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Jueves, 9 de junio de 2011

PSICOLOGíA › SEMINARIO ANUAL DE LA REVISTA NADJA, LO INQUIETANTE EN LA CULTURA

Iluminar la opacidad sexual

La ciudad abandona el psicoanálisis. ¿Se trata, entonces, de alcanzar a Foucault con Lacan? ¿De una posición del psicoanálisis que sea foucaultiana? Algo es cierto: el estatuto de lo inconsciente es clínico. Se elabora por el discurso del analista.

 Por Pablo Zöpke*

La idea de la no relación, cara a Lacan, es independiente de los matemas y del cuadrado de Apuleyo. Es el síntoma que lo lleva al psicoanálisis. ¿Cómo es que lo sexual no deja huella? ¿Como el paso de la gacela entre las rocas? En el seminario 10, Lacan invoca el proverbio que se atribuye a Salomón, ese de las cuatro cosas que no conozco. Entre ellas, el sendero de un hombre en el corazón de una muchacha. El acto sexual no deja huella. Y sin huella, no hay escritura que pueda efectuar su borramiento. Por eso la opacidad sexual: el sujeto del significante desfallece en el momento de declarar su sexo.

La relación sexual, en cambio, dará una certeza delirante sobre el asunto. ¿Importa que ese "no hay" sea una enunciación? También la Todestriebe freudiana es una enunciación. Se tomará como un principio de razón del psicoanálisis, como un Grund.

Sobre esa falla sexual, Lacan forzó una falla lógica. Son las fórmulas de la sexuación, es decir, de la posición sexuada y no de la posición subjetiva. Fórmulas que admiten, como es debido, veinte y cien lecturas diferentes. Lacan no se sirve de la función fálica en tanto que función. Lacan abre, con sus desequilibrados lógicos, con el todo y el no todo, una saga erotológica.

La perversión será la invención que da respuesta a la ausencia de relación sexual. El psicoanálisis también. Pero bastaría una lectura aristotélica de la particular negativa, para que el binarismo apartado por las fórmulas de la sexuación, vuelva por sus fueros y, con él, el tener y no tener freudiano, el reparto masculino/femenino según una lógica de la oposición.

En un escrito que dé lo sexual como relación, sólo hay un lugar alrededor del falo. La banalidad clínica de los matemas salta a la vista. De los que se encaman o se entienden, no dice nada. De la identificación sexuada, tampoco. De la histeria o de la psicosis, menos todavía. El fundamento de la no relación, en cambio, me habrá permitido dar una razón de la psicosis.

Pero el psicoanálisis se deconstruye por doquier. Hay otros movimientos en la Ciudad que el analítico (der psychoanalytischen Bewegung), en los que nadie cree seriamente: en el síntoma, la patología o la locura.

El heterosexismo de Lacan, o su homofobia, les parece patético.

El carácter performativo del género y de la relación sexual conquista a los profesores de filosofía y de retórica. Y el esfuerzo queer intenta una vida utópica más allá del género. El activismo trans, sobre todo, se precave de la patologización y de la violencia.

La Ciudad abandona el psicoanálisis. ¿Se trata, entonces, de alcanzar a Foucault con Lacan? ¿De una posición del psicoanálisis que sea foucaultiana? Una cosa es cierta: el estatuto de lo inconsciente es clínico. Sólo a partir del discurso del analista se podrá elaborar su teoría. Lacan tuvo a bien recordarlo en Nápoles, en 1967, por encima del mar y de la canzonetta.

Tenía razón Hamlet: el tiempo de la ciudad está dislocado, está fuera de sus goznes. Toda ciudad está haciéndose.

*Psicoanalista. Docente en Facultad de Psicología. Autor de libros como La fonología del cuerpo y otros. Esta presentación funciona aquí como encuadre para su intervención El síntoma colectivo (En AgendaPsi) y como horizonte del Seminario Anual La opacidad sexual, que organiza la revista Nadja, lo inquietante en la cultura, que dirige Ricardo Bianchi.

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El beso, de August Rodin, a propósito del sexo.
 
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