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Hacen música con instrumentos no convencionales, desafiando todos los géneros. Sus shows son hipnóticos viajes audiovisuales que incluyen electrónica, proyecciones, juguetes, calaveras. Acaban de lanzar Bicho, su séptimo disco lleno de música mutante que basa su sello identitario en la indefinición. El líder del trío se llama Rodrigo Gómez, quien en los show viste polleras y canta en idiomas inventados

¿Podrías definir lo que hacés?

–No me preocupa demasiado, porque esa no definición que podría habernos jugado en contra, nos jugó a favor. Tocamos tanto en festivales electrónicos, como noise o movidas más vinculadas al rock o a la canción. La identidad va más allá del género. Buscamos todo el tiempo cosa nuevas, otros lenguajes. Por eso canto en un idioma propio, construido.

¿A qué se debe la elección de vestuario?

–Me recabe usar pollera, a nivel ventilación es lo más, y muy sexy. Está bueno diseñarse la ropa uno mismo, por una cuestión de identidad. Hace años que tengo un fetiche con la ropa, las polleras, ciertas telas. No es lo mismo que te diga algo alguien vestido de traje que alguien vestido de robot, ¿no?

¿Cómo es un show de Proyecto Gómez Casa?

–Leonello hace ruido, modifica electrodomésticos para sacar elementos sonoros. Sebastián Rey toca el bajo. Yo, varias cosas, entre ellas la batería. Hay caños y gente haciendo la puesta en escena. Es necesario disfrazarme para poder decir lo que queremos decir. Trato de hablarle al bicho interno de la gente. Somos muy potentes. No te damos respiro con el contenido. Hay bocha de información. A mí me gusta mucho Bjork. Somos un poco hijos de Brian Eno y de Bowie. Fundamentalmente, hay acción.

Este sábado en Club Cultural Matienzo, Pringles 1249