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Viernes, 13 de diciembre de 2013

UN MAL NECESARIO

Ex finalista de otro concurso de belleza, Valeria Licciardi, cuenta lo que se siente durante esas breves pasarelas de gloria, aplausos, y encuentros.

Abro una agenda vieja y veo: foto con Martín, pegatina de volantes de rafting, cabalgatas, bodegas de vino, mis anotaciones y una nota en el diario Los Andes, donde anuncian a las candidatas de la “Vendimia gay”. Me río y recuerdo. ¡Qué cambios! Si bien vengo cambiando como todos desde que nacemos, siento que mi participación en la elección de la reina de la “Vendimia gay” fue una experiencia que marcó un antes y un después.

Era verano. Martín, a quien había conocido en Buenos Aires, me invitó a pasar unos días en Mendoza, su provincia. Una tarde me dice de salir a comer a la noche. Por supuesto dije sí. A los dos nos gustaba conocer lugares donde comer rico. En su corta estadía en Buenos Aires ya lo habíamos experimentado. Quería ponerme linda para esa noche, así que fui en busca de una pelu, me recomendaron Leo Cut. Aún conservo su tarjeta y un cálido recuerdo. Me arreglé las crenchas y charlando un poco con los chicos de la pelu me contaron del concurso. Enseguida me propusieron como candidata. Manejaron todo para que pueda participar porque técnicamente sólo lo pueden hacer las chicas de la provincia. A mí me divertía la idea de que me peinen, maquillen, vistan. Está bueno jugar un rato a hacerse la linda.

Pasaron unos días y finalmente conocí a las otras concursantes. Era la primera vez que iba a estar en contacto con muchas chicas como yo. Fue tan iluminador y horripilante saber de la marginación y la exclusión que muchas sufrían que no tenía ni idea. Era como ver otrxs de mi especie. Quería saber todo. Lo que les pasaba. Lo que sentían, todo. Era un espejo en el que por momentos me veía reflejada.

Con algunas de las chicas fuimos a comprar accesorios para el certamen, tomamos helado. Ambar, adorable, me abrió las puertas de su casa, conocí a su familia. A Martín todo esto mucho no le gustaba, tanto es así que me fui de su casa a un hostel. Me repetía “sos indomable”.

El concurso llegó, estábamos todas listas, había mucho entusiasmo, ansiedad, emoción. Algunas de las chicas creían que quizá yo podía ganar. Decían que estaba todo arreglado porque era de Buenos Aires y además había entrado última al concurso. Yo no decía nada, pero desde un primer momento me dijeron que no iba a ganar. A mí no me importó, aunque admito que antes de salir a la pasarela me dieron muchas ganas.

Esa fuerza hizo que quedara en el segundo puesto.Todo terminó en una gran fiesta con Z Bosio en las bandejas y Martín

mensajeándome para ver cómo me había ido. Le dije que si quería podía pasarme a buscar por el Bustelo. Estoy en la puerta, me respondió. Salí, lo besé mucho y entramos a la fiesta. Le presenté a la reina, Camila, y nos pusimos a bailar toda la noche.

El miss trans 2013 de Buenos Aires me hizo recordar momentos de mi vida que fueron bisagra. Más allá de lo frívolo que puede sonar un concurso, creo que es necesario que existan. Estaría bueno utilizar los distintos medios de comunicación para dar más visibilidad. Por ejemplo en las telenovelas, para retirar el estigma y ampliar la responsabilidad y ayudar a que las leyes como la ley de identidad se conozcan y las personas sepan dónde pedir ayuda.

Este concurso no viene sólo a elegir a la más linda. Es un desafío mayor. Cuando tu vida está atravesada por la violencia o exclusión, el valor que se les da a las cosas es totalmente distinto al que le puede dar otra persona. Por eso digo y repito como dice la canción “Esta historia”, de Raly Barrionuevo, “soy esta tierra, soy esta gente, soy mi memoria y soy esta historia”.

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Imagen: Sebastián Freire
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