rosario

Martes, 26 de abril de 2011

CONTRATAPA

Vamos Lole (1974)

 Por Juan Carlos Vimo (h)

Yo estuve en esa carrera. Fue en enero de 1974, aunque tal vez Verónica no lo sepa, ni conozca a los personajes de la foto, y se equivoque Wikipedia, que dice que fue en 1972. Ahí está el general dándole la mano al Lole; su compañera Isabelita de lentes oscuros atrás intentando hacer lo mismo o más que él; el compañero Lastiri - yerno de Lopecito - encendiendo un pucho; su mujer Norma - hija de Lopecito- aplaudiendo al general como le enseñara su papá; otras gentes menos notorias y un milico mirando fiero a Reutemann, indudablemente por la costumbre de mirar feo de esta gente. Si bien con la pinta y edad justa para jefe, no parecía ser el Lole - al menos en ese momento - un imberbe de la gloriosa Jotapé que había abonado con su sangre el retorno del general al país después de 18 años de exilio. Tantos años como de proscripción política del peronismo y persecución, encarcelamiento y cosas peores de los mejores de dicho movimiento que hicieron las resistencias a todos los gobiernos gorilas proscriptivos desde 1955 hasta 1973. En fin, el Lole, Verónica, no está rodeado allí por uno sino por tres ex presidentes argentinos y por dos ex primeras damas.

Fue (la foto) en el Autódromo Oscar Gálvez de Buenos Aires que había inaugurado Perón 22 años antes, al terminar la carrera de Fórmula 1 que Reutemann --después de haber debutado en la categoría allí mismo dos años antes- ganó de forma honorífica aunque no llegó a la meta (aún así ubicándose 7º) y en la que estrenara el Brabham BT 44 con el que punteó todo el tiempo (si mal no recuerdo habiendo clasificado tercero o cuarto en las pruebas para la grilla de largada y desde allí picando en punta luego de una magnífica maniobra de sorpasso), sacándole más y más en cada giro a sus seguidores hasta llegar a una distancia de casi dos vueltas del que venía segundo.

El segundo era el oso Denis Hulme, de la escudería MacLaren, y que ganaría la carrera luego de que al Lole se le desprendiera la mitad superior de la toma de aire del Brabham, que quedó flameando agarrada en sólo una grampa posterior y el auto comenzara en consecuencia a consumir más combustible del calculado y así, a cada una de las últimas 5 vueltas que quedaban - siempre adelante- pasara haciendo cada vez más ruido de falla. Hasta que, en el giro final y ya con bastante distancia descontada por Hulme, faltando menos de un cuarto de vuelta para la llegada (unos 500 metros), se quedara definitivamente sin nafta, dejando al auto seguir de largo con el envión hasta que ya tampoco hubo más energía cinética. Menos alcanzaba la eólica, que en absoluto silencio repentino enviábamos en soplido desde las tribunas, que en diez segundos pasaron desde el paroxismo que se desataría en papelitos de diarios rotos al llanto cabizbajo.

Yo estuve allí, decía, y va la foto que mi papá me sacó en boxes el día de la segunda prueba de clasificación antes de la carrera al lado de James Hunt. Después de que cruzáramos la pista desde la popular nos había hecho entrar a boxes un periodista de El Gráfico, Osvaldo Ardizzone. Jimmy tenía por entonces unos 27 años y yo 13. Allí debutaba él con un auto de un aristócrata inglés, Lord Hesketh. Otro error de Wikipedia, que dice que con March, y confirmo una vez más que esa "enciclopedia" informática es una mediocridad, tanto como Facebook y Twitter y no sé cuánto más. Y pensar que con estas cosas hacen los deberes, estudian y se crían mis hijos y su generación, que será de hombres cojos si no cambiamos esto. De hombres que tendrán mala información, no sabrán procesarla y - tal vez peor aún- estarán lejos de escribir decentemente. Yo aún creo y milito en una revolución antipavadainformática, así como lo hago en otras transformaciones. En aquella no tengo vergüenza --al contrario, tengo el honor - de declararme una suerte de quintacolumnista de las huestes afiliadas al ejército de Mark Zuckerberg. Tampoco tengo miedo de que seamos pocos: como siempre, en toda causa justa, algún día seremos un poquito más. En las otras, quien me conoce con algún cariño --que en este caso son menos -, sabe bien que soy soldado raso de la primera línea, pretendiendo solamente buenos jefes.

Bueno, al Hesketh, Hunt le metía pata como un petardo y creo que lo rompió en la carrera. Pero dos años después fue campeón mundial manejando MacLaren. La foto, repito, fue en los boxes del Autódromo. No fue, aunque Jimmy esté en cueros, en la Costa Azul francesa donde aún vivía el Lole, en Cap Ferrat con su primer esposa Mimicha. Lugar paradisíaco a pasos del principado de Mónaco adonde aún no ha llegado el turismo social justicialista. Deuda grande, seguramente coincido con Carlos, del actual gobierno nacional kirchnerista. Y playas por las que solía andar Jimmy, como andaba en Buenos Aires birlándome en una de ellas a la princesa Caroline de ese otro hermoso segundo pueblito. Por suerte, Guillermo Vilas (el otro deportista que yo amaba por entonces aparte del Lole) fue luego vindicador de la argentinidad injuriada.

Digresión: con Caroline y su hermana menor, Stéphanie, me pasó lo mismo que cuando encontré a Mariel Hemingway en Manhattan, posteriormente a haber conocido a su hermana mayor Margaux en otro lado. Me dije: "¿Y ahora qué hago?". Tuve que soñar con las dos. Llegué a hacerlo, incluso, con las cuatro. Ojo los muchachos: dicen que por excesos por el estilo a Jimmy le falló el bobo a los 45 y pasó, como dicen algunos también, a mejores terruños. Yo, siempre lo he dicho, no creo en esto último. ¿Mejores terruños? Imaginate esas playitas nada más que con esas cuatro andando como andaban desde antes de esas épocas en Europa. Margaux querida: te fuiste vos también hace ya un tiempo, quede claro que te amé desde los 13, antes tal vez que a nadie. Si en efecto existe ese otro terruño, allá te estarás divirtiendo con las historias contadas por el abuelo Ernest. Tomando seguro un mojito cubano convidado por él. Al menos tan sólo para aquello, y también para tomar un mojito con ese narrador, yo quisiera que ese lugar exista para cuando viaje uno. Qué hablar si encima estás vos.

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