rosario

Miércoles, 21 de mayo de 2008

CONTRATAPA

Buster Keaton habla con Samuel Beckett

 Por Gary Vila Ortiz

La poesía ha dado vueltas en una calesita, luego ha caminado hasta el kiosco más cercano y ha comprado un paquete de cigarrillos, una barra de chocolate, una caja de fósforos, unos caramelos de menta y algo más que no sé qué es porque la poesía esconde rápidamente lo que le entregan.

-Debe ser una palabra o un par de palabras -le dice Buster Keaton a Samuel Beckett, con quien está haciendo una película.

-Las palabras no se compran, no sé bien si existen, ignoro si lo que uso para escribir sean tan sólo palabras.

La poesía ha partido del kiosco y se dirige a un banco que hay en la plaza -a pleno sol- y se sienta. Saca una libreta y con una lapicera fuente -la poesía aún las usa- comienza a escribir.

-Ves, lo que ha comprado es una lapicera fuente y de yapa le han regalado algunas palabras -le dice Keaton a Beckett, inmutable.

-¿No es raro que en un kiosco vendan palabras? -quiere saber Beckett.

-En un kiosco inventado por usted -responde Keaton-, pueden vender de todo. A lo mejor en alguno de los tantos kioscos de la ciudad haya uno en donde se esconde sin esconderse Godot.

-¿Cómo es eso? -pregunta, inquieto, Beckett.

-Simplemente siendo el vendedor -explica Keaton-, simplemente así. Y nadie reconocería a Godot en el vendedor de un kiosco. Tampoco lo reconocerían si fuera aquel vendedor de globos cerca de la calesita.

-¿Y usted conoce a Godot? Tiene que conformarse con haber conocido a Beckett, que también podría ser Godot.

Estamos en 1964 o 1965, no lo recuerdo bien. Se está rodando Film, de Samuel Beckett, dirigido por Alan Schneider. El único actor es Buster Keaton. El film será presentado en la Bienal de Venecia. No resultaría fácil describir ese cortometraje de Beckett, y menos siendo Keaton el actor. Su cara, dicho sea de paso, sólo se ve al final de la película. Beckett ha comentado sobre Film: "Cuando cesa toda la injerencia de los demás -animales, hombres o dioses-, abruma al hombre su percepción de sí mismo. La búsqueda del no ser mediante la fuga de la percepción de otros, fracasa ante lo inevitable de la propia percepción". Dijimos que al final se ve por vez primera la célebre cara impávida de Keaton, pero en este caso Beckett logra que esa cara muestre el terror más grande.

Es en un breve descanso de ese rodaje (ignoramos por qué sucedió) que Buster Keaton dialoga con Samuel Beckett.

-A veces -le dice Keaton- he llegado a creer que en sus obras se encuentra todo el mundo. Y en otras oportunidades que usted prueba que no hay nada de nada. Que eso es lo que somos.

Probablemente -para el observador- Keaton sea el único que podía hacer Film y cualquiera podrá opinar, además, que Beckett lo pensó precisamente para Keaton. ¿Hubiera dicho Keaton esas palabras de Vladimir y Estragón que tanto nos hubieran gustado escuchar? Quizá Beckett podría haberlo convencido. Pero, ¿le hubiera interesado a Beckett? Hablan Vladimir y Estragón de "nuestras razones", de "todas las voces muertas", que "hacen ruido como de alas", "como de hojas", "como de arena", "como de cenizas" y "todas hablan al mismo tiempo" y "cada una se habla a sí misma". ¿Qué dicen? "Hablan acerca de la vida", "haber vivido no les basta", "tienen que hablar de ello", "estar muertas no les basta", "no es suficiente", "hacen un ruido como de plumas".

-Usted, sin embargo, es el todo, lo que yo al menos esperaba -dice Keaton.

-No lo sé ni podré saberlo, es lo que hago, escribo lo que deseo pero ignoro si con esa escritura alcanza -confiesa Beckett.

-Estando con usted y filmando para usted, siento que este film es como el primero y el último que he hecho. ¿Lo entiendo? No lo sé ¿Importa? Tampoco lo sé. Es como si una cámara, manejada por un supuesto Dios, filmara lo único que debe ser, lo que somos: un despojamiento, un inútil intercambio de todo. Somos esa imposibilidad pero somos seres humanos, ya acostumbrados a que no hay remedio alguno.

Beckett se queda silencioso. Sus silencios son como las palabras: pueden dar vueltas en calesita, girar por las esquinas, asomarse a las azoteas, mirar el otoño detrás de la ventana. Al mismo tiempo se sabe el innombrable, el que mira y aquél que es observado. Keaton le simpatiza, en el sentido que simpatizar significa para Beckett. Vuelven lentamente hacia el lugar de la filmación. Keaton, con su cara inexpresiva que todo lo expresa, se acerca a un carrito y pide dos "hot dogs". No hablan, caminan comiendo pausadamente lo que han comprado.

La salchicha que come Keaton va saliendo por el otro extremo del pan y va cayendo en el camino; la salchicha que quiere comer Beckett salta hacia el suelo, él la levanta, la salchicha vuelve a caer, Beckett casi sonríe. Los dos se miran pero no miran hacia atrás. Tal vez piensan -el observador lo piensa-, que acaso algún Godot las va comiendo mientras las salchichas se arrastran por el suelo. Eso no prueba nada para nadie. Pero la escena tiene algo de gracia y de iluminación, y un filmador anónimo -el observador-, toma esas escenas que le sirven para un corto que no requiere montaje alguno. Vuelve a su casa -el observador- y mira complacido lo que hace Godot. Ignora, claro, que él mismo, el que filmó, es el mismo Godot.

Ignora, también -el observador- si Buster Keaton y Samuel Beckett creían en el amor y en la amistad. El observador sí cree en ellos, pero sabe bien que tanto la amistad como el amor se encuentran en lugares inesperados y no en los sitios en que muchos creen encontrarlos. Esos lugares en los que se asegura que está esperando Godot, están vacíos de Godot. Hay que buscar en cosas como una piedra, una hoja seca en el otoño, una pertinaz llovizna, la presencia de Godot. Tiene que estar allí, y cuando lo encontremos lo sabremos a ciencia cierta.

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