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Domingo, 15 de julio de 2012

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA

Aeromuertos

 Por Adrián Abonizio

* En la antesala del aeropuerto el pibe mira cómo el nueve de Central malogra un penal, por cancherear el segundo grito que le hubiese permitido pasar a instancias decisivas. El rival es Boca y el pibe contempla la cara de horror del padre al ver el desastre que culmina en derrota. Toledo se llama el delantero. -Toledo, no te toledo, dice él. Despiden al amigo y al volver en auto el pibe, bajo la sombra entristecida del padre que está mudo, mirando el edificio afirma. -Este no es un aeropuerto, es un aeromuerto.

* Era un perro que nació resignado. Se resignó a tener el dueño que no supo, el barrio que no quiso y la perra que no tuvo. Se resignó a la comida igual, al paisaje de paseos y la vida ordenada. El único ladrido de libertad lo emitió de golpe un día, frente a la familia reunida. Ese día, entonces, habló. Pero la gente lo sacrificó pues como eran muy creyentes intuyeron que el diablo se había apoderado del pichicho, ya resignado al olvido y el fuego.

* En esa isla que había pertenecido a los bucaneros británicos se dice descansan los huesos del pirata Cook quien se apropiara para la Corona de ella y de tantas más. Al independizarse le concedieron al Reino esos siete metros cuadrados, donde según consta en actas, es propiedad privada de Inglaterra. Todo un símbolo de que el imperialismo se queda más de la cuenta, en las mentes, el habla y hasta en los huesos de los difuntos.

* Se suele ver en las oficinas a dos que trabajan y a uno que mira, en las obras en construcción igual, en el arte lo mismo. Dentro del ambiente de pilotos a los que hablan y hablan pero casi no volaron se les llama loros. Una imagen contundente sobre los opinadores de alas cortas.

* A la liebre cuando se la busca con insistencia cuenta para su salvación con el recurso de mimetizarse en el paisaje. Allí, quietecita, a cubierto y a salvo del peligro cercano, se convierte en una máquina de acumular adrenalina que luego se esfuma lanzada como un rayo una vez que el cazador se aleja. Sabe guardarla, en cambio nosotros la distraemos tocando bocina o discutiendo con cualquiera en lugar de ordenar y desenrollar el miedo prolijamente. Por eso nos cazan más fácilmente. Con palabras que con armas.

* El consigna su cura por el sitio al que acude. Cuando la siquiatra lo atendía en ese lugar maravilloso vista al río su terapia funcionaba. Le precedían mujeres hermosas que dejaban en el consultorio un halo de perfumes y erotismo curativos. Cuando la profesional lo empezó a citar en el hospital, en aquel ambiente carcelario empeoró y desbarrancó. Indudablemnete los colores y olores operan sobre el alma de una forma misteriosa y sagrada.

* El vasto salón de tragamonedas no tiene ventanas ni luz solar para evitar comprobar el paso del tiempo. Todo luce detenido, fatal y brillante. Recuerda la pieza de su habitación donde recibía a su amante: Ventanas cerradas, claridad sellada y sexo. Cuando la descubrió al sol le pareció muy bonita pero nada era comparable a la oscuridad y la pérdida de los sentidos, mientras oprime y oprime la tecla del armatoste blindado que lo está drogando y haciendole olvidar de todo y todos.

* El momento exacto en que una prenda deja de ser usada "para salir" y pasa a "todos los días" para descender a la categoría "para dormir" o "para correr" eran para ella algo parecido a un momento sublime. Poética doméstica. Mientras espiaba la aparición imperceptible de su primera arruga.

* -Usted está comunicado con Clínica Médica...para obesidad y trastornos alimenticios marque cero, emerge la voz. Y ella, perturbada, a quien le costó un Perú intentar una ayuda pidiendo un turno corta como un tajo. Es que imagina el cero: Una figura oboide, inflada, sin curvas, como se ve a sí misma.

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