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Lunes, 23 de julio de 2007

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE SOBRE LA PRESENTACION DEL LIBRO HOMENAJE AL CINE "EL CAIRO" DE ROSARIO

Para que no derriben sus palmeras

Por contrato, a fin de mes cerraría la sala. Veinte voces se unen en este libro para rescatar su rica historia

 Por Emilio A. Bellón

Entre los numerosos episodios que nos sorprenden diariamente, los que competen a la situación de nuestro cine El Cairo están escribiendo otro capítulo en la historia de la ciudad. En estos días en el que el dolor nos asiste por la pérdida del ocurrente Fontanarrosa, por la amenaza de cierre de un espacio como la identificable Radio Clásica; el cine El Cairo se mueve en un renglón de puntos suspensivos. Y es que desde el pasado verano, un grupo de personas, cada vez mas numeroso, desde la convocatoria de representantes del ARI, Carlos Comi y Marcelo Britos, nos venimos reuniendo tratando de acercar reclamos y propuestas a los funcionarios.

Por contrato, la sala del cine El Cairo cerraría sus puertas a fin de mes. En torno a este triste anuncio toda una serie de medidas se vienen orquestando. Y entre ellas, desde una actitud de homenaje y dedicatoria, tuvo lugar en estos días la presentación de un libro, de otro de los proyectos colectivos que apuntan no ya a despedir el último cine personal, de perfil propio, que aun nos acompaña en la ciudad, sino a fortalecer este espacio de resistencia que se viene construyendo día a día.

Editado por "Ciudad Gótica", a partir de una iniciativa de los conductores del programa semanal "Estación Cine", el libro que se denomina simple y familiarmente "Cine El Cairo", reúne los escritos de varios autores quienes nos ofrecen sus particulares recorridos por esta geografía de una arquitectura que tiene su propio sello -como lo muestran sus reconocibles fotografías- y por esos territorios del recuerdo y del deseo.

Somos veinte voces que encontramos en este bienvenido libro la posibilidad de transmitir esos ecos de nuestro mundo interior, en el que el nombre del cine El Cairo despierta fuertes emociones. Presentado por primera vez un sábado de junio pasado, ante un público que estaba expectante por la proyección del film sobre la Piaf, "El Cairo" fue motivo de conversación y aplausos entre los allí presentes. E igualmente, en la mañana del jueves 19, horas antes de que nuestro entrañable Fontanarrosa nos dijera adiós, se invitó a la prensa, en el hall del cine, para hacerle entrega de ejemplares. Desde ese día el texto fue llevado a librerías.

Con la eximia actriz Mónica Alfonso ingresamos a la sala del cine, como si de un espacio arcádico se tratara, abierto a un ritual, desde una mirada de niña que se fusiona con la de Cecilia, la protagonista de "La rosa púrpura de El Cairo", nombre que en sí despierta a la aventura. Al volver la vista páginas atrás, el texto de Juan Aguzzi anima una escena del brazo de su padre en aquella función en la que descubre un nuevo asombro, en esa sala perdida, en un lugar del cono sur en la encontró "claves para leer la historia de las pasiones humanas". Y la evocación de Juan De Girolami, nos lleva a transitar por diferentes salas, por ese universo de fotos y afiches, frente a las conversaciones con amigos a la salida del cine. Y encontrar aquel punto de partida de ese recorrido sentimental, en el que un niño sentado en la última fila se encuentra cercano a su padre, proyectorista de una sala de cine de barrio.

Y de pronto, ante Mercedes Betria, surge la voz de Roque Baidón, emblemática figura del acomodador del cine El Cairo, quien tras sus pasos de boletero, operador de cabina, bombonera, nos acerca sus historias de vida, a través de un relato emotivo, que por momentos se vuelve página de un álbum familiar. Sus reflexiones son las de un espectador y al mismo tiempo las de quien conoce los distintos perfiles de tantos oficios que dan cuenta de un tiempo, de todo un historial.

Y en su relato asoman recuerdos y recuerdos..."por ahí se veía una de capa y espada -como se decía antes- y agarraba un plumero y hacía de cuenta que mera un espadachín más".

Las reflexiones de Daniel Briguet sobre el ritual de ver cine en aquellas salas y los recientes desplazamientos, abren lentamente otra historia, a "la noche que invité a Jenny a una función en El Cairo. No puedo recordar el título -continúa- pero seguro que era una de Woody Allen...". A Sergio Fuster, los nombres de Ettore Scola, Giussepe Tornatore y Joan Manuel Serrat le permitirán definir a El Cairo como "la química del arte, la necesidad de despertar" en un escrito que transita entre los subtítulos de una insomne reflexión. Y Andrea Ocampo, a partir de un episodio de su vida sentimental, encuentra en el interior de esta sala, mientras ve un film de Kusturica, el espacio para hacer visible su propio llanto y comprender sus propias historias "las partidas y los regresos", a diferencia de llorar en otras salas complejos multicines, en los que esa intimidad es imposible.

Y entre la evocación y el temor, la escritura de Marcelo Britos nos invita a ser guardián insomne para que tantas historias sean posibles y no pasar a ser, por nuestra condición de amantes del cine, esos personajes que "van a vagar extraviados por calle Santa Fe".

Las palabras de Sergio Gioacchini asumen la fuerza, entre imágenes y nombres que se van abriendo paso, de un monólogo interior que nos llevan a una función que está por comenzar; y una historia de vida, a la manera neorrealista, es el punto de partida para que algunos personajes de la aventura del cine italiano se presenten ante nosotros desde el toque de la varita mágica, en la pluma de Alejandro Hugolini. Como si reconociéramos algunos tonos de Puig, el encuentro que nos propone Sergio Montanari nos lleva al film de Scola, "Nos habíamos amado tanto" en el momento en que una de sus amigas llega a la ciudad para estudiar Bellas Artes, y en el que ubicarse en el trampolín nos invita a leer su propia historia, como en aquella función en el cine El Cairo.

Y en la mayoría de los escritos, pese a las objeciones que expone Silvio Mario Valli sobre el estado de la sala y su sistema de proyección (para todos menos uno, tan querible) está presente este ánimo de resistir y buscar nuevas vías, para que la sala siga en pie.

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La entrada de la tradicional sala ubicada sobre calle Santa Fe casi Sarmiento.
Imagen: Sebastián Granata.
 
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