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Lunes, 26 de febrero de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › LA CONQUISTA DEL HONOR, ALGO MAS QUE GUERRA

Con sello de Clint Eastwood

 Por Leandro Arteaga

La conquista del honor

EE.UU., 2006

Dirección: Clint Eastwood.

Intérpretes: Ryan Phillippe, Jesse Bradford, Adam Beach.

Salas: Monumental, Del Siglo, Village, Showcase.

8 puntos

Es, inevitablemente, así. El viejo Clint filma cada vez mejor. Y aún cuando uno pueda tener cierta reticencia ante el presente film, dadas sus características bélicas, de manos del intérprete de Harry el sucio (y realizador de Heartbreak Ridge, un film ameno y exultante de cariño a la milicia), y con producción de Steven Spielberg -quien supo dejar claras sus simpatías ante la actual administración Bush-, todo ello, en suma, queda relegado y alejado. Y es que Eastwood lo vuelve a hacer. El director de obras maestras como Los imperdonables y Río Místico, se adentra en el conflicto de la Segunda Guerra Mundial, puntualiza en el episodio que tiene a Iwo Jima como protagonista, toma como excusa la famosa fotografía en la que los marines plantan la bandera norteamericana en la isla, y dispara significaciones y reflexiones que, así como reconstruyen la anécdota, también deconstruyen su aura mítica.

Uno de estos disparos apunta al concepto de "héroe". Ese término al que los norteamericanos son tan afectos, junto con los fuegos artificiales, las estatuas, y las placas conmemorativas. Mientras tanto, los "héroes" no son lo que parecen, sus ambigüedades los hacen trastabillar, y se los utiliza y margina de acuerdo con la conveniencia. El alto mando, militar y político, sabe de la necesidad del artificio y de su objetivo: la venta de bonos de guerra. Son dos, por ende, las batallas: la que se desenvuelve en suelo japonés y la que, publicitaria y retóricamente, tiene lugar en Estados Unidos.

En algún tramo del film se dice que era mentira, entonces, que "ningún soldado quedaría atrás", mientras los barcos avanzan, prestos a invadir, y uno de los soldados queda en el agua sin rescate. Contraste inevitable, piensa uno, con la proclama exitista y obscena de Salvando al soldado Ryan, el film multipremiado de Steven Spielberg.

Y lo mejor de todo, es que nos falta por ver Cartas de Iwo Jima, complemento del mismo suceso pero desde la mirada japonesa. El gran Clint, decíamos, lo ha vuelto a hacer. De un modo clásico, sin alardes, con elegancia. Con sabiduría.

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La película es una deconstrucción del aura mítica de la foto. Dispara reflexiones, una de ellas sobre el concepto de héroe.
 
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