rosario

Sábado, 2 de agosto de 2014

CONTRATAPA

Una, otra y el hombre invisible

 Por Miriam Cairo

Una: -Se trata de verdaderas lámparas, verdaderos pasillos, verdaderos vendedores de café, verdaderas alucinaciones. El hombre es concreto, palpable, sólido. Su cuerpo es creíble: dos piernas, dos brazos, una espalda floja pero una calvicie exaltada.

Otra (Tocando en el vacío al hombre invisible): -Sí. Es de carne verdadera. Esta vez no se trata de un mero sueño.

Una: -Yo no veo la diferencia.

Otra (que sigue palpando al hombre invisible): -Te falta calle. Te faltan horas y horas de palpar sueños para reconocer bien la carne.

Una: -En todo caso, me alegro de haber acertado al tocar la calvicie de este sueño.

Otra: -Que es de carne. Sueño de carne, no sueño de sueño.

Una: -Bueno. Me alegro.

Otra: -Pensar que mientras venía para acá pensaba que no habría ninguna conexión verdadera entre las lámparas, los pasillos, los vendedores de café y el hombre invisible.

Una (sirviendo café invisible en una taza invisible): -Te entiendo. Yo misma dudé. Temía que fuera alguno de los barbudos que se había salido de los libros y que, para confundirme, antes de llegar a mí hubiera pasado por una barbería de algún otro libro, y que además, se hubiera tomado el trabajo de recuperar peso en forma vertiginosa y que, a su vez, astutamente le hubiese abierto los pliegues a cada una de las palabras que me iba a decir para que soltaran su aroma narcotizante y verdadero porque, vos viste que si algo les sobra a los barbudos de mis libros es imaginación y astucia.

Otra: -¿Y?

Una: -Bueno, la posibilidad todavía existe. Vos misma te saliste de los libros.

Otra (bebe el café invisible con sorbos invisibles): -Pero no es lo mismo.

Una: -Nunca nada es lo mismo. Vos conmigo no sos igual a vos sin mí.

Otra: -Bueno, bueno, bueno. Se viene la hora del silogismo.

Una (Colocándose con sumo cuidado los dos puntos al lado del propio nombre, luego de cerrar el paréntesis y antes de abrir el guión de diálogo): -Dentro del libro sos una y fuera del libro sos otra.

Otra: -¿Y quién de las dos es la verdadera?

Una: -Bueno, no gramatices todo. Esto no se trata de lingüística sino del hombre invisible.

Otra (dándose vuelta la página): -Ya veo por qué estás rondando siempre en los mismos barbudos, buscando siempre al mismo vendedor de café, escuchando siempre las mismas canciones, reparando siempre las mismas roturas.

Una: -Quede claro que no existe ninguna conexión verdadera entre vos y el estribillo de mi conciencia.

Otra: -Pero soy verdadera.

Una: -Absolutamente. Más verdadera que yo. Incluso el hombre invisible es más verdadero que yo.

Otra: -¿Habla?

Una: -Poco.

Otra: -¿Escribe?

Una: -Mal.

Otra: -¿Qué le viste?

Una: -La calvicie.

Otra: -¿Y te enamoraste?

Una: -Sí.

Otra: -Toda una vida dedicada a meter la cabeza en la boca del lobo por amor.

Una (esta vez mete la cabeza en la boca de un león invisible): -Ya lo dijiste alguna vez.

Otra: -Ahora la que gramatiza sos vos: lo que dije ayer no es lo mismo que digo hoy.

Una: -Lo único verdadero es el hombre invisible. Todo lo demás es pura imaginación.

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