“Un museo online de sonidos que han desaparecido o están en peligro de extinción”, es la sucinta descripción de Conserve The Sound, propuesta creada cinco años atrás por el instituto germano Film und Medienstiftung NRW, que desde entonces ha ampliado su enjundioso y nostálgico archivo. Archivo que registra algunos de los ruiditos que marcaron el siglo 20, sea el estrepitoso módem de 56k, una alarma de incendio de los 60s, el teclado de una máquina de escribir analógica, el rebobinar casero de una cinta de cassette, darle play o stop al walkman, el accionar una consola Nintendo de los 80s, el pasar de las diapositivas de las View-Masters, una aparatosa calculadora de los 50s, una rasuradora eléctrica antigua, un mapa de papel desdoblándose, un proyector de 8 mm haciendo su gracia, una cámara polaroid, el sello de librero de los años 30s, y así. Antaño sonidos del moderno ecosistema cotidiano, hoy han comenzado a esfumarse, cuando no han sido lisa y llanamente borrados de un actualizado plumazo, desplazados “por la electrónica avanzada y la obsolescencia planificada”, según anota el diario ibérico 20 Minutos, evidentemente conmovido por este intento por salvaguardar “esos sonidos que fueron comunes y formaron parte de nuestras vidas pasadas, pero dejarán de existir como el canto de un pájaro dodo o la pisada de una moa gigante. Las leyes del tiempo son igualitarias, y pronto morirán y nadie recordará, por ejemplo, cómo ‘hablaba’ un molinillo de café”.