EL MUNDO › APRUEBAN UN ENVIO DE TROPAS AL ESTADO ISLAMICO

Mali mira a la ONU

El 21 de marzo pasado, un grupo de militares de mediano y bajo rango, encabezado por el capitán Amadou Haya Sanogo, se alzó contra el gobierno de Amadou Touré.

 Por Gustavo Veiga

Mali es mencionado desde hace meses en las crónicas periodísticas internacionales como el “Afganistán africano”. No en vano, ese concepto estimula una intervención en el norte del país, dominado por islamitas radicales y tuaregs. Su primer ministro, Diango Cissoko, está de gira por naciones vecinas donde ha pedido la presencia militar “lo antes posible”. Lo dijo el 27 de diciembre pasado en Costa de Marfil, tras entrevistarse con su presidente, Alassane Ouattara, quien también lidera la Comunidad Económica de los Estados del Africa Occidental (Cedeao). Esa idea se completa con la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU del 13 de octubre de 2012, que aprobó el envío de tropas a un territorio donde los rebeldes crearon el Estado Islámico de Azawad. En el desenlace del conflicto, Francia, como país del cual Mali fue colonia, juega un papel determinante. Pero también podrían hacerlo países influyentes en la zona como Nigeria y Argelia.

En un artículo reciente, el sociólogo y especialista en temas africanos Immanuel Wallerstein señaló: “Todos los poderes importantes y menores en la región y más allá de la zona están genuinamente consternados; no obstante, ninguno parece dispuesto o capaz de hacer nada por miedo a que hacer algo resulte lo que se ha dado en llamar la ‘afganistanización’ de Mali”.

Este país de 1.240.000 kilómetros cuadrados (el séptimo en tamaño del Africa) y casi 13 millones de habitantes tiene ocupado mucho más de la mitad por grupos salafistas que aplican la Sharia. Los ataques contra la población local, entre la que predomina de modo abrumador el Islam, también han sido dirigidos hacia bienes considerados Patrimonio Histórico de la Humanidad. El ejemplo más demoledor: las reliquias arquitectónicas de la mítica ciudad de Tombuctú que comenzaron a ser destruidas, como ocurrió con los Budas de Bamiyán en Afganistán.

El conflicto de Mali es como un río de dos nacientes. Una llega desde afuera de sus fronteras: Libia. La caída de Muammar Khadafi generó una estampida de armas hacia el sur del Sahara –la zona en litigio está en el Sahel, una franja semidesértica– y la salida de rebeldes tuaregs que habían servido al líder libio hacia otros países de la región. La otra naciente hay que buscarla en Bamako, la capital de Mali. Allí, el 21 de marzo pasado, un grupo de militares de mediano y bajo rango encabezado por el capitán Amadou Haya Sanogo, se alzó contra el gobierno de Amadou Touré. Para un mes más tarde estaban pautadas las elecciones nacionales. Los uniformados no repararon en ello. Argumentaron que el presidente derrocado había sido débil para sofocar la invasión del norte.

Más de medio país es controlado por una frágil alianza que ya ha mostrado grietas y enfrentamientos armados. Básicamente se divide en tres grupos: los tuaregs locales de Ansar al Dine, Al Qaida en el Magreb (Aqim), la facción que más preocupa a la potencia occidental predominante, Francia; y el Mujao, un desprendimiento de Aqim. Sometieron a sus propias leyes distintos territorios y en las imágenes que ha captado la cadena árabe Al Jazeera se los puede ver a bordo de camionetas Toyota con ametralladoras emplazadas en su parte trasera. Patrullan calles polvorientas de Tombuctú, Gao o Kidal, las ciudades más importantes, rodeados de pastores de cabras y vacas macilentas.

Argelia, al norte de las porosas fronteras con esta nación partida en dos, ya movilizó tropas hacia la zona, donde prevalece una considerable población tuareg. El ministro de Información de Mauritania (que comparte su extenso límite oriental con Mali), Hamdi Ould Mahjoub, en diciembre pasado y durante un encuentro con periodistas locales, afirmó: “Lo que está ocurriendo en el vecino país tendría lugar aquí si no tuviéramos mucho cuidado”.

Es una cuestión de tiempo la opción militar. Aprobada por la ONU, podría consistir en el envío de 3000 soldados de la Cedeao. A Francia la urge terminar con los rebeldes cuanto antes. Pero Nigeria, la nación más populosa del continente, y la única de aquella comunidad de países del Africa occidental con presencia militar de peso, sería renuente a intervenir.

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Los tuaregs de Mali patrullan en camionetas artilladas.
 
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