Una figura solitaria avanza a orillas del mar, en una exclusiva zona de Los Angeles. Dr. Dre está en el balcón de su caserón y, a medida que la silueta se acerca, confirma que se trata de Jimmy Iovine, el fundador de Interscope Records con el que sostiene una fructífera relación estratégica desde hace más de dos décadas. Los socios y compinches se saludan y, enseguida, están sentados en el sillón con vista al mar, hablando de una propuesta que acaba de recibir Dr. Dre de una marca deportiva para lanzar una línea de zapatillas con su firma. El asunto no le cierra: la moda no es lo suyo. Y, mientras lo escucha, Iovine mastica una frase destinada a convertirse en leyenda marketinera: “Fuck sneakers, you sell speakers”.

La charla, según los protagonistas, no duró más de diez minutos. Escasos pero, en términos económicos, los más valiosos de sus respectivas carreras, porque lo que terminaron alumbrando casi sin proponérselo fue un negocio multimillonario basado en la línea de auriculares Beats by Dr. Dre. “A la mierda las zapatillas, vos vendés parlantes”, efectivamente. El escenario de la industria musical había mutado de manera definitiva con la irrupción de Internet y los MP3. Iovine y Dre eran testigos de cómo se evaporaba frente sus narices el éxito que habían sabido conseguir. Los pesos pesados parecían estar contra las cuerdas hasta que, casi por azar, encontraron en la misma tecnología la llave para volver al centro del ring.

La historia del desarrollo de Beats, la empresa de audio y streaming que terminaron fundando y su posterior venta a Apple en tres billones de dólares es el punto de partida de The Defiant Ones, la serie producida por HBO que ahora también se puede ver en Netflix. Pero sus cuatro capítulos exceden largamente el rubro de los documentales sobre negocios, para convertirse en un testimonio revelador acerca de la vida y la obra de estas dos personalidades encumbradas del mundo de la música. Dirigida por Allen Hughes (Menace II Society, El libro de los secretos), se zambulle de lleno en la biografía de los protagonistas con el testimonio de Bruce Springsteen, Bono, Tom Petty, Gwen Stefani, Snoop Dogg, Lady Gaga y muchos otros.

Todo comienza en 2014, cuando el acuerdo secreto entre Beats y Apple estuvo a punto de irse a pique por la filtración de un video casero en Facebook en el que un Dr. Dre eufórico y pasado de copas se ufana de ser “el primer millonario del hip hop de la costa Este”. La aventura casi termina de la misma forma que había comenzado: accidentalmente. Entre la escena de la playa y la de la bravuconada viral, ubicadas respectivamente al final y al principio de un guión que no sigue necesariamente un orden cronológico, está lo mejor de The Defiant Ones. O sea: cuando Hughes se aleja del reporte económico y el lenguaje publicitario, ofrece un fresco imponente de la cultura estadounidense de las últimas décadas.

OFICIOS TERRESTRES

Con el testimonio de sus familiares directos (la hermana de Iovine, la madre de Dr. Dre, etc.), la narración se ocupa no sólo de los grandes logros, sino también del caldo de cultivo en el que se cocinaron sus sueños. En el caso de Iovine, por ejemplo, hijo de un estibador ítaloamericano del puerto de Nueva York, se muestra el empeño que puso para encontrar un trabajo diferente al paterno, un oficio que le permitiera alimentar su propia vocación. Algo que encontró en 1973 cuando entró al estudio The Record Plant y se topó nada menos que con John Lennon, para trabajar junto a él como ingeniero asistente. De ahí en más desplegó un talento especial, quizás heredado, para sacar cosas de un lugar y acomodarlas en otro.  

En su caso, claro, no se trataba de barcos y mercancías, sino de artistas y canciones. Después de manejar los controles mientras Bruce Springsteen gestaba el consagratorio Born to Run, sus servicios fueron requeridos por Patti Smith, que se disponía a grabar Easter. Como productor del disco, Iovine intuía que le faltaba un potencial single. Entonces invitó a Springsteen a dar una vuelta en auto por Coney Island y lo convenció de que le pasara una canción inédita, “Because the Night”. Y después le comió la cabeza a Smith para que la grabara. Vaya si funcionó. Más tarde, repetiría la operación con otros protagonistas: “Stop Draggin’ My Heart Around”, compuesta por Tom Petty y convertida en hit por Stevie Nicks.

“Nací en Compton, dos semanas después de que mi madre cumpliera 16 años. La relación con mi padre era una mierda. Era un abusador, física y verbalmente. Un drogadicto. Y desapareció de la foto antes de que yo pudiera hablar. Pero la violencia era algo normal”, se presenta Andre Young, más conocido como Dr. Dre. Y algunos de los signos que atraviesan esa marca de origen vuelven una y otra vez, de manera sutil, a la superficie de la docuserie. Entre varios episodios de excesos y exabruptos que eventualmente lo llevaron a la cárcel, el punto más bajo -del que se muestra arrepentido y avergonzado-  es su ataque a Dee Barnes, una presentadora de televisión que describe la agresión en primera persona. 

Pionero de la escena de la costa Este, Dr. Dre repasa sus comienzos con N.W.A., cuando el rap todavía era una mala palabra en los principales canales musicales. Obsesionado con el sonido, se erigió como el productor estrella del gangsta rap, esa movida que empezó como un juego de matones impostados que terminó costándole la vida a Tupac Shakur. Descubridor de talentos como Eazy-E y Snoop Dogg, su influencia decisiva en la historia del hip hop es reconocida por artistas contemporáneos como Kendrick Lamar. La mayoría de ellos dice presente, lo mismo que las figuras con las que trabajó Iovine. Y ese es uno de los atractivos principales del asunto: la riqueza de los testimonios.

La forma en la que aparecen “conectados” unos con otros en una misma secuencia, le confiere al montaje final la extraña ilusión de que las entrevistas fueron realizadas simultáneamente o que, al menos, lo que una persona dice responde a lo que dijo la anterior o viceversa. Un diálogo abierto, coral, en el que participan los músicos involucrados –en un amplio espectro que va de Springsteen a will.i.am– pero también asistentes, ejecutivos y abogados que fueron testigos de los hechos. Son pequeños gestos, miradas y silencios ensamblados con precisión artesanal, que terminan dándole a la narración de Hughes una fluidez tan característica como poco habitual en el universo de los documentales.

ALTA FIDELIDAD

Curiosamente o no, son pocas las escenas en las que Iovine y Dr. Dre aparecen juntos frente a cámara. Y, en buena medida, se trata de imágenes de archivo: el cumpleaños de uno o el casamiento de otro; la presentación de ambos frente a una junta de directivos de Apple. The Defiant Ones describe hasta cierto punto la naturaleza de esa relación tan particular, la forma en la que dos personalidades fuertes y complejas, con talentos y cualidades diferenciados y hasta contrastantes, pueden complementarse, potenciarse, entenderse y, a veces, también disentir. Pero al mismo tiempo deja la sensación de que hay un misterioso equilibrio, un punto de encuentro que solo los protagonistas conocen en profundidad.

Con una trayectoria destacada a sus espaldas, se conocieron a principios de los 90, cuando Dr. Dre rebotaba de una compañía en otra con su disco debut The Cronic bajo el brazo. Cuando finalmente se reunió con Iovine, el director de Interscope quedó maravillado. “¿Quién lo grabó? ¿Quién fue el ingeniero de sonido”, indagó. No sabía quién era Dr. Dre, pero le dio salida a esa obra maestra del hip-hop sin dudarlo. Y también lo incluyó en una ambiciosa estrategia que había trazado para Interscope a partir de una premisa reveladora: “Tengo que encontrar grandes productores y producirlos a ellos”. Los más destacados fueron Dre y Trent Reznor, de Nine Inch Nails, que aportó su cuota industrial para el despegue.

La escudería levantaba vuelo de la mano de artistas nuevos como Marilyn Manson, ese monstruo rockero que crecía bajo la tutela de Reznor. Pero el pico de masividad y controversia lo alcanzarían de la mano de un rubiecito que un cadete del sello había descubierto en una batalla de rap. Una escena al mejor estilo de la serie Vinyl, solo que mucho más creíble y efectiva en términos narrativos. Después de escuchar un cassette casero, Dr. Dre y Iovine lucharon contra viento y marea para convencer a los ejecutivos de fichar lo antes posible a ese animal de la rima llamado Eminem. Un diamante en bruto que el productor de hip hop terminó de pulir en el estudio de grabación. El resto de la historia es conocida.

“Al diablo con esto de los Beats”, protesta Eminem en el episodio final. “Quería que Dre hiciera un álbum, pero en cambio ahora se la pasaba hablando de auriculares”, sigue, para ilustrar el grado de obsesión que había alcanzado. Dr. Dre y Iovine estudiaron todos los productos del mercado y encontraron ciertas carencias en la calidad del audio. “No sabía qué eran los bajos antes de conocerte”, bromea el segundo frente al primero. Tal vez sea uno de los secretos de los auriculares y parlantes que lanzaron con una campaña de marketing agresiva, en la que colaboraron figuras del entretenimiento y del deporte. Fueron moda y tendencia. Impactaron nuevamente en la cultura popular, pero desde otro lugar.

En definitiva, la venta billonaria de Beats al gigante Apple es algo así como la excusa para un relato de más de cuatro horas que se ocupa de los cambios estéticos, sociales, tecnológicos y económicos operados en la música que marcó las últimas décadas. Iovine y Dr. Dre surfearon esas olas, aprovecharon el viento a favor, pero también supieron capear temporales. The Defiant Ones alcanza sus picos emocionales cuando crea la sensación de que la acción transcurre en tiempo real y el espectador está en el lugar de los hechos, presente como un testigo invisible y privilegiado en el instante en el que nace una gran canción, un disco destinado a convertirse en clásico. Una ficción poderosa lograda por los capítulos de un documental fuera de serie.