Domingo, 6 de julio de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › VERóNIKA ARAUZO, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIóN DE LAS PROFESIONALES DEL SEXO DE CATALUNYA
Es trans, feminista y trabajadora sexual. Estuvo en Rosario y habló de la necesidad de diferenciar la prostitución de la explotación sexual. "El cliente tiene el poder cuando no es la trabajadora la que negocia su paga y cuando esa negociación está controlada", explicó
Por Virginia Giacosa
Verónika Arauzo no es una chica fácil ni quiere serlo. Trans, anarquista, feminista, prostituta, preside la Asociación de las Profesionales del Sexo de Catalunya y trabaja impartiendo talleres para que "las trabajadoras sexuales aprendan idioma para negociar su tarifa, sepan defenderse de cualquier tipo de abuso y se vendan bien para que los clientes vuelvan a buscarlas". En su paso por Rosario estuvo en el bar Chavela donde un grupo diverso se encontró, debatió, preguntó, cuestionó, aprehendió parte de esas ideas -que aunque un tanto europeas para estas tierras- dejaron su huella. "Mi misión es la de bajar el diálogo universitario al pueblo. Por eso, aprovecho estos espacios para hablar de los planteos de Judith Butler, Beatriz Preciado y muchas otras que piensan, teorizan, estudian acerca del binomio hombre-mujer. Mi tarea es traerlo a la calle, a los colectivos sociales más marginales y el de las trans es uno de ellos", explica la activista.
Vero -como más le gusta que la llamen- siempre se sintió distinta y así se lo hizo sentir su familia cuando desde muy chica le decía que "las muñecas eran juguetes de niña y que los niños no podían ni siquiera tenerlas entre las manos". A los 14 años se fue por última vez de su casa y nunca más volvió. A partir de ahí comenzó a prostituirse en Barcelona pero también en Londres, París y Berlín. Fue acompañante (scort), dómina y le da orgullo decir que hizo la calle. "El trabajo es el mismo, aunque para muchos sea diferente, lo único que cambia es la clase social con la que te topas", sostiene.
Vero es flaca y de movimientos eléctricos. Lleva puesto un buzo de capucha que le deja ver un flequillo pintado color violeta. Tiene las cejas depiladísimas, unos borceguíes enormes y un cinturón con varias cadenas que se menean al costado de su cadera. Su look punky es lo opuesto al estereotipo de chica trans que impera en Argentina. Vero no se deja crecer las uñas, no se maquilla, no usa brillos y mucho menos tacos altos. Sin embargo, se siente una hermana de cualquiera de las chicas de acá. "Europa vino, colonizó, arrasó. Y además de cargarse las riquezas fusionó y construyó estereotipos que no son de acá, son europeos y por eso hay que quitarlos", lanzó.
Desde el trans feminismo -un replanteamiento en base al feminismo pero sin ser exclusivo ni excluyente de las mujeres- la postura de la activista catalana es "unir para visibilizar a todos los movimientos sociales marginales de connotación peyorativa o que han sido estigmatizados para formar con ellos un todo común". En ese gran colectivo serían representadas desde las lesbianas y las trans hasta las prostitutas. "No hay que perder de vista que nuestra lucha es contra el sistema patriarcal y como trabajadoras sexuales también entramos en este grupo", dice.
Para ella el estigma de puta es alimentado por numerosas instituciones y convenciones sociales y forma parte de no querer reconocer el derecho de cada individuo y, en concreto, el derecho de la mujer a disponer del propio cuerpo. "Porque el estigma se da en las mujeres, del estigma masculino no se habla, es una gran realidad silenciada".
De su historia personal, Vero cuenta que en su vida el estigma de puta no tuvo tanta influencia como el de trans que sí la ha marcado mucho. Una vez que fue capaz de superar eso, el estigma de ser puta le dio prácticamente igual. Pero sostiene que, sin preguntar, "se asocia a las trans con el trabajo sexual". "En parte es porque la mayoría nunca accede a puestos de trabajo y si lo hacen no desempeñan lugares de responsabilidad", explica.
Por eso en la lucha contra el patriarcado que lleva adelante a través de su militancia consideró que "lo principal para una puta es empoderarse y sacarse el estigma de la cabeza". ¿Pero cómo hacerse del poder cuando el lugar que se ocupa parece ser el más vulnerable de una relación marcada por la desigualdad?
"El cliente tiene el poder cuando no es la trabajadora la que negocia su paga y cuando esa negociación está controlada por el local o la misma industria del sexo. Y cuando la trabajadora está supeditada a cumplir con una determinada venta de alcohol y una serie de servicios impuestos", expresa Vero y sostiene: "Lo que me permite a mí ir a trabajar a Londres y a Paris, es que manejo el idioma y puedo negociar mi tarifa de igual a igual".
Es por eso que desde hace un tiempo la asociación que preside empezó a implementar una serie de talleres para que las trabajadoras aprendan inglés, técnicas para explotar al máximo su estética, herramientas de marketing para diseñar un blog y venderse a través de internet y las redes sociales, y otro espacio para aprender defensa personal.
"La autodefensa es un sistema para que la trabajadora pueda empoderarse cuando está sola con el cliente y así evitar cualquier tipo de abuso. Estamos trabajando en España para poner en uso un sistema de spray que te deja una marca roja durante 24 horas para que permita de ese modo reconocer a la persona que ocasionó la agresión", explica.
Sumado a eso están generando redes de información para que las trabajadoras conozcan sus derechos y sepan adonde denunciar cualquier atropello. "Si el que ejerció la violencia fue un policía, pues claramente no se puede denunciar ante la misma fuerza y eso hay que saberlo", concluye.
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