SOCIEDAD › CONDENARON A LA DOCENTE DE
JARDIN A 7 AÑOS DE PRISION POR ABUSO SEXUAL

El fallo avaló el relato de las niñas

Un tribunal de Mar del Plata condenó a la maestra denunciada por abusar de cuatro nenas, en un colegio religioso. Para los jueces, otras personas, a las que las nenas llamaban “monstruos”, participaron de “experiencias con connotaciones sexuales”, pero esos hechos no fueron investigados.

 Por Pedro Lipcovich

Con la condena a siete años de prisión de la maestra jardinera Ana Pandolfi, por abuso sexual agravado sobre por lo menos cuatro niñas, la Justicia dio por probada la punta del iceberg de los hechos acaecidos entre 2001 y 2002 en el Colegio del Divino Rostro, de Mar del Plata. En efecto, tres de las cuatro víctimas mencionan la participación de varios adultos más, de sexo masculino, en lo que el tribunal llama “experiencias con perversas connotaciones sexuales”. Si bien el Tribunal cree en la “veracidad intrínseca” de estos “conmocionantes relatos”, estima que el tema no fue suficientemente investigado como para pronunciarse y admite que “las investigaciones de las organizaciones paidofílicas son complejas”. La fiscal había pedido una pena de 18 años, por corrupción de menores, pero el tribunal consideró que ese delito no está probado. De todos modos, el fallo resulta de excepcional importancia en cuanto deja sentada, como elemento probatorio en casos de esta índole, la validez del testimonio de los niños –aun contra la palabra del imputado– y deja establecida una metodología que recurre a la intervención de peritos psicólogos para obtener información con validez probatoria sin revictimizar a los pequeños. El fallo también abre expectativas auspiciosas sobre el futuro de las afectadas, ya que “los padres se han mostrado contenedores con sus hijas” y porque “la rabia mostrada por todas las niñas hacia la señorita Ana es un claro signo de salud mental, que hace expectable una vida sexual sin trastornos”, según observa el fallo en su parte final.
A las 11.20 de la mañana, en un clima de mucho orden y con fuerte vigilancia policial, comenzó la lectura de los extensos fundamentos del fallo, que abarca 23 fojas. Fue suscripto por el juez Eduardo Alemano y adhirieron sus colegas Daniel Adler y Hugo Trogu, integrantes del Tribunal en lo Criminal Nº 3 de Mar del Plata.
El fallo no aceptó los argumentos de Eduardo Berchot, defensor de Pandolfi, para quien las declaraciones de las nenas habían sido “inducidas por los mayores” y la labor de las peritos había sido “fruto de una corporación psicoanalítica obsoleta”. Admite en cambio los dictámenes de todos los peritos psicólogos –incluso los propuestos por la defensa–, quienes tomaron en cuenta que “el lenguaje utilizado por las niñas es adecuado a su etapa madurativa, con modismos y frases propias”; no hay “un relato rígido, que podría llevar a pensar en que fuese impuesto por terceros”, además del “testimonio del cuerpo”, constituido por los importantes síntomas que presentaron las niñas, y que cedieron en el curso de terapias que admitían la realidad del abuso.
El fallo señala que “ante las reiteradas y concordantes imputaciones de las niñas que acusan a Ana Pandolfi, la imputada negó los hechos”. Así, “negó la existencia de algún lugar que se llamara ‘La Cueva’” aunque admitió que “lo que para Pandolfi era la sacristía y sus dependencias, ellos pudieron vivenciarlo como ‘La Cueva’”.
Luego pasa a las historias de las nenas, designadas con nombres supuestos. “Malena”, después de varios días de angustia, temblores y negativas a ir a la escuela, contó por primera vez que “la seño nos revisa con los deditos... revisa sólo a las nenas”. Pasando su mano por una muñeca, mostró cómo su maestra “le pasaba la mano con fuerza por la zona vaginal”, narra el fallo. La niña “hablaba de ‘fantasmas’ que cerraban con llave y les hacen cosas feas a ella y otros chicos” (el fallo menciona cuatro nombres de niños varones). Según contaba la nena, “en La Cueva les ponían una luz en los ojos y una mujer joven y rubia les decía que hicieran de cuenta que era el sol, suponiendo la perito que podría tratarse de una filmación”. Ante el tribunal, Malena también contó que la acusada “me llevó a un lugar que había doctores, que no eran doctores, eran gente disfrazada y eran rechanchos”. Ana Pandolfi la dejaba “sola con los doctores” y la niña sentía “asco porque es un asco, no es lindo, es recontrafeo”.
Los testimonios de las niñas fueron obtenidos en entrevistas a solas con peritos psicólogas, presenciadas por el tribunal mediante circuito cerrado de televisión. “María G.” declaró que “la seño Ana me bajó la bombacha y me tocó la cola de adelante y de atrás”, y también que “yo abrí el baúl y había monstruos. Estaban durmiendo” (ver nota aparte). El baúl estaba “en La Cueva”, donde hay “unas cortinas rojas” y “había tres hombres grandes”.
“Bianca” sólo se atrevió a hablar después de que “le preguntó varias veces a la madre si Ana seguiría yendo al jardín, a lo que la madre le respondió que no: ‘Entonces te voy a contar...’”. Narró abusos similares a los referidos por las otras niñas pero sólo con referencia a Ana.
“Tania” habló de “un doctor. Ana le decía ‘Vení, doctor’. Para tocarme la cola. Había dos doctores más, uno me daba muchos besos y otro me daba una pastilla para calmarme, una pastilla fea”. ¿Cómo eran los doctores? “Uno tenía como blanco el pelo y los otros un poquito marrón. Uno tenía anteojos, el que tenía el pelo blanco.”
En definitiva, “coincidentes y tenebrosos relatos han efectuado ante el tribunal Malena, María G. y Tania” en “experiencias con fuertes y perversas connotaciones sexuales” que “habrían involucrado tanto a la acusada como a terceras personas, a las que mencionaron como ‘fantasmas’, ‘doctores’ y ‘monstruos’. Si bien creo en la veracidad intrínseca de sus conmocionantes relatos, no puedo formar convicción para un pronunciamiento condenatorio”, manifiesta Alemano y adhieren los otros jueces. Es que, “en los términos en que el caso ha sido presentado por la fiscalía, sería obvio concluir afirmando la existencia de una macabra y compleja red de encubrimiento integrada por personal docente y directivos del colegio”. Pero “la información aportada al juicio no resulta suficiente para dar por acreditada semejante cuestión”. El tribunal admite que “el caso hubiera ameritado otro tipo de investigación”, ya que “la efectuada se dirigió a indagar los hechos sólo imputables a una docente y no a un grupo de personas. Por cierto que las investigaciones de las organizaciones paidofílicas son complejas”. Pero, “transitando ya la etapa de juicio, no se puede traer al mismo una hipótesis que no fue investigada”.
El tribunal no admitió el cargo de “corrupción de menores” sostenido por la fiscalía y la abogada de las familias, ya que ese delito requiere que las conductas “puedan perturbar el proceso de integración de la sexualidad de las menores, afectando su libertad futura en la vida sexual”, lo cual “no puede afirmarse más allá de toda duda razonable”. Pero “sí constituyen abuso sexual agravado, por ser cometidos por una persona encargada de la educación de los niños”. El tribunal admitió como atenuantes “el buen concepto personal” y la “buena conducta precedente” de la imputada. Pandolfi quedó detenida y se dispuso su traslado a la cárcel de mujeres de Bahía Blanca. No obstante, su abogado Eduardo Berchot –quien anticipó que apelará ante el Tribunal de Casación– pidió arresto domiciliario, con la pulsera magnética para control.
Cuando terminó la lectura del fallo, los padres de las víctimas se abrazaron entre lágrimas con su abogada, mientras Ana Pandolfi se retiraba custodiada de la sala. Alicia Ramos Fondeville, abogada de las familias, anticipó que “se va a seguir investigando la presencia de otras personas, esos ‘doctores’, esos monstruos”.

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Ana Pandolfi, maestra jardinera en el Colegio del Divino Rostro, condenada a siete años de prisión.
 
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