rosario

Martes, 16 de febrero de 2016

CONTRATAPA

Víctimas-Verdugos

 Por Manuel Quaranta

Odiamos a los otros porque nos odiamos a nosotros mismos.

Cesare Pavese, El oficio de vivir

I

Debido, sin duda, a un secreto trauma infantil, la misteriosa alianza entre víctimas y verdugos (el difuso límite que los separa o la fibra íntima que los une) se ha convertido con el correr del tiempo en una inquietante y despiadada obsesión (punza, punza, es un aguijón, una monomanía). Uno de los ejemplos más célebres y tristes (tristemente célebres) de esta sombría relación aparece en el capítulo dos de Los hundidos y los salvados, La zona gris, de Primo Levi, en referencia a un punto ciego del sistema concentracionario nazi en donde criminales y víctimas, fatalmente, se confunden. También en el segundo libro de Gilles Deleuze figura una intuición similar, en cuanto a la tarea de la filosofía: "Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mistificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma la asombrosa complicidad de las víctimas y de los autores". Además, Juan José Saer, en la publicación póstuma Ensayos, Borradores 4, dice: "Comete un error de apreciación y corre el riesgo, sin ser consciente en el mejor de los casos, de pasar del campo de las víctimas al campo de los verdugos". Por último, recuerdo el final de un texto que escribí hace tres años: "la frase que me persigue desde hace varias semanas: no es el temor de ser víctimas, sino victimarios".

II

Todos estamos hechos de la misma pasta informe: sangre, lágrimas, negrura y deseo. Nadie escapa a la certeza demencial de ser pasto de la muerte.

III

Un tiempo razonable dejé transcurrir desde la asunción de Mauricio Macri como presidente de la Nación: despidos, represión, transferencia multimillonaria del Estado hacia el complejo agroexportador, devaluación, tarifazo, endeudamiento externo, apertura indiscriminada de importaciones y toda una batería de medidas gubernamentales (en especial el endeudamiento) que, en resumen, terminará por perpetrar el descomunal saqueo que pagarán las generaciones futuras. Sin embargo, el tiempo transcurrido es pura retórica porque uno ya sabía (¿profecía o déjÓ vu?; dos textos escribí al respecto) cuál era el camino que seguirían los representantes de (o directamente) los dueños de la tierra; la derecha, quizás, más sanguinaria de Latinoamérica. Por eso desisto del análisis de aquellas maniobras (otros son capaces de hacerlo mejor que yo), para darle prioridad (mi obsesión es incansable) al intento de comprender el motivo por el cual una porción significativa de la sociedad argentina pudo transformarse, en un período muy breve, de víctima en verdugo.

IV

En Argentina, una buena parte de la población vivía, según sus dichos, siendo víctima de un gobierno corrupto, represivo y dictatorial. La sensación de ese grupo (las pruebas sobran) se sostenía en un bombardeo mediático de proporciones bíblicas que el 22 de noviembre rindió, por fin, sus frutos (claro que el gobierno anterior escondía muchas miserias y oscuridades, pero, sintomáticamente, esas miserias y oscuridades no formaban parte del bombardeo perpetrado por las empresas periodísticas; el gobierno anterior devaluó, permitió que se concentrará la economía, precarizó ciertos empleos públicos, aunque, no cabe duda, su horizonte macroeconómico, social e ideológico era completamente diferente). El 22 de noviembre (día del balotaje) quedará, según mi intuición (ni adivino ni profeta), en los anales de la historia argentina: fue el día en que la mayoría (51%) de un país se convirtió, repito, en verdugo.

V

El 51% de los votos está compuesto por un cúmulo heterogéneo de personas pertenecientes a distintas clases sociales. De todas maneras, si uno tuviera que calcular el porcentaje de individuos que efectivamente deberían sentirse representados por los intereses que Macri representa sería dificultoso alcanzar un 15%. Entonces la gran pregunta es cómo lograron unificar a una masa enorme de gente con intereses, incluso, contrapuestos. Una posible respuesta (teniendo siempre presente el colaboracionismo mediático) nos la da el director estadounidense Michael Moore en su documental Capitalismo, una historia de amor: "Citigroup se lamentaba de que los pobres tienen igual poder de votación que los ricos. Una persona, un voto. Y eso es lo que realmente los asusta: que aún podemos votar. De hecho, tenemos el 99% de los votos y ellos sólo tienen el 1%. ¿Entonces por qué soporta esto el 99%? Según Citigroup, es porque la mayoría del electorado cree que, algún día, si continúan esforzándose, ellos también tendrán la oportunidad de enriquecerse. Los ricos estaban complacidos de que tanta gente se hubiera creído el Sueño Americano mientras que ellos, los ricos, no tenían intenciones de compartirlo con nadie".

VI

El verdugo busca, a veces con disimulo, otras de modo evidente, cumplir un solo deseo: vengarse. No es casualidad, en este sentido, que una de las definiciones que ofrece la RAE sea: "Ministro de Justicia que ejecuta las penas de muerte y en lo antiguo ejecutaba otras corporales, como la de azotes, el tormento, etc.". Digo que no es casualidad porque la justicia, en general, resulta una venganza disfrazada, sobre todo cuando se nota su componente clasista (verbigracia, Milagro Sala, negra, mujer, militante; ¿qué precio deben pagar los negros por haber nacido negros en Argentina?). Bien. Entonces, si es por venganza que uno deviene verdugo, ¿cuál fue la ofensa?

VII

Históricamente, los sectores privilegiados (y los aspirantes eternos a esos privilegios) de nuestro país vieron con malos ojos las políticas tendientes a concretar lo que podría denominarse un empate social. De hecho, los golpes de Estado (y su continuidad democrática bajo el menemismo) han servido para volver a colocar "a cada uno en su lugar" (en otros términos, para frenar cualquier identificación entre elementos sociales divergentes, por ejemplo, clases medias con sectores combativos, "piquete y cacerola, la lucha es una sola"; evoquemos un instante la demonización piquetera emprendida por el gobierno de Duhalde en connivencia con el Grupo Clarín: "La crisis causó 2 nuevas muertes"; Kosteki y Santillán significó la fractura definitiva: cada uno en su lugar). Aquella descolocación (negros orgullosos de ser negros) sintetiza, justamente, lo que jamás le van a perdonar al peronismo (en su faceta progresista, digamos) y lo que no fueron capaces (a pesar de las descomunales ganancias, a pesar del ascenso social, a pesar de que las transformaciones lejos estuvieron de ser estructurales) de perdonarle al kirchnerismo: el emergente de esta trama circular que viene azotando a la Argentina desde finales del siglo XIX es Mauricio Macri y su remanida promesa restauradora (dos citas de "Los diarios de Emilio Renzi": 1966: "En resumen, hay un giro a la derecha en Argentina, el fin de un clima cultural abierto. Seguro vendrán años duros". "También la Universidad está afectada por el golpe de Estado. Una vez más hay que empezar todo de nuevo").

VIII

En mi opinión, la desorientación máxima que provocó el kirchnerismo fue en el campo de la cultura: Tecnópolis, CCK, nuevas universidades, repatriación de científicos, becas, cursos, netbooks, Arsat, CONICET, etc. Quienes observaban, atónitos, los logros, pertenecían (algunos con poca antigüedad) a clases medias-altas que, desde la instauración mediática de los valores menemistas, habían ingresado en una especie de degradación moral y simbólica: el único capital por el que vale la pena vivir es el económico; yo, con lo mio, hago lo que quiero (habrá que investigar en un futuro los daños irreparables que causó en tanta gente honrada la lectura semanal de la revista Caras). Esta intensa aspiración a lo banal, combinada con el indisimulable culto a la ignorancia y la estupidez, pudo haber producido un tremendo shock frente a las acciones de un gobierno que fomentaba no sólo la cultura de diversas formas sino además su gratuidad (lo gratuito ni se compra ni vende, las jerarquías se desvirtúan, la angustia nace). Pensemos un momento el ejemplo más trivial (para que poner en evidencia lo brutal del asunto): el escritor Ricardo Piglia realizó una serie de programas dedicados a Jorge Luis Borges y a la Novela Argentina. En esas audiciones transmitidas por la TV Pública el autor de Respiración Artificial reflexionaba sobre la Historia de la Literatura y recorría pasajes de libros ("Facundo", "Martín Fierro", "Una excursión a los indios ranqueles", etc.; libros que, justamente, inventaron nuestro país) que quizás dejaban afuera a un montón de personas que sólo son capaces de prestarle atención a frases que utilizan el ritmo del slogan (ni siquiera menciono, por pudor, el reparto de millones de netbooks a los estudiantes secundarios; sentí en carne propia la inquietud que le generó a varios esa reparación simbólica e histórica).

IX

En Argentina sucedió (me lo guardé para el final) un hecho inédito (yo creo, y levanto la apuesta anterior) en la historia universal, entre el 38% y el 43% de la población del país que fue a ejercer su derecho al sufragio el 22 de noviembre, es decir, más de 10.000.000 de hombres y mujeres libres, se transformaron, sin ninguna urgencia (hiperinflación), necesidad (caos, guerra) u obligación (terror, persecución) no sólo en verdugos de una parte de sus compatriotas, sino además (y quizás esto constituya un objeto de estudio en el futuro) de sí mismos.

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