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Domingo, 27 de julio de 2008

OPINIóN › PANORAMA POLíTICO

La familia Ingalls

 Por Pablo Feldman

El anuncio de la suba de impuestos sugerido inicialmente por el gobernador Hermes Binner, y confirmado más tarde por el Ministro de Economía Angel Sciara, ha desatado diferentes reacciones. Entre otras, las que permitieron la reaparición de Juan Carlos Mercier -ex ministro de las dos gestiones de Carlos Reutemann- y la de Walter Agosto, el predecesor de Sciara en el Ministerio, que ocupó ese despacho durante el gobierno de Jorge Obeid. Curiosamente, ninguno de los dos ex gobernadores ocupantes de la Casa Gris durante los últimos tres lustros, salieron a decir nada de la suba anunciada que desde algunas bancas peronistas no dudaron en calificar como el "impuestazo". Aún sin saberse cuál será el monto del ajuste, ni las proporciones, el PJ sin distinción de sectores internos salió a cruzar lo que consideran una medida "innecesaria".

Las voces más estentóreas resonaron en la Legislatura provincial, donde muchos de los representantes lo fueron también en períodos anteriores, donde "no se tocó un sólo impuesto" tal como dijo a este medio un legislador obeidista. Muchos de ellos votaron el presupuesto que hoy encorceta a la gestión socialista, que está penando desde hace siete meses con contratistas que quieren empezar obras que el anterior gobierno licitó y concedió, pero no dejó las partidas asignadas; con los gremios que al igual que el gobierno advierten el proceso inflacionario. Con los proveedores que denuncian atrasos, y hasta con las municipalidades que ﷓como Rosario﷓ le son afines, pero que no pueden sostenerse por el déficit que arrastran. Y es en este punto donde tal vez deba buscarse la explicación a las declaraciones de Miguel Lifschitz hechas en la ciudad de Santa Fe y que no fueron sacadas de contexto ni mal interpretadas: "Yo no creo que haya que buscar medidas salvadoras que terminan siendo un obstáculo para el crecimiento económico. No soy partidario de los impuestos a la producción, prefiero los impuestos a la renta y al capital que son más justos desde el punto de vista distributivo y no impactan sobre la actividad económica, como ha ocurrido con las retenciones (al agro) que también es un impuesto a la producción", dijo el intendente rosarino el jueves. Naturalmente sus palabras cayeron como un balde de agua fría, aún cuando las podría haber dicho tranquilamente el propio Binner si hubiera estado en su lugar. A partir de esta situación, y después de ver las reacciones de la oposición sobre el asunto, fue que Lifschitz intentó rectificar, o en todo caso emprolijar su situación y fue que dijo "no tenemos con el gobernador sobre esto ninguna diferencia, al contrario, estamos trabajando en conjunto en la Comisión de Coordinación Fiscal que ha convocado el gobernador y de la que participan varios intendentes, y estamos analizando un esquema tributario". Y agregó que las "diferencias" que ocuparon la tapa de los periódicos el día anterior "pueden haber surgido a partir de la interpretación de algún periodista". Es evidente que más allá de la pertenencia al mismo partido, de haber trabajado y caminado juntos durante la campaña para derrotar el peronismo, la diferencia de roles entre Binner y Lifschitz ha provocado este incidente, y probablemente provoque otros. No tendría demasiada trascendencia si no fuera porque los socialistas siempre se presentaron como "la familia perfecta", y porque se han empeñado en "lavar los trapos sucios" a puertas cerradas. También hay que decir que esta es una situación novedosa, que tanto Lifschitz, como Binner antes -cuando fue intendente-, estaban acostumbrados a lidiar con los gobernadores peronistas y de Santa Fe (ciudad). Pero para no minimizar el hecho, en todo caso ponerlo en su justa dimensión, hay que contemplar las diferentes responsabilidades y recursos que atañen a cada uno. Para la Municipalidad se hace cuesta arriba este período en el que ha tenido que -según dijo el propio intendente el jueves en Santa Fe- "acotar el gasto público, ajustar los servicios, bajar la obra pública, porque por el proceso inflacionario no tenemos la posibilidad de recuperar ingresos en la misma proporción que aumentan los gastos". Para el gobernador, en cambio, no cobrarle Ingresos Brutos a la industria, al campo, y a la construcción -como dispusieron Menem y Cavallo en los `90- "no ha significado ninguna mejora para la provincia". Y Binner hizo el anuncio en pleno conflicto entre el gobierno nacional y la entidades del campo, no faltaron los empresarios que le reprocharon "decir una cosa" cuando se trataba de la recaudación nacional y "hacer otra" cuando afecta a las arcas de la provincia.

Da toda la sensación de que este chisporroteo en las filas socialistas no obedece a diferencias ideológicas, ni mucho menos personales entre dos dirigentes que se conocen, se respetan y se necesitan. Más bien parece un choque propio de la diferencia de roles. Si así fuera no es para preocuparse, peor sería pensar que ya está en marcha la batalla por la sucesión en la Casa Gris -ya que Binner no tiene reelección- y que eso podría terminar sepultando todos los slogan de campaña ("Buenos Tiempos", "Rosario y Santa Fe en un mismo sentido", etc.) Lo que también queda claro es que a "La familia Ingalls" ya ni siquiera la dan por el canal Volver.

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