieron la poética del Neorrealismo desde una mirada mosaico antropológica de notable acento crítico en el orden socio﷓cultural. Y, en Estados Unidos, los hermanos Coen, quienes han logrado un consenso ciertamente muy generalizado en las plateas de los públicos de mediana edad; que los vienen siguiendo desde aquel primer film, de género pero independiente, Simplemente sangre, de mediados de los años ochenta.

Los hermanos Dardenne, Jean Pierre y Luc, que cuentan en la actualidad con una filmografía de dieciocho films entre cortos y largometrajes, ofrecen a lo largo de todo su itinerario una inusual coherencia, en cuanto a la perspectiva ideológica que parte de quebrar todo enfoque maniqueo, otorgando una voz propia a cada personaje, presentando a cada uno de ellos frente a situaciones que a veces rozan los límites, sin prejuzgar. En el orden de lo inmediatamente visible, pareciera que están improvisando constantemente; sin embargo, como la actriz principal del film que hoy comentamos, Marion Cotillard, desde su sublime profesionalismo, ha expresado a la prensa que "cada instante se va planteando de manera calibrada, milimétrica, no dejando al descubierto las costuras del mismo".

El principio de economía del film y de la obra de estos directores ya parte desde el mismo título. Nombres que apelan a un concepto, que apuntan a centrar un sustantivo o a establecer un rasgo de pertenencia. En esta filmografía que despierta continuos interrogantes, que apela a un espectador reflexivo, títulos como La promesa, El hijo, El Niño, El silencio de Lorna, Rosetta o El niño de la bicicleta revelan esa fuerte capacidad de síntesis que está presente en cada uno de los films. En ellos se plantea una cierta inmediatez en esa manera de acercamiento a pequeños hechos de la vida cotidiana, que se expanden, como ahora en este último, desde una acotada unidad temporal; que tensan un movimiento que adquiere sus tonos más graves sin apuntar a una resolución. Y en la mayor parte de sus obras, la cámara en mano nos lleva a acompañar de cerca a sus personajes, detenernos, observarlos, abrirnos a sus gestos, a sus palabras.

Si hay un festival que siempre espera esa nueva obra de los Dardenne es el de Cannes. Y Cannes en numerosas oportunidades ha considerado su obra a la hora de las premiaciones: guión, actores, films en sí. Alejados de todo tipo de concesiones, sus obras se modelan sobre esa categoría un tanto olvidada, la del cine de compromiso; expresión un tanto ausente en el cine de hoy; lejos, por otra parte, en lo que respecta a ellos, de todo enfoque panfletario.

Son pequeñas historias, historias mínimas, las que elevan sus siluetas por encima de una actitud indiferente. En esos recortes de vida, retazos, se ponen en juego toda una serie de conductas que tienen su propio lugar. La horizontalidad atraviesa toda una filmografía que lleva a que el espectador, desde una mirada profunda, pueda ser partícipe de sus propios dilemas ante situaciones de dolorosa crisis. Y la reflexión ética que proponen, lejos de plantearse como moraleja, queda suspendida en la mirada de cada uno de nosotros.

Sus personajes se mueven casi anónimamente en ese mundo que los ignora. Muchos de ellos viven en los márgenes, desde su condición de inmigrantes, desocupados, sosteniendo el día a día de manera precaria. Los hermanos Dardenne colocan a sus personajes en situaciones límites frente a determinadas opciones, dejando al descubierto el dolor, la fragilidad, la desesperación en ese intento por sobrevivir. Pero no clausuran el relato, por el contrario, esos puntos suspensivos nos seguirán acompañando mucho más allá de la salida de la sala.

Presentada en la selección Oficial del 2014 en Cannes, Dos días, una noche, sin embargo, no fue reconocida a la hora final. Sí, en cambio fue elegido como mejor film extranjero en otros festivales y su actriz, Marion Cotillard, fue nominada para los premios Oscars y en la noche de los premios César. Pero, igualmente, la mayor parte de la crítica internacional destacó sus méritos. Podríamos decir que en la hora y media de duración del film --y desde un relato que da cuenta, temporalmente hablando, de lo que se anuncia en su título-- pasamos a ser testigos y protagonistas de los diferentes tipos de reacciones ante una determinante decisión de la voz empresarial, que empuja a una direccionalizada votación. Quedan así aquí, al descubierto, desde una actitud manipuladora, los miedos y alarmas de un grupo de empleados que debieron elegir para poder recibir ellos ese plus que les permitirá sentirse más seguros. En ese acto de elegir, en esa votación, lo que ha imperado es el miedo: miedo a quedar fuera del campo laboral, miedo a no poder subsistir, miedo a quedar atrapado en las redes de la desconfianza tendidas por el propio sistema.

Y todo este planteo, que se escenifica aquí en un barrio de humildes empleados, obreros, de la ciudad de Lieja, coloca de inmediato a la figura de una joven mujer, casada, con un compañero que sirve en un lugar de comida al paso, que ha pasado a ser, de manera directa, tras su licencia por depresión, la figura elegida para reestructurar ese orden económico, que pretende de manera ilusoria hacer ver que cada uno de ellos, cada empleado, puede obtener un mayor beneficio ("la prima", se da en llamar) a cambio de sacrificar a uno de los que allí trabajan. Feroz dilema, perversa votación, en la que ya está dado de antemano el fallo final. Un tiempo que se estrecha, una posible nueva elección, un incierto continuará.

Al igual que uno de los hermanos Kaurismaki --Aki, director del sublime film Le Havre-El puerto, definido por su director como "un utópico sueño"--, los hermanos Dardenne dibujan aquí un horizonte esperanzador respecto del conflicto señalado. Y en tal caso, no ya porque se ha restablecido un orden consolador, sino porque algunos de ellos, a lo largo del relato, han podido decidir teniendo en cuenta sus razones más sinceras, escapando de la tensión angustiante que los oprime, pensando en su prójimo. Admirable es el trabajo de construcción que realizan estos directores, en ese periplo que atraviesa la protagonista, Sandra, a los fines de escuchar las razones de los otros, pidiendo se comprendan sus urgencias, poniendo en escena el vocablo "decidir" desde quien pronuncia el mismo, desde quien lo actúa, a partir de quién obliga a hacerlo de acuerdo con ciertos intereses. Respuestas solidarias, mezquinas, celosas; respuestas que crean todo un espectro que va delineando los alcances y pausas de una amenazante fractura.

Una nueva votación se anuncia para esa primera hora de la mañana de ese tan inmediato, más que cercano, día lunes. Y a lo largo de esos días y una noche, en los que caben todos los matices, las reacciones nos llevan a una escucha diferente, a la captación del gesto no ya naturalizado. Los matices impregnan la atmósfera en los pasajes de los estados de ánimo, a partir de diferentes respuestas, de nuevos replanteos en algunos de sus compañeros de fábrica. Y allí, en medio de ese debate a puerta cerrada, otro inesperado dilema tendrá lugar.

Los Dardenne exploran aquí, en este admirable film, un particular concepto de realismo, que se sostiene en el concepto de honestidad. Una caracterización de un grupo de perdedores que orillan una férrea línea de incomprensión, de ajenidad. Y el drama de la protagonista, apenas emergiendo de un estado de crisis, la va a llevar a golpear puerta a puerta, pidiendo disculpas, sintiendo vergüenza, tratando de que pueda ser comprendida.

Tal vez, cabe pensar que los Dardenne a través de sus propuestas fílmicas, del drama que sufren sus personajes, se interrogan sobre los grandes temas de nuestro tiempo. Cada uno de esos empleados, obreros, inmigrantes, desposeídos, habita un mundo precario que busca naturalmente la mano del otro. Y los espacios que habitan denuncian el celo y el despojo de todo un sistema que ha capturado --usurpando, domesticado para sí-- los vocablos que fundaron un tiempo de esperanzas.

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Marion Cotillard en una escena del film en el que ofrece otra actuación sublime, que le valió una nominación al Oscar.
 
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