EL PAíS

Revivir para contarlo

 Por Mario Wainfeld

Se puede decir que Lidia Papaleo de Graiver era, a principios de 1976, una mujer dichosa y hasta privilegiada. Estaba casada con el hombre que quería, se había graduado como psicóloga, tenía una hija de esa edad en que los chicos sanitos sólo dan alegrías, era inmensamente rica. A partir del ¿accidente? aéreo en el que murió su esposo, David Graiver, su vida cambió. En cuestión de meses se vio forzada a vender las acciones de una de sus empresas más importantes, sufrió presiones, fue encarcelada, torturada y vejada. Por añadidura, se la privó de sus bienes merced a un bando militar que el establishment celebró en combo con la dictadura.

Fue, pues, una víctima entre otras decenas de miles, de aquellas que padecieron lo indecible y sobrevivieron. Su rango anterior en nada cambia esa condición.

En los años ulteriores, ella y su familia formularon reclamos pero jamás, hasta ahora, testimonió todo lo que pasó alrededor de Papel Prensa. Observadores frívolos o interesados, o las dos cosas, preguntan por qué demoró tanto, transformando la demora en sospecha. Si se coteja el proceso histórico argentino con el de otras sociedades azotadas por terrorismo de Estado, genocidios o dictaduras atroces, la conclusión es casi inversa. Treinta y cuatro años son mucho en una biografía, poco en una historia tan terrible.

Sobrevivir para contarlo es una frase redonda, que no debe tomarse al pie de la letra. La víctima de violaciones de derechos humanos carga consigo esa condición. Hay ecuaciones personales muy diversas entre distintas personas pero para todos es un reto poder verbalizar en público lo sufrido. Para que Papaleo de Graiver pudiera hablar, debió cambiar el contexto. Se abolieron las leyes dictatoriales y democráticas de amnistía o impunidad. Muchos de los represores que fueron señores de la provincia de Buenos Aires, donde estuvo secuestrada y fue torturada, han tenido juicios y condenas ejemplares. El clima cultural y político revitalizó la autoestima de las víctimas y valorizó sus relatos.

Declarar ante un tribunal es siempre angustiante para una persona del común, incluso en casos convencionales como un despido o un pleito por cuestiones de familia. Para qué hablar de quien debe testimoniar cómo se rebajó o desconoció su condición humana.

Papaleo de Graiver recuperó su voz, como lo hicieron otros muchos, porque hay otro plafond social para escucharla. Muchas declaraciones se sucedieron en juicios por presuntos crímenes de lesa humanidad, los lectores de este diario saben que nadie acusó a las víctimas de exagerar o mentir, salvo algunos represores, sus adláteres o sus defensores. Es una comparación riesgosa, pero el cronista cree que en esos casos, como ocurre en los de violencia familiar o abusos sexuales lo que se denuncia es, en tendencia abrumadora, siempre menos de lo ocurrido.

Papaleo de Graiver no ha hablado ante los medios, hasta ahora su hermano Osvaldo Papaleo ha cumplido ese rol. Pero el testimonio de la víctima cobrará dimensión institucional al ser presentado en un informe que se entregará a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La validez de su denuncia se someterá a la opinión pública y, eventualmente, podrá derivar a los tribunales para ser juzgadas con todas las garantías legales, incluyendo la presunción de inocencia.

Sujeta a violencia y humillaciones inenarrables, suena casi sarcástico decir que la privación de su patrimonio es un caso excelso de inseguridad jurídica. Con esa salvaguarda, se lo puntualiza para encuadrar las frases que siguen. Muchos empresarios de primer nivel, entre ellos líderes de corporaciones sectoriales, fueron invitados al acto en la Casa Rosada. Todo indica que serán muy contados los que asistirán.

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